Miss Rebel

C A P I T U L O 11

Pov Rhea

Ya sé quien me ayudaría a hacer que me echen, Binie.
Me dirigí hasta donde se encontraba ella y le propuse que me ayudara.

—¡Claro que te ayudaré!— esbozó con complicidad— La verdad es que tampoco tolero a esa tal Anne y me da igual seguir o no aquí. ¿Has pensado en algo?

—Todavía no, pero pronto se me ocurrirá algo.

—Yo tengo una idea en mente. Si quieres te la cuento, pero no aquí.

—Te sigo— respondí y luego la seguí.

Llegamos hasta un pequeño cuarto, podía notar que ella conocía esta escuela.

—¿Has estado aquí antes?— indagué con curiosidad.

—No, pero mi madre si estuvo aquí, pero como ves, no funcionó porque ahora trata de librarse de mí, pero antes de que se convirtiera en una maldita alcohólica, me contaba sus historias de cuando venía aquí.

—Por lo menos la tienes contigo— respondí en tono bajo— Pero cambiando de tema, dime cuál es tu idea.

—Ella me contó que en todas las habitaciones pasan por arriba unos tubos con sensores que comienzan a rociar agua cuando el fuego las toca, por lo que es sencillo. Tomamos una silla, tú te vas a un extremo de las habitaciones y te acercas hasta uno de los sensores con un encendedor y lo prendes hasta que el agua comience a salir, yo haré lo mismo en otra de las habitaciones.

Sonreí con diversión ante su ocurrencia.

—Wow, me sorprendes.

—Gracias. Pero, ¿qué hay sobre ti?, me inspiras curiosidad.

—¿Qué quieres saber sobre mí?

—No sé, tus padres, tu familia, pareja.

—No te ofendas, pero de mi familia no hablo.

—De acuerdo, ¿y algún enamorado?

—No, el amor apesta. Aunque si hay uno está bien bueno. ¿Qué hay de ti?

—No, eso no es para mí, todos los hombres son iguales. Te enamoran, te hacen el cuento de que te quieren y luego, cuando se cansan de ti, te botan.

—¿A ti te paso eso?— dije intrigada.

La verdad no sabía lo que era enamorarse, bueno no sabía lo que era el amor y me dijeron que no era tan malo como ella lo dice.

—Si, cuando tenía dieciséis había un chico. Cualquiera que lo viera, pensaba que era el chico ideal. Él tenía dos años más que yo. Era de pelo castaño, ojos marrones y disimulaba muy bien ser buena persona. Teníamos muchas cosas en común, nos llevábamos muy bien. Pero luego, de un día para el otro, comenzó a cambiar. Una vez me golpeo sin motivos, simplemente me golpeo, como si lo hubiera querido hacer desde siempre. Luego me pidió disculpas, lo perdone y volvimos a estar juntos, pero se volvió una costumbre el golpearme. Mi madre también fue golpeada, supongo que ese es el motivo de su borrachera, pero en fin. Todo se terminó y ya no lo volví a ver. Su nombre era Keelan.

—Que maldito, miserable, ¿cómo se atreve a golpear a una mujer?— dije furiosa, no sé por qué, pero me sentía identificada con Binie, algo me llama la atención en ella como si fuera la única persona capaz de no juzgarme y por lo contrario, entenderme.

—No lo sé, lo único que sé, es que no debes confiar mucho en los hombres.

—Bueno, ya, cambiemos de tema. ¿Cuándo comienza nuestro maravilloso plan?

—Cuando tú lo desees.

—Tiene que ser antes de que me vengan a buscar esta noche.

—Entonces será ahora ya sabes qué hacer. Iré por la cocina y tú a las habitaciones de las niñas.

—¿Llega hasta la habitación de esa vieja?

—En esa habitación se encuentra el sensor central, sin dudas se mojará toda— respondió soltando una sonrisa.

—Manos a la obra— dije devolviéndole la sonrisa.

Me dirigí a las habitaciones de esas tontas. Entre y trabe la puerta para que nadie entre. Tome una silla que había ahí y con el encendedor que había tomado de la cocina, comencé a acercarlo al sensor. Al rato el agua comenzó a salir y se comenzaron a escuchar unos ruidos. Yo reí al escuchar como gritaban, pero luego empezaron a forcejear la puerta de la habitación para que pudieran entrar. Rayos, tenía que irme de ahí.

—¿Qué hago?, piensa Rhea.

Fui hasta la ventana y solo estaba a dos pisos de la planta principal.
No tenía opción, la puerta ya casi estaba por abrirse. Ni lo pensé, me arrojé por la ventana. Mierda, sí que dolió, pero tenía que levantarme rápido.
Al levantarme, entre por la puerta que daba hacia el patio. Al entrar me encontré con la señora Anne, que estaba toda mojada y Binie se encontraba a unos metros riendo a carcajadas y haciendo muecas divertidas.El agua dejo de caer luego de cinco minutos.

—¿De dónde vienes?—indagó furiosa.

—De arrojarme de la ventana para evitar que se dieran cuenta de que acababa de incendiar uno de los sensores para mojar todo este lugar— respondí sonriendo falsamente.

—Vas a hacer que me agarre un infarto, niña. ¡Dime que no es cierto lo que acabas de decir!

—Le advertí que podría ser peor, pero no te ilusiones que esto no es ni la mitad de lo que puedo hacer.

—No aguantaré a una niña como tú, no lo haré. Inmediatamente, llamaré a tu tío.

—Vaya, yo la espero aquí— respondí en tono de burla.

Binie se acercó hacia mí.

—Misión cumplida, ¿contenta?

—No hasta que me vaya de este maldito lugar.

—Lástima que te vayas, comenzabas a caerme bien.

—Ven conmigo. No puedes estar aquí, esto no es para nosotras. El padre de una de mis mejores amigas es dueño de un complejo de apartamentos, por lo que no debes preocuparte en donde te quedaras.

—¿Por qué harías eso por mí si ni me conoces?

—Siempre tuve la intuición de conocer a las personas, con tan solo verlas me doy cuenta de cómo son y tú eres muy parecida a mí— dije alzando una ceja.

—Tendré que escaparme de aquí— me recordó.

—No creo que te sea un problema.

—Claro que no— sonrió.

—Este es mi número— dije entregándole un papel con mi número telefónico— Llámame esta noche— dije cuando escuche a la Sra. Anne que me llamaba— Me iré con la Sra. Amargada, luego hablamos— dije entre risas a lo que ella solo rio.




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