Mis tres amores By Marcos

Capítulo 6: La droga

La semana entera me la pasé velando a Sergito, me plantaba en el muro de la Juventud cuando llegaba de las EJT y de ahí no me movía hasta casi las 8 de la noche.
El viernes me lo encontré de casualidad cuando iba llegando.
-¿Qué se cuenta chamacón?¿Cómo está la Secundaria esa?
-Aquí mi hermano, loco por terminar ya.
-Y ¿Qué vas a hacer cuando termines? ¿Te vas para el Pre?
-Qué va asere, eso es para los que quieren estudiar y coger la universidad.  Yo no estoy para esa talla. Voy a coger un técnico medio y por que la pura me tiene sofocado. Yo lo que quiero es ponerme a trabajar ya y ganarme lo mío.
-Bueno pero ya te queda poco. Aguanta ahí. 
-Sí sí esa es la suerte. Esto de estudiar y eso no es lo mío.
-Mi hermano hace días yo estaba para verte porque me hace falta un favorcito tuyo.
-Dispara, ¿para qué soy bueno?
-El otro día vi a Roli, el chamaquito este de la esquina. Me dijo Eduardito que estaba en la escuela contigo.
-Sí, él está en mi aula.
-Él venía con una muchacha ¿Esa es la novia de él?
-¿Novia? Na. Roli no sabe lo que es eso ¿Cómo era la muchacha?
-Alta, bonita, de pelo castaño como con un flequito en la frente.
-Ah esa tiene que ser Evelyn. 
Evelyn…ya mi Mina tenía nombre.
-¿Y ella está en tu aula también?
-Sí, ellos andan juntos para arriba y para abajo. No me vayas a decir que el cabo que tú quieres que yo te tire es presentarte a Evelyn asere. 
-¿Por qué mijo?
-Olvídate de eso pipo, esa jeva no mira a nadie.
-¿Es fula? 
Le pregunté con temor de su respuesta.
-No, ella es chévere y no está en nada. Pero no le para bola a nadie. 
-¿Tendrá novio o algo?
-Bueno a la escuela no ha ido nunca nadie a hacerle sombra. Yo creo que es que ella es así. 
-Ven acá Sergito y ¿Tú me podrás conseguir el teléfono de ella?
-Bueno pipo deja ver cómo te consigo eso, pero no te prometo nada.
-Esta bien pichón, me vas a tirar tremendo cabo.
-¿Qué pasa? para eso estamos.
-Dale hermano, cuídate.
Nos dimos la mano y Sergio se fue sin notar mi ansiedad por conseguir aquel número. 
Por lo menos ya sabía su nombre: Evelyn.
Llegué a la casa y una visita inesperada me esperaba en el portal. 
-Hola ¿Cómo estás?
Me dijo Carolina mientras se acercaba a saludarme. 
-Bien, aquí en lo mismo con lo mismo ¿Y eso tú por aquí?
Le dije sin saber muy bien cómo reaccionar a aquel encuentro. 
-¿Podemos hablar un momento?
Me preguntó. Sabía de antemano el contenido de la conversación pero no había forma de safarme. 
-Sí claro ¿Cómo has estado?
Me senté en el sillón a su lado y ella empezó a juguetear con las manos.
-Marcos yo vine porque todo este tiempo ha sido fatal. Sé que actué sin pensar y lo eché todo a perder pero yo estoy dispuesta a cambiar mi actitud. Yo sabía que tenía sentimientos hacia ti pero al estar separados descubrí que es bien fuerte lo que siento. Yo…te extraño Marcos, pienso en ti a toda hora; y podía haberte llamado pero quería decírtelo frente a frente ¿Tú has pensado en mí?

¿Qué responder? ¿Cómo no mentirle y a la vez no ser hirientemente sincero? Yo había sacado a Carolina de mi mente en el justo instante que salí por la puerta de su casa. Mi memoria era un espacio curioso que se renovaba a sí mismo con frecuencia. Pero nadie quería escuchar eso, mucho menos después de haber desnudado el alma como ella lo estaba haciendo en ese instante. 
