Mis tres amores By Marcos

Capítulo 12: La despedida


Llegué a la casa y la noche entera me la pasé copiando canciones  que me recordaban a Evelyn. Desde "La fuerza del corazón" hasta "Atado a tu amor", mi cabeza parecía una vitrola.
Temprano en la mañana, comí algo y cuando iba a salir para su casa me encontré a Pipo que estaba sacando el cacharro:
-Eh y ¿Para dónde tú vas tan temprano?
-Voy a buscar a Evelyn viejo.
-¿Y ya le dijiste?
-Sí ya, anoche mismo.
-¿Cómo se lo tomó?
-Fatal, quería dejarme y todo.
-Qué lástima chico, esa muchachita vale la pena, es de las que ya no hay. 
Le di completamente la razón al viejo. Ni en un millón de años me iba a encontrar otra como ella. 
-Mijo ¿Y tú no crees que es mejor dejar las cosas así ahora que todavía están a tiempo?
-¿A tiempo de qué abuelo?
-De no sufrir más Marcos.
-Ay viejo, el día que yo tenga que despedirme de ella va a ser el peor día de mi vida. No quiero ni pensar en eso. Dejarlos a ustedes y a ella va a acabar conmigo. Pero ya te dije, yo no voy a parar hasta que estemos todos juntos.
El viejo me miró con los ojos aguados. Tenía un nudo en la garganta que hasta yo lo sentía. 
Le di un abrazo.
-Más tarde nos vemos pipo.
Llegué a casa de Evelyn con el manojo de canciones en las manos. Toqué el timbre varias veces y a la quinta vez me abrió la puerta Lucy.
La saludé y me llamó la atención la cara que tenía. Seguramente Evelyn le dijo lo que pasaba.
-Marcos, la niña no está aquí.
-¿Y dónde está? Yo le dije que la venía a buscar temprano.
-Mira a mí me da tremenda pena decirte esto, pero ella se fue y no quiere que tú sepas para donde. Por favor, no me lo pongas más difícil a mí.
Yo no entendía nada.
-¿Que se fue? ¿Cómo qué se fue? ¿Para dónde?
Le preguntaba fuera de mí.
-Marcos por favor, entiéndeme a mí. Ella me pidió que no te dijera. Me dijo que no quería verte más.
Las canciones se me cayeron de las manos. 
Me apoyé del muro y pensé que me iba a desplomar. Esto no podía ser real. 
-Lucy por favor, dame el teléfono por lo menos de donde está. Yo hablo con ella y la convenzo de que está equivocada.
-A ver Marcos¿Es cierto que te queda poco tiempo aquí?
-Sí como un mes más o menos.
-Entonces ¿Qué más da despedirse ahora que de aquí a un mes mijo? ¿No crees que va ser seguir sufriendo por algo que inevitablemente va a suceder?
Yo la entendía pero no podía aceptar aquello.
-¿Y qué voy a hacer yo sin ella este tiempo eh?
Le pregunté con las lágrimas en los ojos.
-Lo mismo que vas a tener que hacer cuando te vayas y que ella va a tener que hacer también: seguir viviendo. Mira Marcos, ustedes son muy jóvenes mijo, el mundo no se acaba con Evelyn.
-Él mío sí Lucy, el mío sí. 
Empecé a caminar como un loco, sin atender a mis pasos, chocando con la gente. Aquello era una pesadilla.
No entendía por qué Evelyn me había hecho eso, dejarme así sin siquiera despedirse.
Sabía que Lucy no me iba a decir más nada sobre ella, de haber podido hubiese tocado cada puerta de La Habana buscándola.
Me fui para la costa y allí estuve el resto del día. Cuando llegué a la casa, marqué su número y no me contestó nadie. 
-¿Te sirvo la comida pipo?
Me preguntó mi abuela, que no me había preguntado nada pero no le hacía falta tampoco. Mi cara era un libro abierto.
Negué con la cabeza y volví a marcar el número. Nada, no había respuesta.
-¿Por qué no te acuestas un poco?
Me dijo mientras me pasaba la mano por el pelo.
-Mañana todo va a estar mejor vas a ver.
-Ay vieja, ya nada va a estar mejor nunca más.
Me tiré en la cama que todavía olía a ella y lloré, como la vez que me partí la cabeza con 8 años, como cuando me enteré que se había ido el puro. 
