Elián había ingresado y mi rostro se había tornado rojo de lo furiosa que estaba. ¿Cómo se atrevía a aparecer de la nada y pretender que lo perdone fácilmente?
“Voy a matarlo” pensé internamente y mientras pensaba una y mil maneras dolorosas de matarlo, su voz me interrumpió.
—¡Rhea!— sus ojos se cristalizaron y una lágrima estaba lista para caer por su rostro.
—¿Rhea?— solté un suspiro de molestia—¿Cómo te atreves a siquiera a pronunciar mi nombre?— me acerqué hacia él— Tú y yo no somos nada, la sangre no es más que eso así que ni creas que tendrás el privilegio de decir que estás relacionado conmigo. Eres un maldito y te odio tanto como odio a esos que se hacen llamar padres— esta vez mis ojos se cristalizaron, pero la furia era más fuerte.
Reconozco que aun así quería ir a abrazarlo, era mi hermano, pero me lastimó como nadie y lo odiaba, lo quería fuera de mi vida.
—¿Cómo pudiste abandonarme?— las lágrimas comenzaron a deslizarse por mi rostro— ¡Me apoyé emocionalmente en ti porque dijiste que me protegerías y simplemente te fuiste! ¿Cómo te atreves siquiera a pararte frente a mí?
—No es así, Rhea. Yo no te he abandonado. No sabía qué hacer cuando nuestros padres nos dejaron, estaba desbastado. Sí, fue muy cobarde irme, pero no eras la única que estaba sufriendo y cada día que pasó, incluyendo hoy, he pensado en ti— su voz se entrecortó y las lágrimas comenzaron a rondar por su rostro.
—¡Entonces, ¿por qué no regresaste antes?!— elevé mi tono.
—Ellos me prohibieron que te vuelva a buscar porque si lo hacía me iban a separar de ti y eso no es lo que quería— respondió en mi mismo tono.
—Tú eres un maldito, al igual que tus padres, porque ya no los considero mis padres, y tú, tío Jan, eres igual que ellos— dije lo último con decepción.
Salí corriendo de allí y al salir la lluvia comenzó a caer. Me quité la cazadora para ponerla sobre mi cabeza y resguardarme de ella durante el camino hacia mi hogar.
Comencé a caminar con rapidez en dirección a la casa de mi tío Jan, a la vez que muchas cosas se me cruzaban por la cabeza, no quería ver a nadie, iba a acabar con el primer idiota que se me cruzara.
A lo lejos observé a alguien corriendo, resguardándose de la lluvia en dirección a mí. No le di importancia, estaba lo suficientemente ocupada intentando resguardarme a mi misma de la lluvia, pero al llegar hacía a mí, perdió el equilibrio cayendo de frente sobre mí.
Se trataba de un niño con una estatura de tal vez un metro setenta, de cabello azabache alborotado, ojos almendrados en color verdosos, de nariz pequeña y labios alargados en un ligero rojizo.
Luego de observarnos por un buen rato, me digne a hablar.
—¿Una roca se ha atravesado en tu camino?— indagué con molestia mientras la lluvia caía sobre nosotros.
Él soltó una risa.
—En realidad se me atravesó algo mucho más atractivo que eso— respondió divertido.
—Como digas. ¿Me harías el favor de quitarte de encima de mí? No sé si has notado que estoy a nada de ahogarme con agua de lluvia.
—Lo siento— respondió para ayudarme una vez que él se había levantado.
Los dos nos encontrábamos totalmente mojados, observándonos bajo la lluvia.
—Voy a buscar mi auto que está allí— señalo detrás de mí a un vehículo en color negro estacionado frente a la estación.
“Bonito auto, pero no lo suficiente para impresionarme, podría decir que mi vehículo era aún mejor. Por cierto, actualmente se encontraba secuestrado en la estación policial. No sé quién de los dos pasa más tiempo allí”
—Puedo llevarte si quieres— ofreció con una sonrisa amable.
—No gracias, tengo dos bellas piernas que me llevaran de regreso a casa— respondí fingiendo una sonrisa que borré rápidamente.
En respuesta, él soltó otra risa.
—No es problema para mí llevarte— insistió.
—No, estoy bien— respondí terminante.
—De acuerdo, como tú desees. Entonces me despido— me observó una última vez para luego continuar con su camino hacia el vehículo.
Al continuar con mi camino, un vehículo, al pasar cerca de mí, rozó el cordón inundado con agua de lluvia e hizo que me bañara con ella, tenía agua por todos lado, era de noche y el frío comenzó a sentirse. Aquel chico observó la situación desde la distancia y se acercó a mí con su vehículo, mientras yo le dedicaba bellas palabras al vehículo que había acabado de pasar.
—Maldito idiota, si te cruzo por la calle en mi auto, no dudaré en hacerte alfombra para luego ponerla de recuerdo en la entrada de mi habitación y…—fui interrumpida por él.
—¿Aceptarás que te lleve?— se podía notar como estaba conteniendo una carcajada.
No podía negar que me estaba congelando, la ropa que tenía puesta era la de la discoteca y no cubría mucho.
—Bien, es tu día de suerte—solté un soplido de molestia.
—Si quieres puedo dejarte aquí, bajo la lluvia, toda empapada, con probablemente mucho frío— espetó analizándome de pies a cabeza.
—De acuerdo, llévame— desistí.
—Bien, ponte esto— estiró una cazadora completamente seca, hacia mí.
—De acuerdo, gracias.
Me cubrí con la cazadora e ingresé al vehículo y él continuaba su risa.
—¿Qué tanto miras?— Indagué con molestia.
—Nada, es solo que te ves graciosa— y finalmente soltó la carcajada contenida.
—¿Te parece gracioso verme toda empapada?— levanté una de mis cejas mientras lo observaba con mi rostro ensombrecido.
—Si— respondió con diversión.
Pero al observar que mi rostro continuaba ensombrecido, cambió sus palabras.
—Digo claro que no, no es para nada gracioso— puso el tono más serio que le permitía la situación— Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
—Rhea Bell. ¿Cuál es el tuyo?— pregunté con curiosidad.
—Te lo diré en cuanto lleguemos a tu hogar.