Todos deseamos, al ver una película o leer un libro de amor, que el final sea un final feliz; que el protagonista, después de tanto sufrimiento y agonía, pueda quedarse unido a la protagonista.
¿En este libro ocurrirá lo mismo?
¿Habrá un final feliz?
Doce años habían pasado desde ese día en que la vio por última vez como su novia. A los diez años, ella lo había vuelto a encontrar, pero él, aunque la seguía amando, era una persona totalmente diferente.
Más Dios le volvió a dar la oportunidad de encontrarse de nuevo.
—Pastor, el evento que hay en la capital, ¿usted debe ir? —pregunta un diácono de la iglesia en la que se encuentra.
—Sí, hermano, yo debo ir, pero no me encuentro en condiciones para viajar; la tos me está aumentando —responde Justin, medio ronco.
—No se preocupe, mañana yo le traigo un poquito de miel con limón y verá cómo va a sanar en el nombre del Señor. Usted tiene que ir conmigo; recuerde que nunca he ido a la capital.
Justin lo mira sonriendo y le dice:
—Está bien, vamos a intentarlo.
El remedio hizo efecto y, a los tres días, salieron juntos para la capital. Justin se sentía un poco abrumado por el largo viaje que debía hacer. Más en su corazón sentía que Dios lo guiaba hasta ese evento con un propósito que no entendía.
En el libro de Génesis podemos hallar la historia de la fundación del mundo. Al sexto día, Dios hizo a Adán del polvo de la tierra y sopló aliento de vida en su nariz (Génesis 2:7).
Y dijo Jehová Dios: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él" (Génesis 2:18).
Dios le hizo una compañera a Adán para que lo acompañara en el Jardín del Edén. Adán no se desesperó clamando a Dios por una compañía; fue Dios quien se la dio.
Justin entendía esto; aunque sentía la necesidad de amar a otra persona, sabía que Dios, a su debido tiempo, podría poner en su camino a esa persona y él terminaría olvidando a Emely.
Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: "Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada varona, porque del varón fue tomada" (Génesis 2:21-23).
Eva era parte fundamental de la vida de Adán, pues fue tomada de su mismo cuerpo. Es por eso que la persona que elijamos para pasar el resto de nuestras vidas debe ser alguien a quien amemos incondicionalmente y que nos entienda. Es por eso que se llama ayuda idónea, porque debe ser alguien que nos levante cuando caigamos y nos ayude a llegar al reino.
—Emely, ¿ya estás lista? —pregunta su madre, quien a pesar de que han pasado doce años sigue igual.
—Déjame tomar agua antes de salir —replica Emely, quien va saliendo de su cuarto para volverse a mirar al espejo y sonríe.
—¿Crees que venga al evento? —pregunta su madre—. Vienen personas de todo el país —añadió.
—Sí, en la mañana me confirmó que venía. Vamos a conocernos hoy; espero que sea la voluntad de Dios. Estuve orando mucho por este encuentro —sonríe Emely, quien está emocionada por conocer a esa persona.
—Sí, hija mía. Para ver si ya acabas de olvidar ese amor de tu adolescencia.
Las dos salen juntas de la casa y se montan en un taxi hasta el lugar del evento. Al bajarse ellas y entrar, llega otro taxi con dos personas.
La primera en salir del taxi se asombra. La segunda se baja y se detiene a pagar. La primera mira hacia todas direcciones con mucho asombro.
—Pastor, la capital es inmensa. Ese edificio es más grande que la algarrobo de mi finca.
El pastor sonríe a carcajadas, le pone la mano en el hombro y le dice:
—Esto no se compara a la ciudad santa que tiene preparada Jesús para nosotros. Amigo mío, avancemos a ver qué nos espera de parte de Dios en este evento.
Todos entran al gran teatro y con mucha emoción buscan sus asientos.
—Hija, ¿cuál nos tocó? —pregunta la madre de Emely.
—El ticket dice que a ti te tocó el asiento 31 y a mí el 32 —responde Emely.
En la cabina donde vendían los tickets llegaron Justin y el diácono que lo acompañaba, cuyo nombre era Jerles.
—Pastor, ¿y cómo saber dónde nos sentamos?