-Carol por supuesto que recuerdo los momentos buenos que tuvimos, pero también recuerdo todas las veces que discutimos por boberías. 
-Yo sé, yo sé y quiero decirte que antes yo no era así. Yo era más segura, para nada celosa. No sé qué me pasó contigo que llegó un momento que no podía soportar que nadie te mirara. Pero créeme que he trabajado en eso y no te voy a atosigar más con mis celos.
-Me alegro mucho de verdad que estés trabajando en eso, porque así nunca vas a poder ser feliz. Pero ¿Crees que vale la pena una relación con alguien que te hace sentir así? 
-Marcos eso es un problema que tengo yo, sí es verdad que nunca me había pasado pero tú tampoco me diste motivos más allá de saber que habías tenido un pasado intenso. 
-Y lo sigo teniendo Carol.
Me miró y supe que estaba hecha polvo por dentro. 
No quería lastimarla, pero tampoco podía darle falsas esperanzas. No se lo merecía.
-Mira, tú eres una muchacha como las que ya no hay, y sé que hay alguien allá afuera hecho a tu medida, pero no soy yo Carol y quiero que sepas que de verdad me esforcé por ser esa persona, pero al final no lo logré.
-Quizás ahí estuvo el problema Marcos. Esto no es de esfuerzo. Por el contrario, yo llevo todo este tiempo esforzándome por no sentir, por no extrañarte y es por gusto. Es más fuerte que yo.
Estaba completamente de acuerdo con lo que decía. Recordé a Mandy y sus palabras: cuando llega es como un rayo partiéndote a la mitad. Carolina fue como una lluvia de verano en mi vida, que refrescaba todo a su paso, que limpiaba y daba tranquilidad. Pero esa intensidad que yo necesitaba sentir no la encontré en ella. 
-Lo siento de verdad.
Le dije como si hubiese dicho en voz alta mis últimos pensamientos. 
Ella asintió con la cabeza y me respondió.
-Créeme cuando te digo que yo lo siento más. Nos vemos Marcos.
Salió por la puerta y la ví voltear la cabeza cuando llegó a la esquina. Levanté la mano y la saludé. Esperaba sinceramente que encontrara la manera de calmar su propia tormenta.
Volví a mi rutina de siempre y los días pasaban sin buenas noticias de parte de Sergio. Cada  vez que lo veía me daba la misma respuesta. Evelyn no transaba. 
Ya estaba a punto de aparecer en la escuela y pedirle el número yo mismo, pero dado lo que ya sabía de ella no lo creí conveniente. No quería seguir alimentando mi mala fama de fresco y atrevido.
En medio de mi dilema la pura me comentó que los papeles de la reclamación se habían agilizado, así que pronto tendríamos respuesta. 
Ella estaba ilusionada con eso. Pasaron los años, pero seguía enamorada de papá como el primer día y yo tenía miedo de que llegara a su lado y se volviera a decepcionar. Ninguno de nosotros sabía lo que nos podíamos encontrar del otro lado de aquel teléfono, que era el único vínculo que teníamos con el puro desde hacía 9 años. 
Él estaba muy bien. Trabajaba en un casino en Las Vegas y ganaba un buen salario. Nos dijo que eso se conocía allá como dealer, el que repartía las cartas y le daba vuelta a la ruleta rusa. Por las fotos que mandaba se notaba que tenía una buena vida aunque siempre le noté la mirada triste. El puro siempre fue un tipo familiar, prefería estar en la casa los domingos o reunirse con toda la familia que salir por ahí. Allá estaba solo o al menos eso decía él.
Por otra parte estaban Mima y Pipo, que nosotros nos fuéramos iba a ser para ellos lo último. Yo les prometí que iba a trabajar duro para que estuviésemos juntos lo antes posible, pero la percepción del tiempo cambia con la edad. Nueve años para mí no eran mucho tiempo pero para ellos podrían significar sus últimos años de vida. 
