Mis tres amores By Marcos

Capítulo 2: Casanovas

De regreso a la escuela sentía que había crecido por lo menos 20 centímetros, parecía que todos sabían lo que había pasado, como si lo llevara en la cara tatuado. 
Empecé a ver a las muchachitas de manera diferente. Inconscientemente me pasaba las clases imaginando lo que llevaban debajo del uniforme y fue entonces qué comprendí que había caído en una trampa sin salida. Necesitaba volver a repetir lo que había pasado con Malena pero la cosa estaba difícil por lo menos entre mis coetáneas. 
De la amiga de Karla no volví a saber, fue a la casa en dos ocasiones después del 
encuentro en la playa y actuó como si no me conociera de nada. 
En ese suplicio terminó noveno grado y comenzó el Pre. 
No sé de quién fue la brillante idea de meter a más de 300 adolescentes llenos de hormonas revueltas, en una escuela en el campo sin poder salir. Aquello era el paraíso en la tierra. 
Todos los miércoles mi abuelo y mi mamá me visitaban para llevarme provisiones aunque no es que me hicieran mucha falta la verdad. 
De aquellas visitas mi mamá se iba traumatizada con el frío o con el calor, los mosquitos, la mala cara de la comida y los baños de agua fría que me tenía que dar. Mi abuelo, más viejo y más sabio siempre le decía: 
-Deja que crezca Tere, no puedes tener a Marcos toda la vida debajo de la saya. Además, míralo, él está de maravilla, más feliz que nunca. 
Pipo me conocía como la palma de su mano y sabía que yo estaba probando por vez primera, la independencia de hacer y deshacer sin que nadie me vigilara. 
En el Pre habían más muchachas que varones, como en casi toda Cuba y, modestia aparte, yo era de lo mejorcito entre los de mi especie. Nunca fui segunda opción de ninguna y podía 
escoger. 
Aprendí de todo en el Pre, a lavar, a preparar espaguetis con un calentador de agua y un cubo plástico, a limpiar pasillos infinitos y a conocer lo que le gustaba a las muchachas. 
Tuve tiempo de sobra para perfeccionarme y en aquella materia fui un alumno destacado. 
Mi mamá pensaba que la pérdida de peso semanal se debía a la falta de alimentos, si llegaba a sospechar la verdadera razón me sacaba del Pre y me trancaba en un cuarto. 
Todos los meses llevaba una novia diferente a la casa. Aquello era una pasarela y la verdad yo no le veía nada de malo. 
En doce grado ya no quedaba ni rastros del Marco que había salido de la Secundaria. 
Un sábado por la tarde llegué a la casa de la mano de Mary, la conquista de esa semana. 
Mi abuelo estaba sentado en el portal leyendo el periódico, me saludó con un beso y me dijo: 
-Cuando sueltes los bultos llégate al garaje que tengo que conversar contigo. 
-¿Qué pasó Pipo? 
-Nada mijo, almuerza y pasa por allá atrás. Un gusto linda. 
Le dijo a modo de saludo a Mary. 
Almorzamos, acompañé a Mary a su casa en la otra cuadra y me iba a acostar un rato cuando recordé que Pipo quería hablar conmigo. 
Estaba en el garaje debajo de su cacharro como siempre. Se había puesto más viejo, más canoso, los años le estaban pasando factura y yo no quería pensar qué iba a ser de mi vida cuando me faltara aquel viejo. Ese pensamiento me trancaba la garganta como cuando te regañaban y no podías contestar. 
-Dímelo viejuco, ¿Qué se cuenta? 
Abuelo salió de debajo del carro y se limpió la grasa de las manos con un trapo que tenía en un rincón. 
-¿Cómo va la escuela esa? 
-Bueno, tú sabes que yo no soy un talento como tú nieta pero me defiendo. 
-Que bueno, me alegra saber eso. ¿Ya pensaste qué vas a poner en la boleta? El fin de curso está ahí mismo. 
-La verdad es que no. Nada me llama la atención viejo y pa' colmo como nadie te explica nada menos todavía me interesa. 
-¿Y la mecánica? A ti siempre te ha gustado estar aquí conmigo arreglando el carro. ¿No puedes estudiar eso? 
-Pipo no es lo mismo mecaniquiar aquí contigo que estudiar Ingeniería Mecánica en la CUJAE, ahí hay que quemar como loco. Yo no estoy para eso. 
-¿Y se puede saber para qué está usted, además de andar detrás de cuanta mujer hay por ahí? 
-Ya sabía yo, te habías demorado en echarme la descarga. 
-Mira Marcos, hace rato yo quería conversar contigo mijo porque lo que estás haciendo no está bien. 
-¿Qué cosa abuelo? Eso es normal. 
-No Marcos no es normal tener una novia nueva todos los meses. Cuando tu abuela se empieza a aprender el nombre de una, se la cambias. Ni tiempo das a que uno se encariñe con las muchachitas mijo. Tu mamá no te ha dicho nada pero anda preocupada con eso, que agarres alguna enfermedad o que alguna de esas muchachas salga embarazada. ¿Tú 
te imaginas? 
-Bueno pero si es por eso pueden estar tranquilos que yo siempre uso condón. 
El viejo me lanzó una mirada incineradora. 
-Mira Marcos la hombría no se mide por la cantidad de mujeres que tengas. Eso no te va a hacer más hombre, esa es la parte fácil. Con las mujeres lo difícil no es llevarlas a la cama mijo. 
-¿Ah no? 
Le pregunté burlón. 
-No papi, lo difícil es que una vez que pasen por tu cama no se quieran ir para otra. Y para eso mijo no puedes andar así como tú andas. En este barrio no queda títere con cabeza Marcos. 
-Viejo pero ¿qué quieres que haga? ¿Rechazarlas? 
-El problema tuyo es que la vida te la ha puesto fácil, naciste lindo y simpático pero escúchame bien, eso no es eterno. Y cuando llegue la horma de tu zapato te vas a acordar de mí. 
-Bueno dicen por ahí que en lo que llega la indicada hay que divertirse con la equivocada. 
El viejo se rió por lo bajo y me miró. 
-Ay esta juventud. 
-Sí sí ya sé, la juventud está perdida. 
-No mijo, aquí nadie está perdido lo que pasa es que no te han encontrado todavía. Dale, ve a cambiarte y ven a tirarme un cabo. 
-Coño pipo me iba a tirar un ratico a dormir. 
-Que dormir de qué, agárrame la llave inglesa anda.

 




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