Mis tres amores

Capítulo 8: Enero con su frío

Me dejé llevar.
Rafa se metió en el mar y me extendió la mano para ayudarme a bajar. El agua me daba en la cintura y tenía una temperatura agradable para estar a finales de Enero, o tal vez era yo que estaba que ardía.
Se quitó el pullover y todo lo demás y lo puso en el muro que nos separaba de la casa. Me miró como invitándome a hacer lo mismo. Me saqué el vestido por debajo para no mojarme el pelo y hubiese querido que el agua me llegara a la barbilla, pero ahí estaba yo, desnuda frente a una persona que acababa de conocer.
A veces es mejor así, quitar la curita de una vez, mostrarnos tal y como somos. "Esto es lo que hay, si te gusta bien y si no, pues tu asunto".
Yo era esbelta, de buena figura, mejor repartida para abajo que para arriba, pero con todo en mi sitio. El pelo había sufrido las variaciones de mis arranques adolescentes, pero hacía un tiempo que lo llevaba claro y un poco largo.
Rafa me miró y como quién había repetido la misma operación mil veces siguió el A, B, C al pie de la letra. Para los que no conozcan las siglas, estoy segura que van a saber de lo que les hablo cuando les explique.
A, B, C: Boca, senos, y cataplum directo al grano.
Lo cortés no quita lo valiente, la parte de los besos se le daba de maravilla, ya lo demás... .se podía mejorar. Pero nada, tres sangrías, media botella de vino, mar, disposición y juventud ¿Qué podría salir mal? Disfruté la experiencia, la compañía y el vino tinto, pero no puedo decir que hice el amor con Rafa esa noche, porque eso no fue lo pasó en ese 
pedazo de mar.
Tuvimos que esperar un par de horas a que mi vestido pasara de entripado a húmedo, recogí mis cosas y nos montamos en el carro.
El camino de regreso fue menos animado de lo que hubiera esperado, pero realmente las horas sin dormir y la reciente actividad nos estaban pasando factura.
Llegamos a mi casa.
- ¿Puedo verte de nuevo?
Me preguntó.
Lo pensé un momento. Al final pasé una noche agradable con Rafa, aparentemente es un muchacho sano, aunque me quedé esperando que sacara a pasear el demonio como me dijo, pero bueno a lo mejor en la próxima aventura.
Así que sí, le iba a dar una oportunidad a lo que sea que fuera aquello.
-Sí, me gustaría verte de nuevo. Yo te llamo.
Nos dimos un beso, casto, como si no nos hubiéramos visto hasta las amígdalas hacía menos de dos horas.
-Duerme bien y sueña conmigo.
Me dijo.
Entré en mi casa, me di un baño y me metí en la cama. Esa noche no soñé con Rafa, unos ojos azules, un avión, el mar, me veía en el centro de una espiral que giraba en contra de las agujas del reloj.
Amanecí o, mejor dicho, atardecí ese sábado con la certeza de que iban a pasar unos cuantos días antes de que volviera a llamar al chófer.
Esa semana fue tranquila, las chicas y yo andábamos embulladas con un taller de mi facultad que prometía perfeccionar nuestras técnicas para la entrevista y la investigación. 
A las tres nos venía como anillo al dedo aquel tema así que contábamos los días para que empezara, la fecha planificada era para mediados de Febrero.
Enero cerró con un frío horrible e inesperado. Levantarse de la cama a las 5 y media era una tortura y otra peor salir a coger una botella para llegar a la facu.
8 en punto de la mañana estaba en la cafetería frente a Bohemia esperando mi café cuando veo llegar el carro de Rafa. ¡Ay por Dios!, Rafa.
Había pasado casi una semana y media desde nuestro encuentro, por decirle de algún modo y realmente había pensado en llamarlo, pero entre una cosa y otra, se me había pasado. Muy mala señal esa.
Lo vi bajarse del carro, forrado de pies a cabeza. Se acercó a mí y cuando estuvimos frente a frente ninguno de los dos sabía cómo nos íbamos a saludar. Rompí el hielo. Le di un beso cerca del labio, pero dentro de los límites de la mejilla, ahí en la frontera.
- ¿Cómo estás?
Le dije.
-Ahí, no tan bien la verdad. Este cambio de tiempo es fatal para los alérgicos.
-Rafa, pero no deberías estar cogiendo está frialdad. Te vas a poner peor.