El viernes llegué temprano de la unidad y convencí a mi hermana y a Mandy de ir un rato para la costa. Hacía un calor terrible y si eso era a esas alturas del año, ni imaginar cómo iba a venir agosto.
Íbamos saliendo en el carro cuando veo a Sergito llamándome en la puerta. Salí disparado que casi no le doy tiempo a Mandy de frenar.
-Mira el loco este, casi me lo llevo.
Le dijo a mi hermana.
Llegué a donde está Sergio y en su cara veía buenas noticias.
-Aquí te traigo lo tuyo.
Me dijo entregándome un pedazo de papel de libreta. 
-Coño mi hermano de verdad que lo que no consigues tú…
-Es porque no existe.
No me dejó terminar la frase. 
Nos echamos a reír y le di un buen apretón de manos.
-Te debo una.
Le dije y me monté en el carro sin importarme la cantaleta de mi hermana, en el bolsillo llevaba oro molido.
-Bueno qué ¿Vamos a la revancha?
Me preguntó Mandy nada más que llegamos a la costa. La última vez hicimos una competencia para ver quién llegaba primero a los yaquis y yo le gané.
-Ya compadre, no sufras más que vas a perder el tiempo. 
Le respondí con burla.
-Oye eso fue porque yo andaba cansado, hoy estoy fresquito. Dale, tírate para que tú veas.
Sin darle tiempo a reaccionar me lancé de cabeza desde el muro y empecé a nadar. 
El agua estaba exquisita, divina para el calor que había. Con el apuro de ganarle a Mandy no me había ni quitado la camiseta….
¡Coño! el short.
Frené en seco en medio de aquel mar de agua salada. 
-Asere, estoy comiendo lo que pica el pollo.
Me dije a mí mismo mientras veia a Mandy pasarme por el lado.
-Pipo ¿qué pasó? ¿Te entumiste?
-Peor mi hermano, mucho peor.
Le dije sabiendo que para aquel entonces el papel de libreta con los 9 números que me habían quitado el sueño la última semana, estaba desecho en menudos pedazos.
Salí del agua y comprobé las consecuencias de mi descuido. No quedaba ni rastro del dichoso papel. Me senté en la costa a darle matraca a la cabeza a ver cómo hacía para volver a conseguir el número de Evelyn. 
Mi hermana se había metido en el agua con Mandy. Abrazados como estaban no se sabía dónde terminaba uno y empezaba el otro. 
Yo no quería estar presente cuando aquellos dos se fueran a despedir. No estaban casados y ya no podían hacerlo, si no el trámite de mi hermana regresaba al punto inicial. No les quedaba de otra que hacerse la promesa eterna que tantas parejas cubanas han repetido: “Te voy a esperar”.
El domingo me encontré con Sergito en las canchas y le conté mi estupidez.
-Coño mi hermano apretaste, con el trabajo que me costó resolver el número ese.
Me reprochó con toda su razón.
-Asere y ¿no hay posibilidad que te lo dé otra vez?
Le pregunté casi en una súplica.
-Compadre yo no sé lo voy a pedir de nuevo porque va a pensar que la estoy cogiendo pa eso ¿Y por qué tú no pasas por la escuela y se lo pides? 
-Es que yo no la conozco y si ella es así como tú dices capaz que me de un raspe y no me lo de.
-Bueno es una posibilidad, pero el que no se arriesga no gana mi hermano.
-Es verdad. Dale cuídate, deja ver qué hago.
Era evidente que le iba a tener que dar el frente a la situación y que fuera lo que dios quisiera. Así andaba yo que nunca había creído en nada ni mucho menos había vacilado en acercarme a una mujer.
El jueves fue el único día de la semana que me pude escapar temprano de la unidad. Pasé por la casa, me bañé y salí para la Secundaria. Llegué como media hora antes de la salida y me senté en la parada de enfrente a esperar. 
