Misericordia #1

#30: Charlie.

Estaciono el auto frente a la enorme mansión, donde ya todo se encuentra a oscuras, a excepción de unas cuantas lámparas que iluminan algunas partes del jardín.

—¿Vas a contarme o te quedaras callada como siempre? —Lanzo la pregunta, sin importarte ni un poco, el enfado que pueda tener.

—¿Vas a dejar de meterte en los asuntos ajenos o dejaras de ser un idiota? — Lanza la pregunta en mi dirección, lo cual me hace sonreír un poco, pues, el ser un idiota era uno de mis mejores dones —Así que haznos un favor a ambos y abre las puertas —Señala la puerta como si no supiera que ambas tienen seguro, un seguro que gracias al cielo está bajo mi control.

—No lo creo — Sonrió sin vergüenza alguna —No hasta que me cuentes qué diablos hacías en un lugar como lo es  "Paradise" .

— Solo me divertía un poco —Suelta tan rápido como si eso ayudara  a creerme tal estupidez — Nosotras al igual que ustedes machitos, también podemos divertirnos un  poco, después de todos somos humanos, así que déjame salir.

—No me provoques Juls—Suelto cuando siento que el humor me ha cambiado por aquel simple comentario como si mi cuerpo se negara a imaginarse tal si quiera que alguien más le pusiera una mano encima, no de la manera en la que yo lo había hecho.

—Parece que he lastimado tus sentimientos de marchito alfa, como si por un par de noches de sexo ya me hubieras hecho propiedad tuya —Suelta antes de empezar a reírse en mi propia cara, logrando que mi furia crezca aún más de lo que ya lo ha hecho.

—Lo que a ti parece no quedarte claro, es que eres mía —Suelto de manera tan posesiva que incluso yo me sorprendo —Preciosa —Suelto antes de tomarla de la nuca hasta acortar la distancia que nos separa y poder saborear nuevamente esos hermosos, deliciosos y carnosos labios.

Morderlos, lamerlos como la primera vez que lo hice, como un adicto a la droga dispuesto a dar todo por conseguir un poco de ella, como  un hombre en el desierto en busca de un poco de agua, ella lograba convertirme en un hombre que no podía vivir sin probar sus labios, sin estar cerca de ella, sin poderla tocar ni mucho menos mirarla, con tan solo un simple toque me había puesto a su merced como todo hombre que necesita de una mujer como aquello que tanto había negado convertirme.

— Eso es algo que nunca podrá ser —Suelta en medio del beso con su mirada tan ardiente como la mía antes de depositar otro beso sobre mis labios para así alejarse de mí tan rápido que cuando veo ya ha bajado del auto, sin darme la oportunidad de analizar el momento en el que logró quitarles el seguro a las puerta, hasta que entro en razón y recuerdo que minutos antes estábamos envueltos en un beso tan apasionado que no me había dado cuenta en el momento en que ella aprovechó eso para poder llegar al botón.

—¡Maldición! —Grito para mi mismo antes de bajarme del auto y seguirle el paso, lo cual me cuesta más de los planeado, pues ella lleva mucha ventaja de por medio —¡Juls regresa aquí! —Gritó con la intención de que se detenga antes de entrar a la enorme mansión pero es imposible detenerla.

—¡Déjame en paz! —Grita con tan solo poner un pie dentro de casa, sin importarle despertar a alguien.

—¡Solo quiero saber a qué diablos estás jugando! —Suelto de igual manera tomando su brazo con firmeza para así detenerla consiguiendo que retroceda un par de pasos en mi dirección.

—No estoy jugando nada —Suelta con frialdad — Lo único que quiero es que por una primera vez en tu vida dejes de meterte en la mía —Sus ojos se vuelven hacia los mio, los cuales me miran con bastante seriedad en ellos, una que nunca había visto —Así que deja de ser un idiota de primera y déjame en paz —Grita tan fuerte que hace que un par de luces se prendan, demostrando que hemos despertado a alguien dentro de casa.

—No lo haré —Gritó de igual manera, pues ya no importa lo de despertar a alguien, pues eso ya lo hemos logrado. —No después de lo que pasó en Nueva York, no después de todo lo que pasamos, simplemente me niego a hacerlo —Gritó sin importarme que las luces de la planta alta se hayan encendido y con ellos hayan aparecido mis padres.

—¿Qué pasa? —Pregunta mama al bajar las enormes escaleras, deteniéndose justo en medio de los dos, como si eso fuera a evitar la pelea que acabamos de comenzar, la cual no creo que acaba pronto.

—Lo que pasa es que Charlie es un pesado, no deja de meterse en mi vida y en este punto ya me he cansado de el, me encantaría que volviera a Nueva York —Suelta Juls con bastante enojo lo cual me hace apretar los puños para poder contener todo lo que quiero decirle, todo lo que mi alma ruge por reclamarle, todo el odio que grita por poder salir de mi pecho.

—Juls, eso no tiene nada de malo, el solo no quiere que te pase nada malo entiéndelo por favor —Pide mi mama de manera amable tratando de hacer razonarla pero es imposible, pues lo único que su mirada refleja es odio. 

—No quiero que se preocupe por mi.

—¡Claro! —Grito perdiendo totalmente mis estribos sin importarme la mirada llena de terror que mi madre me da —Quieres que me vaya para que así puedas irte a revolcarse con cualquier imbécil para poder conseguir un poco de droga —No soy consciente de lo que digo hasta que veo el terror que cruza la mirada de mamá, el pánico que invade la de Juls y la ira que se filtra en la de mi papá.

—¿Qué has dicho? —Pregunta mi padre al escuchar las palabras fluir por mi boca y por la manera en la que mira a Juls, se con certeza que la he cagado, así que tomó la decisión de no responder a la pregunta que me ha lanzado pero se que eso no servirá de nada — Tu —Señala en mi dirección —Quiero que te vayas a tu habitación de inmediato y tú —Señala a la chica quien mantiene su mirada agachada —Tienes tres segundos para estar dentro de mí despacho.

—Pero papá  —Intentó remediar mi error pero me quedo callado con la mirada tan fría que me da papá.




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