¿Saben por qué las personas aman la fantasía? Porque por un segundo pueden escapar de una triste realidad, una realidad que para todos es diferente y se resume en experiencias y conocimientos propios. Las personas son un completo misterio, mundos que no conocemos, pensamientos que nunca vemos y sentimientos que no comprendemos, detrás de cada persona siempre hay una historia que las llevó a convertirse en lo que son ahora.
Me pregunto porque no dejo de pensar en cosas tontas y sin sentido como estas, si al fin de al cabo nadie más puede escucharlas, aunque siendo sincera ayudan a que me distraiga del resto del mundo.
¡Dara! Escuché con horror la voz de mi madre, por el tono agresivo y fuerte de su voz sabía que estaba enojada. Caminé lentamente hasta la puerta de su habitación y la abrí lentamente.
—¡Me puedes decir por qué no me habías contado que tu padre no pasó a recogerte! —Se sentó al borde de su cama.
—Es que no quería que pelearan , además ya tengo 17 años y puedo llegar a casa yo sola.
—¡Eres tonta! En primer lugar, eso es un problema entre tu papá y yo, tú no tienes por qué meterte y en segundo lugar por si no lo sabías la calle es un lugar muy peligroso debiste esperar.
—Estuve esperando una hora y no llegaba, así que decidí venirme sola—de forma involuntaria mi tono se sintió un poco más agresivo de lo que quería.
—Igual que siempre ¡Tu padre es un completo inútil!, pero esto no se va a quedar así. Ya puedes irte.
Caminé hasta mi cuarto sin decir nada más, cerré la puerta con candado y me recosté sobre la cama, sentí como lentamente mis ojos se llenaban de lágrimas, no estaba mal por la fría actitud de mi mamá era algo a lo que ya estaba acostumbrada, sino que sabía lo que estaba a punto de pasar.
Un rato después escuché a mi papá llegar, me altere al darme cuenta de que mi madre salió de su cuarto y de inmediato los escuché discutir, sus gritos invadieron la casa y acabaron con la poca calma que había, abrí la ventana de mi habitación y mire fijamente el cielo, me alegré al mirar la hermosa luna llena que proyectaba toda su luz en mi ventana, por unos minutos pude olvidar todo lo que estaba pasando, pero eso no duró mucho de nuevo escuche los gritos enfurecidos de mis padres, cerré la ventana, me acosté sobre la cama y tape mis oídos con la almohada, deseaba quedarme dormida, deseaba soñar con aquel lugar misterioso al que iba frecuentemente dentro de mis sueños,ese mundo que se había convertido en mi escape de la realidad,un lugar donde me sentía sumamente segura.
Desde que tenía 6 años solía soñar con un mundo completamente diferente al mío, habían unas pequeñas, pero tiernas cabañas donde vivían unas amables personas. Al frente había un enorme castillo que se veía desde todas partes ahí vivía un imponente, pero agradable rey junto a sus tres hijos, aunque sin duda lo más increíble que tenía aquel lugar era que detrás del gran castillo había un camino infinito de puertas y la vista era única, a pesar de que hubiera tierra y un suelo parecía que el lugar estaba sobre una enorme y esponjosa nube.
Solía jugar con una pequeña niña llamada kassia era la hija mayor del rey una pequeña princesa con la que solía correr por todo su reino, era muy divertida e intrépida, siempre decía que algún día se convertiría en una fuerte y valiente guerrera que mantendría a salvo a los inocentes, y sí que podía lograrlo era la clase de persona que pensaba que podía cambiar el mundo, su padre junto con otros soldados,le estaban enseñando algunos trucos básicos de batalla,aprendía muy rápido y tenía grandes habilidades para ser una niña de tan solo 7 años.
Aquel lugar se sentía muy real era como una clase de película o serie que se formaba en mi mente, siempre tenía una continuación una aventura nueva por recorrer. Todos los días me dormía ansiosa esperando soñar con eso y saber que pasaría después, una de las cosas más extrañas era que solo Kassia podía verme, los demás decían que yo era su amiga imaginaria, mi imaginación es algo que todavía me sorprende.
Sin darme cuenta me quedé profundamente dormida.
De repente el sonido de la alarma me despertó, era hora de ir a la escuela, no había tenido ningún sueño, en los últimos años los sueños dejaron de ser recurrentes y se habían vuelto cada vez más sombríos.
Mis padres habían salido a trabajar temprano así que me levante, me aliste y prepare el desayunó siempre era así ya me he acostumbrado a la soledad, incluso en la escuela estaba sola desde que murió mi mejor amiga Sofía, le había dado cáncer en uno de sus pulmones, pero a pesar de la quimioterapia y todos los intentos por salvarla no pudo resistirlo y murió de un paro respiratorio.
Dicen que el tiempo lo cura todo, pero aún sigo sintiendo el mismo vacío desde ese día, el día en el que sentí que se moría una parte de mí, ella no lo merecía siempre estaba llena de luz, incluso sonreía en medio de las dolorosas quimioterapias y yo veía con horror como cada vez estas la estaban matando lentamente. Aún recuerdo la mañana en que me desperté con el sonido del teléfono, recuerdo sentir como mi corazón se aceleró al escuchar a su padre llorar en medio de la llamada y sin que me lo dijera ya sabía que ella había muerto, recuerdo quedarme inmóvil sin poder decir nada aun con la esperanza de que mi suposición no fuera cierta, hasta que me dijo que no lo había resistido y había muerto.
Fue el golpe más duro de mi vida y si me lo preguntan hubiera preferido haber sido yo y no ella, no me gusta recordarla acostada en una cama porque sé que a ella no le gustaría, prefiero recordar esos días llenos de risas en los que solíamos hablar y bromear por todo, ella era la clase de persona que le encontraba el lado bueno a las cosas, era de la clase de persona que amaba ver sonreír a los demás, odiaba mi pesimismo así que solía molestarla con eso.
Volví a la realidad, me había quedado tan metida en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que ya se hacía tarde, Salí corriendo de mi casa y por suerte alcancé el autobús de la escuela, me senté en el único puesto vacío que había, me preparaba para otro día aburrido. Ya había pasado casi un año desde la muerte de Sofía y aún extrañaba su enorme sonrisa cuando me veía subirme al carro.