—Jerles, aquí compraré dos tickets y los números que tengan son donde nos sentaremos. Déjame preguntarle al hombre que los vende.
Jerles se queda mirando hacia todos lados mientras espera a Justin, que compra los tickets. Jerles era un joven de 25 años que nunca había salido de su pueblo en las montañas, por eso su gran asombro al visitar la ciudad.
Luego de unos minutos, llega Justin un poco frustrado. Jerles lo nota y le pregunta:
—¿Qué pasa, Pastor?
—No dieron los tickets 358 y 359. Estamos muy atrás y quizás no podamos escuchar bien la programación.
—No se preocupe, Dios sabe lo que hace —responde Jerles con mucha fe.
Cuando estaban entrando, una persona se les acercó y les dijo:
—Hola. Disculpen, ¿ustedes dos se van a sentar juntos?
Justin le responde que sí con la cabeza, y la persona entonces le dice:
—¿Y tienen tickets con números altos? —preguntó la persona.
—Sí, son bien altos —respondió Jerles con rapidez.
—Bueno, si desean, podemos intercambiarlos. Los míos están bien cerca de la plataforma y no quiero que mi bebé moleste a las personas.
Justin accedió al cambio y miró los nuevos tickets, los cuales tenían los números 33 y 34. Sonrió y le dijo a Jerles:
—Mira, estos sí están bien cerca. Yo tomaré el número 33 y tú el número 34.
Cuando Justin estaba por llegar a su fila, el evento comenzó y apagaron las luces. A ciegas llegaron él y Jerles a sus asientos sin saber quiénes estaban a su lado.
En el aire, Justin sentía una sensación conocida; era como si su corazón ya hubiera reconocido el corazón de ella.
Entonces sucedió: luego de unos minutos, las luces se volvieron a encender. Al principio, todos estaban medio ciegos. Cuando sus ojos se adaptaron a la luz en un lapso de unos segundos, comenzaron a mirar a sus alrededores, pero Justin era la excepción. Él sentía que si miraba hacia un lado, su vida cambiaría; sabía que ella estaba cerca.
¿Cómo lo sabía? En realidad no lo sabía, pero llevaba tanto tiempo sintiéndola sin ni siquiera verla que sabía que si volteaba, la podía volver a ver.
Entonces escuchó:
—Emely, ¿de quién habrá sido la idea de apagar las luces? Casi me dejan ciega. Mira, ahora van a empezar y no puedo ni ver casi bien a quién está en la plataforma.
Emely... ese nombre le traía tantos recuerdos y a la vez tantas tristezas. No podría ser ella, y si lo fuera, ¿qué hacía allí? ¿Acaso había conocido a Dios?
Justin no quería mirar. Pero algo en su corazón le hizo recordar las palabras de Jerles: "Dios sabe lo que hace".
Antes de mirar, le dijo a Dios:
—"Señor, que sea tu voluntad en el nombre de Jesús. Amén."
En ese momento, a la persona que estaba a su lado en el asiento número 32 se le cayó el celular. Él se inclinó a recogerlo; esa persona hizo lo mismo, torpemente chocaron sus cabezas, recogieron el celular al mismo tiempo, tomándose las manos sin querer, sonrieron y en ese momento se miraron a los ojos.
—¿En verdad eres tú?
Preguntó ella mientras miraba sus ojos de color café.
—¿Tú?
Preguntó él mientras veía sus lindos ojos, los cuales combinaban con su cabello, que era más largo que la última vez.
Sus dos corazones se volvieron a sincronizar en un mismo latido. Hubo sentimientos encontrados. Ya no eran dos adolescentes de un pueblo lejano que no sabían qué era el amor; ya no eran dos personas diferentes de mundos distintos. Esta vez eran dos en un mismo camino.
La emoción los consumió y cuando terminó el evento, se detuvieron a conversar. Emely le pidió perdón a Justin porque no lo había entendido la última vez, pero le aclaró que ya sabía a qué se refería porque ella también había experimentado el nuevo amor al que él se refería.
Justin se alegró al saber eso y le contó todo lo que pasó con él cuando ella se fue a estudiar a la capital.
