¿Adivinen donde termine después de eso? Si, mi segundo hogar, la estación de policía.
—Primer cargo: Exceso de velocidad.
—¿Qué dices tío? ¡Iba a velocidad normal!
—Segundo cargo: Exceso permitido del volumen máximo de sonido.
—¿Qué? ¿Ahora escuchar música es un crimen?
—Tercer cargo: Saqueo de propiedad privada.
—Le devolví el maldito móvil, le puedo comprar 3 si quiero. Vamos tío, eso no es un crimen.
—Cuarto y último: Gestos indebidos a la autoridad.
—Solo le mostré mi hermoso dedo del medio. ¿Tanto por eso?
—Estoy cansado de tus berrinches, tus caprichos, de tu comportamiento en general. Te voy a hablar como lo haces tú...Ya no eres una maldita niña, ya eres mayor de edad. ¡MADURA!, ¿Acaso te cuesta tanto?. Yo ya lo hablé con Elián y el hecho de que hoy estés aquí es gracias a él, si no estarías en la maldita Academia Bell, pero voy a hacer algo mejor. ¿Adivina qué? ¡Iras a una escuela de modales y quejarte o negarte es un lujo que no vas a darte!
—¡Prefiero ir a prisión antes de ir a una de esas escuelas de niñas tontas!
—Créeme que yo también desearía que estés en prisión.
—En primer lugar, bájale a tu tono y yo no iré a esa escuela.
—De acuerdo, ¿prefieres el internado?. Perfecto, allí iras.
Solo lo miré con mala cara, pero, ¿La Academia?. No me podía hacer eso, claramente prefería esa escuela de malditos modales, pero estaba claro que me van a echar, maldito, ¿Por qué quiere cambiarme?
—Está bien, la escuela de modales, pero no prometo que no me expulsen.
—Así como te expulsan de esa escuela, te vas derecho a la Academia. ¿Entiendes sobrina?, ahora vete a casa.
—Púdrete Jan.
—¿Ahora me llamarás por mi nombre? De igual forma, yo también te quiero y comenzarás mañana luego de la preparatoria.
Maldito seas, tío, ¿Cómo se te ocurre mandarme a una escuela de modales?, es lo último que tendría. ¿Para qué usar modales?
Muéranse todos malditos, púdranse y revuélquense en el infierno, seguro los veré allí.
Me fui caminando hasta mi casa, genial, el maldito de mi tío me saco el auto hasta nuevo aviso.
En el camino, un coche se detuvo al lado mío, yo no le di importancia. Seguí caminando y el muy maldito me estaba persiguiendo.
—Tan hermosa y ¿tan sola?— indago y la voz se oyó familiar, pero aun así no estaba segura de quien se trataba.
—Púdrete, maldito idiota.
—¿Así le hablas al que guarda tus secretos?
Lo miré y era el idiota de Athan. No sé por qué, pero había algo en el que no me cerraba, era como extraño, pero en fin, estaba bien bueno.
—¿Eres así de idiota siempre o a veces para a descansar?— dije bromee.
Athan solo soltó una risa.
—Ven que te llevo, niñita rebelde.
—¿Niñita rebelde?— interrogué con una sonrisa divertida.
—Si, te vi cuando salías de la estación.
—¿Acaso me espías?
—No, cerca de allí viven mis padres y te vi al salir.
—Ahh, pensé que eras un maldito asesino, que me iba a secuestrar y luego me iba a descuartizar e iba a tirar mis partes por todos lados y...—me interrumpió.
—Vaya imaginación tienes, pues si eres muy bonita, pero no te voy a asesinar— comento entre risas—Y dime, ¿qué has hecho ahora?
—Nada, solo me agregaron cuatro cargos más por exceso de velocidad y no sé que más, nada grave— dije sin importancia.
—Guau y ¿Así de tranquila lo dices?
—Sí, estoy acostumbrada, no soy una maldita criminal, solo es que me hacen causa hasta por respirar.
—¿Y cómo es que todavía no te metieron en prisión?
—El idiota de mi tío es el comisario y es por eso que todavía estoy fuera.
—Que sincera eres.
—Sí...A nadie le gusta como soy, todos piensan que soy la niña malcriada que tiene todo y se lleva el mundo por delante.
—¿Y no eres así?
—Claro que no, nadie me conoce realmente, si es verdad que soy una maldita y todo eso, pero creo que es mi manera de ser, a veces no hago las cosas con intenciones, simplemente me salen.
—¿A veces te arrepientes de esas cosas?
—Claro que no, no tendría porque.
—Claro, llegamos— aviso con una sonrisa.
—Gracias. Oye, ¿me traerás a mi casa cada vez que me meta en problemas y me saquen mi auto?— pregunte divertida.
—Cuenta conmigo.
—Que conste que tú lo has dicho— sonreí— Gracias de nuevo.
Athan se despidió con un gesto.
Llegue a la casa y allí estaba Elián, quien no me había visto entrar, perfecto para una maldad.
Fui por detrás de él y le di un gran susto.
—¡Rhea!. Casi me matas del susto— dijo mientras se toma el pecho.
—Esa era la idea hermanito.
—Si me vas a hacer algo, hazlo ahora, no estoy para bancarme tus caprichos— dijo mientras volvía la mirada al televisor.
—No, solo quiero agradecerte.
¿Yo le dije eso? Bueno, si, ¿y qué?
—¿Agradecerme? Oye que te pasa, ¿Qué me vas a hacer?
—Ya bájale a tu drama, no te haré nada, solo te estoy agradeciendo, maldita sea.
—¿Por qué?— indago atónito.
—El tío Jan me contó, que si no fuera por ti, estaría ahorita en la escuela de modales, igual no creas que no voy porque me mandara igual allí.
Él me miraba como tratando de querer decir algo, pero a la vez buscando las palabras correctas para decirme sin que lo termine asesinando o algo así.
—Creo que nosotros tenemos que hablar— dijo esperando a que lo insultara o algo, pero la realidad era que necesitaba saber lo que realmente había pasado con él, que hizo estos dos años alejados de mí, donde estaba, quería abrazarlo, contarle todo lo que me había pasado, lo que sentía y no era momento de comportarme como una perra, era Elián, mi hermanito que estuvo siempre conmigo, no podía perderlo otra vez no quería y no lo iba a permitir, él no.
—Está bien, pero no aquí, dame las llaves de tu auto.