Las lágrimas no dejaban de caer. Estaba sola, perdida, sin nadie.
Jan también me había abandonado.
¿Por qué todos me abandonaban?
En la primera que pensé en acudir fue en Binie. Juno me había dado una copia del apartamento, así que entre.
—Binie— llamé.
Binie salió de su habitación al cabo de segundos.
—Rhea, ¿qué ha pasado?— indagó al verme llorar.
—Siento que voy a estallar.
—Ven, cuéntame.
Nos sentamos en el sillón y me preparo un té.
—Te hará sentir mejor.
—Gracias, Binie.
—Cuéntame que es lo que ha ocurrido.
—Hoy fallecieron mis padres y mi tío— mis lágrimas no podían detenerse.
—Rhea, lo siento mucho— consoló acompañado de un abrazo.
Luego de contarle todo, trate de calmarme. Binie me ofreció ver películas y comer pizza para distraerme por un momento.
La verdad no estaba de ánimos para nada, pero no me iba a quedar llorando como tonta, así que acepte.
Pasamos todo el día mirando películas, contándonos historias y comiendo. Me ayudo a subir un poco el ánimo hasta que la noche llego y decidí volver a casa.
—Gracias, Binie, pero ya me regresaré a casa, tengo algunas explicaciones que dar.
—Claro, ven cuando quieras.
—Gracias.
Nos despedimos con un abrazo y salí del apartamento para posteriormente tomar un taxi en la esquina, tanto drama me hizo olvidar que había ido al velorio con mi vehículo por lo que tenía que ir de regreso.
Al llegar observé a Elián sentado a un lado de la entrada principal.
—Rhea...
—Déjame en paz, Elián—respondí con molestia.
—Debemos hablar.
—No quiero hablar contigo.
—Yo sí. ¡Debo saber que harás de tu vida!. ¿Vas a pasártela arruinando las vidas de los demás como siempre?— interrogó con molestia.
—¿Ahora tú también estás en contra mío? ¿Cuál es tu problema? ¿Quieres culparme de lo de tus padres?. ¡Hazlo maldito, pero eso no hará que regresen!
—Habían regresado y mira como terminó.
—¿Por qué no vas de visita? ¿Qué esperas? ¡Déjame, abandóname tú también!
Luego de un momento de discusiones y gritos, regresamos a casa, cada uno por su lado.
Y no paso mucho tiempo hasta que la puerta sonó y fui a atender.
—Buenas noches, ¿se encuentra Elián?—indagó una rubia con ojos en color topacio mientras sonreía amablemente.
—¿Y tú quien eres?
—Soy Phoe, Phoe Amery.
—¿Tú eres la famosa Phoe?—le di una rápida mirada de pies a cabezas.
—Si, eso creo—respondió divertida— Tú eres Rhea, ¿verdad?
La rubia asintió.
—Elián, me hablo mucho sobre ti, hablo maravillas—inclinó la mirada— Por cierto, lamento lo de tus padres.
—Yo no tengo padres— respondí y le cerré la puerta en la cara.
—¿Quién era?
—Una rubia con ojos topacio y una sonrisa irritable. Una tal Phoe y te busca— repliqué con una sonrisa falsa.
—¿Phoe? ¿Por qué le cerraste la puerta en la cara?
—Porque se atrevió a nombrar lo de tus padres— respondí furiosa.
—¡Rhea, ella no sabe, no tiene la culpa!
—Ay ya cállate, Elián, y ve a abrirle que debe estar congelándose.
Me fui a mi habitación y me recosté.
Entre pensamientos y recuerdos, me quedé dormida.
Al rato comencé a escuchar ruidos en la ventana de mi habitación.
Me acerqué y Athan estaba allí.
—¿Esta es la parte en la que me cantas una serenata?— pregunté en tono burlón.
—Si quieres te canto— replicó divertido.
—¿Por qué simplemente no llamaste a la puerta?
—Es más emocionante— soltó una sonrisa— ¿Piensas seguir hablándome desde la ventana?, porque mi pobre cuello no va a aguantar tanto mirando hacia arriba.
—Enseguida bajo— sonreí.
Bajé y vi que Elián estaba muy hablando con la tal Phoe. No le di importancia y salí.
—¿A qué se debe el honor de tu visita?
Athan se acercó a mí y tomó mis manos.
—Me enteré lo de tus padres, lo siento mucho.
—Athan, no te molestes, pero no me gustaría hablar de eso.
—Necesitas hablar de eso Rhea, estuve en el funeral y escuché lo que has dicho.
No sabía que decir, había escuchado todo lo que dije y él aún está aquí, ¿qué pasa con él?
—No te preocupes, sé que fue el dolor quien habló por ti.
—No dejes de hablarme, por favor— pedí casi en un ruego.
—Claro que no lo haré.
Fuimos al patio trasero de la casa en la que había una fuente con unos bancos alrededor y nos sentamos allí.
—¿Recuerdas cuando nos cruzamos en el muelle?
—Si, claro.
—Al llegar a casa, ellos se encontraban aquí.
Le conté todo como paso y no creía en lo que decía, pero finalmente me entendió y solo me abrazo.
—Yo hubiera reaccionado igual que tú, pero ¿ya pensaste en lo que harás después de que todo pase?
—Cumpliré con lo que mi tío quería, voy a ir a la Academia de mi abuelo, creo que me ayudara.
—¿Tu abuelo es dueño de una Academia?
—Sí, iba a quedar en mis manos cuando mi abuelo se retirara, pero seguro que quede para Elián, ni siquiera puedo controlar mi vida, mucho menos una Academia.
—¿Eso significa que no te veré más?
—Eso creo, es un internado disfrazado de Academia, por lo que no podre salir cuando lo desee. Mañana iré a hablar con mi abuelo para poder comenzar. Puedes acompañarme si quieres.
—Lo siento, Rhea, no puedo. Tengo que atender un asunto de mis padres, pero luego podemos vernos y despedirnos—sugirió.
—Gracias por todo, Athan, eres un gran amigo.
—Me hubiera gustado ser más que tu amigo, pero te entiendo y si ir allí te hará bien, yo estoy contigo.
Sonreí en respuesta.
—Me voy, mañana nos vemos, me llamas y salimos a tomar algo, ¿quieres?
—Claro.
Planto un beso en mi mejilla y se metió en su vehículo para desaparecer segundos después.