Había una gran conexión entre ellos y parecía que esos 12 años nunca habían pasado. Justin estaba emocionado y ya entendía por qué Dios lo había traído allí.
Los dos charlaban muy a gusto cuando apareció alguien más:
—Hola. ¿Interrumpo?
Justin lo mira y se da cuenta de que Emely lo conoce, porque ella se levanta a recibirlo:
—No lo puedo creer, Daniel, eres tú —sonríe, llena de emoción.
—Pensé que nunca te iba a encontrar —sonríe y abraza a Emely bien fuerte—; aunque no fue difícil porque en realidad eres igual de linda que en tus fotos —añadió.
Justin no sabía lo que pasaba, pero quería irse de allí, pues los celos querían apoderarse de él. Sin embargo, era un hombre fuerte y seguro de sí mismo, así que se quedó para ver el desenlace final.
—Perdón por no presentarlos —dijo Emely, apenada.
—Daniel, te presento a Justin; y Justin, te presento a Daniel, mi mejor amigo en las redes sociales.
Daniel le estrecha la mano a Justin y le dice a Emely:
—No me digas, ¿el Justin del que me contaste? —pregunta Daniel con dudas.
—Sí —dice Emely, un poco apenada.
—Bueno, pues entonces los dejo para que se pongan al día —dice Daniel y se marcha sonriendo.
Más adelante, saca su teléfono y le envía un SMS a Emely:
—"Amiga, esta es tu oportunidad; ahora sí no hay obstáculos para que su amor triunfe. Dios te bendiga y fue un gusto conocerte"—
Emely sonríe al ver el mensaje. Guarda su teléfono y comienza otra vez a conversar con Justin.
La conversación era agradable, y cuando terminaban de hablar de un tema, de la nada surgía otro y siempre estaban hablando.
Llegó la hora de irse y, como en los tiempos de su adolescencia, no veían el tiempo pasar. Así continuaron mientras el evento transcurría.
Cuando se fueron a sus casas, mediante sus teléfonos siguieron en contacto. Un día decidieron tener una amistad especial para conocerse aún más, en vistas de ser novios en un futuro. No tardó mucho, pues a los cinco meses de ese encuentro, la amistad especial se convirtió en un noviazgo.
Fueron novios durante 2 años, en los cuales tuvieron muchos momentos lindos y otros muy amargos. Pero en cada mal momento, su amor y el de Dios prevalecieron.
El 7 de abril se casaron allí donde se besaron por primera vez, en la Acacia. Ella llevaba un vestido blanco que combinaba con el color de las nubes reflejadas en el agua. Él vistió un saco negro que hacía contraste con su vestido, pero a la vez resaltaba la belleza de la novia.
Su amigo Juan fue el pastor que les dio la bendición, mientras que su amigo Tom les cantó "El Padre Nuestro".
Un amor que había esperado 12 años por su reencuentro se pudo concretar a los 14 años. Esto nos demuestra lo que dice la Biblia:
"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta."
1 Corintios 13:4-7
Quizás estés esperando aún al amor de tu vida. No te distraigas ni te apresures; espera y sé paciente. Dios tiene una persona especial para cada uno de nosotros. Pero antes de encontrar a esa persona, debemos encontrarlo a Él.
Pues si amamos a Dios, sabremos cómo amar a los demás.
"El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor."
1 Juan 4:8
Así termina esta linda historia que al principio tomó un camino equivocado y, a petición de unos alumnos, seguí el hilo del primer capítulo. Entonces narré la historia de amor de Justin, un amor que al principio era hacia una persona pero que, a medida que avanzaba la historia, Justin conoció el verdadero amor que viene solo de Dios.
Entonces comprendió la razón de amar y cuando Emely volvió, él supo tomar la decisión correcta. Al principio escogió a Dios y al final Dios lo recompensó...
Dios te bendiga hoy y siempre 🙏 gracias por ser parte de esta aventura literaria y de crecimiento espiritual.
Mi deseo para ti que lees es que puedas conocer a Jesús y que el Espíritu Santo transforme tu vida y así puedas tener un gran Final Feliz...
Sin más me despido de ustedes:
Hzles