Los días pasaron y la comunicación con Carolina se volvió frecuente. Planificamos encontrarnos en el Coppelia, el punto medio de todos los capitalinos un sábado por la mañana.
Caro era de risa fácil, habladora, le gustaba el cine y la música. Nacida y criada en Alamar había estudiado siempre del otro lado del túnel de la bahía, así que se conocía La Habana
cómo la palma de su mano.
En el Malecón nos dimos nuestro primer beso y ese día comprendí que Carolina era diferente de las demás muchachas que había conocido en el Pre.
Me tocó ir y venir de Alamar unas cuantas veces, conocer a toda su familia y a sus amigas.
Las veces que ella venía a mi casa nos teníamos que ir temprano porque aquello era un viaje interprovincial y la gasolina no daba para tanto.
Aquella tarde cuando la dejé en su casa, ya llevábamos mes y medio en aquel ir y venir del carajo y me lancé.
-¿Caro por qué no le preguntas a tu mamá si mañana te puedes quedar en mi casa?
-Mijo pensé que nunca me lo ibas a decir.
Me soltó ella a rajatablas.
-Bueno corazón yo estaba esperando a ver si tú me lo decías o a que pasara un poco de tiempo no sé.
Aquella actitud de ella me dejó sin respuestas. Yo queriendo ir despacio por una vez en mi vida y Carolina loma abajo y sin freno.
-Sí quieres viramos juntos.
Me dijo con mirada sugerente.
No me podía creer que me hubiese dado aquel viaje por gusto. De verdad que a las mujeres no las entiende nadie. Pero continué en mi papel de novio atento y le dije:
-Dale está bien, recoge las cosas y déjame saludar a tu mamá.
Aproveché y llamé a la casa para que la vieja le pasara una manito a mi cuarto que estaba como cueva de pirata, aguanté la cantaleta y partimos nuevamente para la parada.
Llegamos a las 10 de la noche y yo andaba emocionado por la expectativa. Comimos algo, nos despedimos de todo el mundo y fuimos para el cuarto.
-Oyeeee qué bonito está esto.
Me dijo ella cuando entramos. De verdad que la vieja se había excedido en la recogida y hasta un incienso prendió.
-¿Viste? Yo soy súper ordenado.
Ella me miró bastante sorprendida y comenzó a dar un rodeo por la habitación.
-¿Han pasado muchas por aquí?
Me cogió desprevenido su pregunta
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Por aquí? Nooo..la verdad es que no.
-Tranquilo, aquí todo el mundo tiene pasado. Yo no te recogí en el cunero de maternidad. Y para que conste, tú a mí tampoco.
Aclaraciones hechas y todas las cartas sobre la mesa, pasó lo que tenía que pasar. Carolina sabía lo que estaba haciendo pero ya a esas alturas del campeonato yo no era ningún
novato, así que fue un combate parejo.
Se durmió feliz en mis brazos pero a los 20 minutos tuve que pasarla para la otra almohada, yo era un animal solitario por mucho que me gustara la compañía.
Me quedé mirando el techo un buen rato, pensando en las vueltas que da la vida. Yo quería cambiar, hacer las cosas bien y estaba tratando de que fuera así con Carolina.
Me tomé el tiempo de enamorarla, ser detallista y conocerla. Había que tener paciencia, imaginaba que la parte de los sentimientos y la cara de tonto tardaban en llegar, que no era algo instantáneo.
Con ese pensamiento me dormí más tranquilo, solo había que darle tiempo al tiempo.
A pesar de mi esfuerzo por corregirme, mi reputación me precedía. En cada esquina había una ex y Carolina, a pesar de disimularlo, no podía con aquello.
Pasábamos más tiempo en Alamar porque mis conquistas no habían cruzado la bahía y allí ella estaba más tranquila.
A medida que pasaban los meses fue evidente que Caro andaba enamorada y hacía todo lo posible por llamar mi atención.
Me cogió el Servicio Militar y durante la previa realmente la extrañé. No es fácil estar trancado 45 días sin ver a tu familia. Yo extrañaba hasta los azulejos del baño, el sillón de la sala, la comida de mi abuela, mecaniquiar con el viejo. Extrañaba que la pura me descargara por todo y por nada y por supuesto que quería ver a Caro. No había un fin de
semana que no me fuera a visitar a la unidad, me llevaba dulces, cartas y todo lo que se encontraba por ahí.
Mi hermana habló con un amigo de un amigo de Mandy y me resolvieron las EJT para pasar los meses del Servicio. Con la promesa de estar en la calle cuidando a la población del mosquito Aedes, me vesti de beige y empecé lo que serían 10 largos meses de caminatas,
autofocales y mucho machete.