-Figúrate, si la montaña no va a Mahoma, Mahoma tiene que tomarse una benadrilina y salir a ver a la montaña. Nunca me llamaste.
Se le notaba la decepción en la voz. Pensé que lo mejor era decirle la verdad.
-Discúlpame, entre una cosa y la otra se me pasó. Está semana ha sido súper intensa aquí en la Facu
Me miró, se sopló la nariz. El pobre, me sentí un poco mal por no haberlo llamado. 
-Sí sí yo entiendo. El restaurante estuvo movidito también. Pero bueno, nunca me diste tu número y quería verte. He estado pensando en ti más de la cuenta.
Se escuchaba sincero. Debí haberlo llamado.
- ¿Quieres dar una vuelta hoy cuando termines las clases?
Me preguntó.
-Sí, hoy es un buen día para eso porque termino temprano, aunque el tiempo no sé si nos acompañe.
-Olvídate del tiempo. ¿A qué hora te recojo?
-Termino a la una, pero pasa a las dos para que me dé tiempo a comer algo.
-Te recojo a la una y te invito a almorzar. No acepto un no por respuesta.
Sonreí, me parece un buen plan.
-Está bien, te espero. Voy a entrar que me coge tarde.
Se acercó a mí y me plantó un beso en la boca. No me lo esperaba.
-Chaíto.
Me despedí.
Se despidió con la mano y yo entré en la Facu. La mañana se fue volando como casi siempre.
A las 12 y media terminamos, aproveché y pasé por el baño a organizarme un poco. Me peiné con los dedos, gracias al clima tenía la pasión controlada y me pasé un poco de brillo por los labios.
Saliendo a la calle ya estaba Rafa parqueado en la esquina. Se notaba que estaba interesado y cuando me vio se acercó a mí contento. Me traía una flor, todo un detallazo.
-Wao, que linda. Muchas gracias.
Le dije.
Otro beso y entramos al carro. Me llevó a una pizzería que no conocía y la verdad estaba espectacular todo. Yo solo tenía el café de la mañana en el estómago y aquello me supo a gloria. Rafa parecía un niño con juguete nuevo, me miraba y no paraba de sonreír, constantemente me preguntaba si estaba a gusto, si quería algo más. No tuve quejas la verdad. Por lo menos no hacia él.
- ¿Quieres postre?
Me preguntó cuando se llevaron los platos vacíos.
-Ay Rafa, estoy repleta. No creo que me quepa nada más.
-Aquí hacen unos brownies de infarto. ¿Vamos a compartir uno?
-Buenooo, está bien.
Realmente perderse aquel brownies hubiese sido un sacrilegio, estaba divino.
Salimos del restaurante y el frío en la calle estaba peor que en la mañana. La idea de ir a caminar por ahí o sentarse en un parque no era factible.
- ¿Existe la más mínima o remota posibilidad de que te quedes conmigo hoy?
Me preguntó.
-Rafa me gustaría, pero mañana tengo clases. 
Le dije.
-Eso no tiene problema, a las 8 en punto te dejo en la facultad.
-Pero es que no tengo ropa ni nada para cambiarme.
-Pasamos por tu casa y recoges algo.
-Tengo que avisarle a mi mamá Rafa, eso no es así como así.
-A ver corazón, si no quieres quedarte no pasa nada. Otro día será.
Realmente no estaba de ánimo para irme con él.
-Mira vamos a hacer una cosa, el miércoles yo no tengo clases porque hay juego de Softball y termino a las 11 por ahí. Ese día podría ser, claro si tú puedes.
Le dije y no sé por qué esperé que ese día esté complicado o trabajando. Pero nada de eso.
-Perfecto, el miércoles entonces, dame tu número para llamarte.
Me dijo y sacó el móvil para apuntar.
-Listo.
Guardó el celular y nos montamos en el carro. En la puerta de la casa nos despedimos y me bajé.
No había entrado y me sonó el móvil. Un mensaje de Rafa, "ya te extraño, voy a contar las horas hasta el miércoles".
Mi mamá ya estaba en la casa, la puse al día de los últimos acontecimientos y ya de paso le comenté el plan del miércoles.
-Y ¿Dónde vive ese muchacho?
Preguntó dudosa.
-En Santa Fe mami, cerca de la playa.
-Con este frío el tiempo debe estar malísimo para allá.
-Mamá ni que yo fuera a dormir a la intemperie. No te preocupes, el Rafa es buen muchacho. No lo conozco mucho, pero se le nota, es sano.
-Bueno, si tú lo dices. Ahí te dejé la comida. Friegas el plato.
-Siiiii.
Ni loca le decía que no me cabía ni un grano de arroz. La comida para un pozuelo y me la llevaba de almuerzo al día siguiente.




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