No tenía seguridad de que ella estuviese en la escuela, a lo mejor se había ido temprano o estaba enferma. Miles de posibilidades pasaron por mi cabeza mientras esperaba, que verla bajar aquellas escaleras me cogió de sorpresa. Traía una expresión seria, demasiado seria para su edad. No debía tener más de 15 años porque estaba en noveno grado y ella no era de las que repetía. Fue hacia la esquina y se compró un frozen, así que le gusta el helado igual que a mí.
Crucé la calle sin mirar ni para los lados y me acerqué al muchacho que estaba vendiendo los Frozen.
-Hola hermano, ¿Tú estás aquí todos los días?
-Sí de lunes a viernes ¿Por qué?
-Mira, te voy a pagar cinco Frozen para esa muchacha que te compró ahora. 
-Ah, ella casi todos los días compra uno.
-Bueno, los próximos cinco van por mí.
-Ok socio.
Le entregué el dinero y me acerqué a Evelyn por la espalda.
En ese momento se volteó y nos quedamos frente a frente.
-Hola.
La saludé y ella se quedó muda. 
Pensé que era mejor soltar todo el cuento antes de que reaccionara. 
-Sergito me dió tu número pero me fui para la costa y lo tenía en el bolsillo del short, me tiré de cabeza y se me mojó el papel. Llevo una semana atrás de él para que me lo vuelva a resolver pero me dijo que por gusto, que todavía no sabe ni cómo te lo pidió la primera vez.
-Alabao, tremenda mala fama tengo.
Me dijo haciendo un gesto con los ojos que no pude captar muy bien. 
-Mala fama no, pero fama de difícil sí.
Le respondí siendo totalmente sincero. La verdad me gustaba que tuviera esa fama.
-Yo me llamo Marcos, mucho gusto. 
Le tendí la mano.
-Evelyn, con y griega no con i latina.
-¿Eh?
Me dejó botado y con la mano estirada al viento.
-Nada, que me llamo Evelyn.
Me estrechó la mano y una corriente me caminó todo el brazo. Era como estar conectado a la 440. 
Nos quedamos así por una eternidad que duró menos de tres segundos. 
-¿Me puedes dar tu número de nuevo? 
Le pregunté. 
-¿Tienes con qué anotar?
Me puse a buscar como loco en los bolsillos pero no tenía nada arriba con qué apuntar. 
-A ver, dame la mano y te lo apunto.
Me dijo.
-¡¡¡En la mano no!!!
Le dije agitado mientras retiraba la mano. 
-¿Por qué? ¿Qué pasa? 
-¿Y si se me vuelve a borrar? me da una cosa muchacha. Anótalo aquí.
Sin más, me levanté el pullover y le señalé arriba en el pecho. 
-¿Ahí? 
Me preguntó. 
-Sí corazón, aquí.
Yo no sé qué me pasó por la cabeza en ese momento pero ella sacó un bolígrafo y me apuntó el número. Cada uno de los nueve dígitos era como un tatuaje de fuego en mi piel y sentía su respiración muy cerca, demasiado cerca. Bajé la cabeza y me tropecé con el olor de su pelo, la vida misma.
-Listo. Mira a ver no lo pierdas esta vez.
Me dijo interrumpiendo mis pensamientos que ya andaban volando lejos. 
-Nunca más. 
Fue mi respuesta.
-Por cierto, tienes cinco frozen pagados. Para cuándo estés acalorada te tomes uno pensando en mí.
Sin darle tiempo a responder crucé la calle.
No sé porque hice eso, tal vez huyendo del efecto que aquel olor había tenido en mí.
Era una combinación de mi perfume favorito, mi comida preferida y mi mejor recuerdo.
Una mezcla hecha a mi medida, con los ingredientes exactos para volverme loco y olvidarme del mundo.
Si existía una droga para cada uno de nosotros, acababa de encontrar la mía y se llamaba Evelyn.




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