Así me quedé dormido y cuando el sol me dio en la cara, me vestí y salí para su casa nuevamente. En algún momento ella tenía que regresar.
Esa fue mi rutina por 15 días, me levantaba, iba para casa de Evelyn, veía a Lucy irse para el trabajo siempre con la misma cara y las mismas palabras:
-Lo siento pipo, la niña no está aquí.
Regresaba a mi casa y marcaba su número más de 10 veces al día. Nunca tuve respuesta. 
Fuimos a la entrevista y todo transcurrió sin problemas. Ya teníamos los pasaportes visados y pasajes para dentro de cinco días.
Mi hermana y Mandy no se separaban ni un instante, ella andaba llorosa y él trataba de estar fuerte por los dos pero no lo lograba. 
-Cuídamela.
Me dijo dos días antes de irnos.
-Y tú cuídame a los viejos mi hermano. 
-Con la vida. 
Nos dimos un abrazo fuerte. Ese era el hermano que la vida me había regalado. 
Recogiendo mis cosas me encontré el último pomo que me quedaba de la loción Old Spice, no me la había podido echar más. Evelyn siempre me decía que si la gloria olía a algo, sería a Old Spice. 
Para mí a lo único que sabía la gloria era a ella, a su piel, al aroma de su pelo limpio y al sonido de su risa fresca y sincera. 
Me senté en la cama y le escribí una nota, ya era evidente que no la iba a ver antes de irme y aquello me dolía en el alma.
"No dudes ni un instante que has sido la casualidad más hermosa de mi vida. Esto no termina aquí, tú y yo tenemos más historias que contar. Me llevo conmigo el beso que tenía que haberte dado en los labios pero mejor así, te lo doy a la vuelta. No me olvides nunca
Te amaré siempre como Drácula a Mina, 
Todo tuyo
Marcos.”
Le escribí y envolví la loción junto con la nota.
-Mima, esto es para Evelyn.
Le entregué una bolsita con boberías que a ella le gustaban, la nota y la loción.
-¿Qué hago pipo se lo llevó a su mamá?
-No mima, averigüen qué día se van para la beca, debe ser el primer lunes de septiembre pero bueno. Ahí te anoté la dirección del punto. 
-Tranquilo que yo me encargo de eso. 
-Ay vieja, como voy a extrañar tu sazón.
Me metí en sus brazos como cuando era un niño, esos brazos que me durmieron, me dieron de comer, me bajaron fiebres y me defendieron hasta de mi propia madre.
¿Por qué la vida era así? ¿Por qué me había tocado nacer en un lugar que separaba a la gente? Sentí una furia profunda por todo y solo podía llorar abrazado a mi vieja.
La noche antes de irme fui por última vez a casa de Evelyn.
Como ya era habitual, Lucy me abrió la puerta y no había ni rastros de ella.
-Me voy mañana Lucy, vine a despedirme.
Me abrazó con cariño. Para ella tampoco era fácil todo aquello. 
-Cuídate mucho pipo, y estudia.
La miré sin poderle decir las palabras que empujaban por salir de mi boca.
-Tranquilo, yo se lo digo.
Nos despedimos y el ruido de la calle no me dejó escuchar el carro que se acercaba a esa casa cuando ya yo iba por la esquina.
Íbamos los 6 dentro del cacharro de Pipo sin emitir ni un sonido. 
Llegamos al aeropuerto y, a pesar de haber imaginado aquella escena muchas veces en mi mente, vivirla dolió mil veces más. 
Mandy abrazado de mi hermana con los ojos inyectados en sangre de tanto llorar, mima leyéndole las instrucciones de la vida a la pura y pipo aguantado del carro haciendo todo lo posible por controlarse. 
Por un instante me sentí fuera de mi cuerpo, observando todo y a todos como una película vista muchas veces. Ese día no lloré, abracé al viejo y le pedí a la vida que aquel no fuera el último abrazo.
Cuando el avión despegó, se quedaron atrás muchas cosas: los socios del barrio, la costa, el fútbol, mi casa, mis viejos. 
A Evelyn no la pude dejar atrás, irremediablemente la llevaba grabada a fuego en el alma.















 




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