Ya no podía ir con tanta frecuencia a Alamar así que Carolina venía para la casa. Todos los días era una discusión diferente por las llamadas que ya mi abuela no sabía cómo disimular
y las visitas que llegaban sin previo aviso, hasta por correo me mandaban cartas. Y yo juro que andaba más quieto que una vela pero ella no veía eso.
Aquello me fue desgastando, yo no estaba en nada y me sentí más acusado que nunca en mi vida. Ni en mis peores tiempos me habían celado tanto, no es que yo hubiera dado mucho tiempo a las anteriores para que aparecieran los celos pero bueno.
A finales de febrero del 2008 ya llevábamos 8 meses de novios y aquello era un récord olímpico para mí. Decidí prepararle una sorpresa para cuando llegara de la Universidad y encargué un cake con una vecina de la cuadra. Quedamos en que ella me lo iba a llevar
sobre las 4 y media así que me daba tiempo a darme un baño y esperar que llegara Caro sobre las cinco.
Cuando estaba en la ducha sentí un escándalo y la voz de mi abuela. Salí disparado con la toalla en la cintura para el portal y me encontré a Carolina echa una furia, toda colorada, la vecina medio llorando, mi abuela que no sabía qué hacer y el cake tirado en el piso.
-¿Y aquí qué pasó?
Pregunté con una mano aguantándome la toalla.
-¿Qué qué pasó? ¡Lo que va a pasar!
Me dijo Carolina y me pasó por el lado como un relámpago. La ví entrar al cuarto y le hice señas a mi vecina y a la vieja de que me esperaran ahí.
Cuando entré al cuarto ella estaba metiendo todas sus cosas en una mochila.
-Caro ¿Qué pasa?
-No te hagas el bobo Marcos, esta vez te pasaste.
-¿Que me pasé? ¿De qué tú hablas? No guardes más nada, niñaaa reacciona.
Le aguanté el brazo que parecía una pala recogedora guardando cosas.
-Suéltame Marcos. Hazme el favor y déjame tranquila. Ya esto es el colmo del descaro tuyo.
Yo no entendía nada y ella no estaba muy dispuesta a explicarme.
De repente soltó la mochila y se puso a llorar. Me dijo en medio de las lágrimas.
-Tú sabes lo que es que yo venga hasta aquí para encontrarme otra mujer esperándote muy oronda ella con cake y todo. Que lindo ehh, y la estúpida la última en enterarse. Noo y tú en
toalla y todo vaya que es mejor llegar a tiempo que ser invitado.
-Pero ¿de que tú hablas y esa película del sábado que tú te has montado Carolina? Mira déjame explicarte…
-No me expliques nada Marcos ya estoy harta, lo tuyo es mucho con demasiado mi hermano. A toda hora te llaman, hasta en la sopa salen tus exes. ¡Basta ya! coño chico que cuando te dije que no me importaba tu pasado nunca pensé que fuera una saga con 20 tomos. ¡Yo no puedo más con esto!
Agarró la mochila y salió disparada por la puerta. Quise detenerla pero así como estaba no pude salir para la calle.
Me quedé parado en el medio del portal, todavía en toalla.
-Mijo ¿qué fue lo que pasó?¿Por qué Carolina se puso así?
-Abuela te juro que no sé, por una vez en la vida yo no hice nada.
Recogimos el desmadre de cake que había por todo el portal. Fui a casa de la dulcera a pagarle por el postre que nunca probé y cuando le pregunté qué había pasado su respuesta me dejó de piedra.
Me contó que ella venía a traerme el cake y que se encontró a Carolina que iba entrando, le dijo que ella estaba buscando a Marcos el muchacho rubiecito que vivía ahí, y que sin
ton ni son Caro se volvió como que loca le tiró el cake al piso y empezó a faltarle el respeto.
Yo iba entendiendo un poco el mal entendido e imaginaba lo que le había cruzado a Carolina por la mente, igual eso no justificaba su reacción.
Me disculpé con la vecina y en su mirada vi que nunca más en la vida me iba a vender un cake.
Llamé a Alamar pero como era de esperarse no me pusieron a Caro al teléfono.
Al día siguiente bien temprano, recogí dos o tres boberías que se le habían quedado en el cuarto con el apuro de recoger y salí para allá.
Después de explicarle a mi todavía suegra lo que había sucedido, me dejó pasar al cuarto donde me encontré a Carolina debajo de una colcha, hecha un desastre. Se veía que había llorado toda la noche y eso no hacía más fácil lo que yo venía a decirle.
