Mis tres amores By Marcos

Capítulo 13: My Evelyn


El viento caliente nos dio la bienvenida a Las Vegas, la ciudad del pecado.
El puro nos recibió emocionado, nueve años sin vernos se esfumaron de un plumazo, y volví a ser el mismo chiquillo que corría a sus brazos cuando él llegaba del trabajo. 
Después del furor de los abrazos, las lágrimas y los besos, lo observé bien y vi las huellas de los años en su rostro y en su pelo lleno de canas. Para mirarme a los ojos tuvo que levantar la vista varios centímetros y era evidente en su mirada que añoraba aquel encuentro más que nada en el mundo.
Llegamos a la casa y allí todo era diferente, desde los colores hasta el olor. 
Esa noche llamamos a Cuba para hablar con los viejos y decirle que habíamos llegado sin problemas. Mi hermana habló con Mandy y la voz se le cortaba, iba a pasar un buen tiempo para que ella se adaptara a esa lejanía. Yo lo sabía por experiencia propia. 
-Mima, acuérdate de mi encarguito.
-Siii pipo tranquilo, ya sé el día y la hora en la que se van. 
-Gracias vieja, cuídate mucho.
El puro había pedido unos días en el trabajo para recibirnos y nos dio un tour por la ciudad.
¡Era simplemente asombroso! La emoción y el bullicio nos golpearon en cuanto pusimos un pie en ella.
Caminar por las calles de Las Vegas era como sumergirse en un mar de colores y sonidos vibrantes. La música retumbaba en mis oídos, mezclándose con el murmullo constante de la multitud que se movía sin descanso. Los edificios gigantes se alzaban hacia el cielo, cada uno más extravagante que el anterior, como si compitieran por llamar mi atención.  
Sus fachadas parecían contrastar entre sí en un juego de luces y colores, como si intentaran superarse en grandeza y originalidad. 
Las calles estaban repletas de personas de todas partes del mundo, con sus propias historias y destinos. Me sentía como un explorador en un territorio desconocido.
Las fuentes danzaban al ritmo de la música, lanzando chorros de agua al aire que brillaban bajo la luz de la luna. 
También había un aura de misterio e intriga flotando en el aire, como si cada esquina escondiera un secreto esperando a ser descubierto. Las calles estaban llenas de personajes fascinantes: desde los extravagantes artistas callejeros hasta los elegantes apostadores que parecían llevar el peso del mundo en sus hombros.
Y luego estaba el desierto que rodeaba la ciudad, extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista con su belleza árida y desolada. Era como un recordatorio constante de que, incluso en medio de toda aquella opulencia y exceso, la naturaleza seguía siendo la verdadera dueña de ese lugar.
El desierto añadía un toque de misterio y soledad a esta tierra de excesos y extravagancias. La vastedad del paisaje me recordaba lo pequeño que era en comparación con el universo, y me hacía reflexionar sobre el amor que había dejado atrás. ¿Sería suficiente la excitación de Las Vegas para llenar el vacío que sentía en mi corazón?
La respuesta a esa pregunta era sencilla, ni todo el brillo de aquel lugar lograría opacar el recuerdo de Evelyn. 
Cada paso que daba me llevaba a un nuevo descubrimiento: casinos deslumbrantes donde los juegos de azar parecían interminables, espectáculos que desafiaban la imaginación y restaurantes que servían platos que nunca en mi vida había escuchado y con nombres de imposible pronunciación.
Pero en medio de la multitud animada y las risas contagiosas, era inevitable pensar en ella. En el sonido de su risa, en el brillo de sus ojos cuando me miraba. ¿Estará pensando en mí? ¿Estará sintiendo la misma  tristeza que yo?
Visitamos el casino donde trabajaba el puro y entramos a un mundo completamente diferente. 
El sonido constante de las campanas de los tragamonedas se mezclaba con la risa y los gritos de emoción de los jugadores, creando una sinfonía caótica pero embriagadora que llenaba el aire. 
Las luces parpadeantes y los carteles brillantes invitaban a probar suerte, prometiendo fortunas que cambiarían vidas en un instante.
Los casinos eran como templos de la suerte, donde los destellos de las máquinas y el sonido de las cartas barajándose,  creaban un sin fin de posibilidades. 
Era fácil dejarse llevar por la emoción del momento, por la promesa de fortuna y éxito que parecía estar en todas partes. Pero incluso entre la multitud bulliciosa, me sentía solo, como si un pedazo de mí estuviera en otro lugar, a miles de kilómetros de distancia.
Septiembre pasó volando entre papeles y organizaciones. Habían muchas cosas por hacer que llenaban casi todo el tiempo y eso me ayudaba a no pensar. 
Mima me había contado de Evelyn, que estaba flaca pero linda con su uniforme azul y que se emocionó mucho cuando los vio.
En una ocasión llamé a su casa y no tuve suerte, nadie me respondió. 
Empecé un trabajo de medio tiempo en una especie de Café y lo combinaba con los estudios. El idioma me golpeó fuerte en la escuela pero poco a poco lo fui chapoteando. 
La rutina diaria era brutal, allí la pérdida de tiempo no existía. Todo el mundo andaba de prisa de un lado a otro.
Extrañaba el barrio, a mis abuelos y a ella. Era como un dolor muscular, que de momento se te olvida y cuando das un paso en falso te duele la vida. 
Mi mamá estaba aturdida, a su edad los cambios eran más difíciles de asimilar y estaba también la situación con el puro. La emoción de la llegada dio paso a un sin fin de preguntas y reclamos. Ellos sabían que tenían un camino largo que recorrer para volver a entenderse.
Cuando se le acabaron los días de vacaciones, papá se incorporó al trabajo y entendí sus canas y las arrugas de su cara. Aquel hombre no paraba, trabajaba de madrugada y a veces en el día también. 
Sabía que me tenía que poner las pilas y empezar a ayudarlo.
A los dos meses de estar allí, tocaron a la puerta de la casa y casi me da un infarto cuando ví a Mandy frente a mí. 
Aquel loco había vendido el cuartico que tenía y se tiró al mar en una balsa, la historia sin fin se repetía una vez más. 
Mi hermana no daba crédito a sus ojos, lloraba y lo abrazaba como una loca. Él venía más delgado que la última vez que lo vi y la travesía le había pasado factura. Pero ya para recuperarlo y hacerlo olvidar estaba Karla.
Me preocupaban mis viejos que ahora sí estaban completamente solos en un país donde sus canas y sus años no valían nada.




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