Miserables entre alas

Capítulo 1

El cielo no siempre brilla....
A veces, también se quiebra.
Y esa mañana, el Consejo Celestial se sacudió con el sonido de un grito.

-¡Yo no necesito terapia divina! -Zdena lanzó su copa de néctar al suelo, que se evaporó con un chasquido.

Sus alas temblaban; una de ellas tenía una pluma rota, signo de desequilibrio. Su gata negra, Sálem, la observaba desde el borde de una nube con esa calma despreocupada que solo los felinos conocen... hasta que notó la ansiedad en los ojos de Zdena y se volvió protectora, casi maternal.
En el otro extremo, Kahiry observaba en silencio.
Más joven, más centrada, con una mirada serena que ocultaba cansancio. Ella siempre era la que recogía los pedazos después del desastre, la que limpiaba el fuego que dejaba su hermana.

-Zde... no puedes seguir así -susurró Kahiry, apoyándola con paciencia infinita-. El cielo no es un castigo, pero tú lo conviertes en uno.

-Entonces mándame al infierno, a ver si allá me siento mejor -dijo Zdena, con sarcasmo teñido de melancolía.
Kahiry tomó suavemente su mano.

-Vamos... primero tus medicinas. No puedes enfrentar nada si no las tomas. Yo te ayudo -dijo con calma.
Zdena rodó los ojos, pero no protestó. Sin Kahiry y sin sus medicamentos, los ataques de ansiedad se dispararían; sin Kahiry, probablemente estaría atrapada en un bucle de depresión más profundo. Sálem, normalmente despreocupada, ahora se acomodó sobre ella con intensidad protectora.

-Eres demasiado buena conmigo... -susurró Zdena, escondiendo su vulnerabilidad bajo su sonrisa traviesa.

-Y tú eres demasiado rebelde -replicó Kahiry-. Pero estamos juntas en esto, ¿recuerdas?
Un carraspeo resonó en el salón celestial.

Léiden, con un pergamino dorado entre las manos, las observaba desde el centro del Consejo. Sus alas blancas reflejaban cada rayo de luz, y aun así, había en su mirada un cansancio profundo. No solo era un arcángel ... también era su hermano menor.

-Han roto tres leyes divinas -empezó con voz firme-. Liberaron un espíritu de redención sin autorización, alteraron el flujo de las plegarias nocturnas y destruyeron la fuente de cristal del Santuario de la Aurora.

Zdena alzó una ceja.
-Eso último no fue culpa mía. Fue Toffee. -El mapache levantó la cabeza desde su rincón, con una aureola torcida, como si entendiera la acusación.

Kahiry se cruzó de brazos.
-¿Perdón? ¡Toffee solo estaba intentando limpiar el agua bendita! Fuiste tú quien la sobrecargó con energía solar.

-Mentira vil -replicó Zdena, con una sonrisa inocente-. Toffee es un criminal reincidente. Míralo, parece culpable.

El mapache chilló indignado, y Sálem bufó en respuesta.
Léiden suspiró, presionándose el puente de la nariz.

-Basta las dos. Ni el cielo entero tiene suficiente paciencia para esto.
dio un paso adelante.
Zdena dijo entre dientes.

-Típico. Siempre defendiendo a Kahi y su roedor celestial.

-No es un roedor, es un ser puro! -respondió Kairyn, ofendida-. Y tú también lo serías si dejaras de destruir cosas!

Léiden los observó a todos: la gata, el mapache, sus dos hermanas y el caos que inevitablemente las seguía. A veces olvidaban que él no solo era su superior... también era su familia.
Con un suspiro, prosiguió:

-Si no fuera por mí intercediendo ante el Consejo, hace siglos te habrías convertido en demonio, Zdena.
Ella sonrió con descaro.

-Ay, el hermanito perfecto hablando otra vez. ¿No te cansas de recordármelo?

-No tanto como me cansa tener que limpiar tus desastres -respondió él, acercándose unos pasos-. Y te advierto algo, Zdena... tus alas se están tornando oscuras porque estás iniciando la transición.

El silencio cayó como un rayo.
Kahiry se irguió, ofendida.
-¡No digas eso, Léiden ! Ella...solo está pasando por un mal momento. No es una demonio.

-No aún -respondió Léiden con frialdad-. Pero el cielo no puede mantener a quien ya no quiere luz.

Zdena lo miró con una sonrisa tensa, aunque sus ojos temblaban.
-Qué inspirador, de verdad. Se nota que eres el hermano del año.
Un silencio pesado los envolvió. A pesar de las palabras, el vínculo entre los tres era inquebrantable.

Y aunque Zdena y Kahiry no lo recordaban, alguna vez, en vida, Zdena los había protegido hasta su último aliento.
Solo Léiden lo sabía, solo él recordaba cómo su hermana mayor había dado todo por ellos antes de morir.
Por eso la defendía, incluso cuando ella misma ya no creía merecerlo.

Léiden retomó el tono solemne:
-El Consejo ha decidido, deberás ayudar a un humano perdido. Solo así podrás demostrar que mereces seguir siendo ángel.
Zdena cruzó los brazos, con su típica sonrisa sarcástica.

-¿Ayudar a un humano miserable ? Meh... sinceramente, prefiero que me manden directo al infierno. Seguro ahí hay más emoción .
Léiden la miró con incredulidad y reproche.

-¡Zdena! ¿Cómo puedes ser tan inconsciente? El infierno no es un parque de diversiones. Allí las almas sufren eternamente. Cada instante es tormento y sufrimiento .

Kahiry intervino, calmando la tensión:
-Déjala, Léiden... es Zde,siempre exagera... aunque igual deberíamos tomarlo en serio.

Zdena suspiró, apoyándose contra la nube y mirando sus alas con un brillo mezclado de miedo y desafío:
-No es que no quiera... solo que... ayudar a un humano.... no estoy segura de poder.

Léiden frunció el ceño, pero su tono se suavizó un poco.
-Ese miedo es natural. Pero huir de él solo oscurecerá tus alas aún más.

Zdena suspiró y volvió a posar la mirada sobre sus alas, esta vez con un toque más serio y vulnerable, aunque disfrazado de sarcasmo:
-Nah... solo estoy probando mis "emociones estratégicas de supervivencia angelical".

Léiden suspiró de nuevo, serio:
-Esta misión no es un juego, Zdena. Cada decisión que tomes puede cambiar vidas... incluyendo la tuya.
Kahiry dio un paso adelante.




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