-Yo sé lo que pensaste cuando viste a la muchacha con el cake y siento mucho si he hecho que tengas esa opinión de mí. Lo único que quería era darte una sorpresa por el aniversario lo que llegaste antes de tiempo.
Poco a poco fue saliendo de debajo del edredón y se incorpó en la cama. Su rostro fue cambiado de enojo a dolor y de dolor a asombro. Y de ahí de nuevo a dolor porque sabía a lo que yo había venido.
-Ay Marcos, que pena.
Me dijo con la cara oculta entre las manos.
-Mira Caro, esto no tiene sentido. Tú no confías en mí y yo no puedo pasarme la vida defendiéndome de algo que no he hecho o por lo menos que no te he hecho a ti.
-Yo te prometo que voy a confiar en ti Marcos, de verdad.
Negué con la cabeza y le dije.
-Hasta aquí llegué Carolina. Espero que puedas encontrar a alguien sin pasado o con uno más tranquilo que el mío. Te deseo lo mejor de verdad.
Me levanté y salí de allí sin perder tiempo, sabía que si la dejaba hablar iba a perder el impulso y la convicción con la había ido.
Al regreso, caminé el Malecón de una punta a la otra, pensando y repasando los acontecimientos de esos meses.
Al final, traté de cambiar, me esforcé por enrumbar mi vida y tener una relación estable.
Nada funcionó. Seguían teniendo el mismo criterio de mí hiciera lo que hiciera.
Aquello era un laberinto en el que no encontraba la puerta de salida.
Llegué a la casa y Mandy me estaba esperando.
-Hace días que quiero verte pero no coincidimos.
Me dijo.
-Tú abuela me contó lo que pasó y si veo que andas solo me imagino que se acabó la historia con Caro ¿no?
-Así mismo mi hermano. Parece que al final no voy a ser un tipo enamorado como tú.
-Mira Marcos, Carolina es tremenda muchacha, excelente, mejor que tú incluso, pero no es la que te tocaba a ti. ¿Tú sabes cuando yo me di cuenta que tu hermana era el amor de mi
vida?
-Dejame adivinar… desde la primera vez que la viste.
Le dije en tono burlón porque aquel cuento ya me lo sabía de memoria y no me lo creía en lo más mínimo. Ni que uno pudiera ver el futuro y que eso la gente lo trajera pintado en la frente “Hola, soy el amor de tu vida”.
-Ríete bobo, que más me voy a reír yo cuando te llegue tu hora. ¿Tú sabes cómo le dicen los italianos a eso? El rayo, porque cuando conoces a la indicada es como si te cayera un rayo en la cabeza. No sé por qué pero es así.
-Bueno pipo parece que yo tengo el pararayos en talla porque la verdad, nada de nada.
-Hay más tiempo que vida Marcos. Disfruta mientras puedas que la juventud hay que aprovecharla.
Y eso hice.
Volví a mi existencia despreocupada y ligera.
Recuperé mi mala fama de conquistador y las abuelas del barrio empezaron a cerrarme las puertas en la cara nuevamente.
Nada me importaba. Yo andaba de paso.
Un viernes por la tarde llegué muerto de las EJT, me di un baño y salí para la esquina a ver a unos socios.
-Niño ponte un par de zapatos y un pullover ¿Qué cosa es eso salir en esa facha para la calle? Que barbaridad.
Me dijo la vieja desde la puerta. Le respondí casi a media cuadra.
-Yo viro rápido mima que estoy fachado.
Me senté en el muro de la Juventud a esperar que llegara Eduardito. Íbamos a cuadrar para el domingo jugar frontenis por la ciudad deportiva. Ahora nos había dado por eso, hacía unos meses era el fútbol pero esto era por temporada.
Ví que se acercaba Roli, un chamaco de la cuadra medio bitongo él, la madre lo tenía metido debajo de la saya todo el tiempo. No era mal chamaco pero necesitaba coger más la calle.
No andaba solo, venía con una muchacha al parecer de secundaria igual que él por el uniforme. Andaban con la cabeza mirando al piso y me asombró verlo acompañado porque no se le había conocido ninguna noviecita en el barrio.
En ese momento ella levantó la cabeza y un mechón de pelo le cayó sobre la frente. Miró en dirección al muro en el que estaba sentado y el tiempo se detuvo para mí. Un corrientazo me recorrió el cuerpo desde el dedo meñique hasta el último pelo de la cabeza.
Yo no tenía nada de italiano en mis genes, pero juraría que un rayo me habia partido a la mitad.