Luego de despedirme del abuelo, me dirigí hacia la Preparatoria para avisar que no iría más.
Hable con el director y me dirigí hacia mi auto, cuando me estaba yendo me cruce a Gea.
—Con razón de pronto la preparatoria comenzó a oler a pudrición.
—Podrías intentar ducharte y tal vez se quite.
—No te gastes en insultos conmigo Rhea, ya no eres más la bravucona, ya nadie te tiene miedo. Ya todos saben que no eres nada más que una cobarde. Ya no tienes a nadie. ¿Nunca te has puesto a pensar porque todos te abandonan?
Mientras Gea continuaba hablando, yo respiraba profundo y contaba lentamente hasta diez, así evitaba arrancarle su cabellera. Pero no me pude controlar.
—¿Y tú te has puesto a pensar porque eres tan idiota? ¿Por qué eres una adicta o porque cada chico con el que sales te abandona?. Primero fíjate en ti y después en lo demás.
—¿Qué pasa con la Gea que arreglaba todos a los golpes?
—Tiene mejores cosas que hacer en vez de perder tiempo con alguien como tú.
—¿Estudiar en la Academia Bell?— sonrió con diversión.
—¿Cómo sabes de eso?
Ella alzó sus hombros en señal de no saberlo.
—¡¿Dónde lo has oído o quien te lo ha dicho?!
—Oblígame a decírtelo— provocó.
Me acerqué a ella y la empujé hacia el suelo. Ella se levantó rápidamente y se tiró encima de mí. Nos comenzamos a agarrar a los golpes, hasta que sentí que alguien me agarró por detrás y me alejó de ella.
—¿Qué crees que haces?— indagó Gea con molestia.
—¡Están en la preparatoria!
—¡¿Y qué?!
—Detente Gea y regresa a clases— Galen giró la mirada hacia mí—¿Te encuentras bien, Rhea?
—¡Y a ti que te importa, me largo!
—Nos harías un favor a todos si lo haces— replicó Gea.
Le regalé un gesto con el dedo del medio y posteriormente volví de regreso a casa.
Athan se cruzó por mi mente en esos momentos.
Tomé mi teléfono, busqué su nombre y presioné sobre el icono de llamada.
—Hey, Athan— saludé.
—Rhea, hola. Espérame un segundo— susurró.
—Seguro— el sonido de una puerta cerrándose se oyó del otro lado.
—Ya, y cuéntame, ¿cómo te fue en la Academia?
—Bien, ya está todo listo, mañana comienzo.
—¿Quiere decir que hoy, definitivamente, es nuestra despedida?
—Por lo menos por un tiempo.
—¿Y dónde quieres ir en nuestra despedida?
—No lo sé, tú dime.
—En ese caso, te sorprenderé, paso por ti a las cuatro— avisó.
—Claro, te esperaré.
—Nos vemos en la tarde.
—Nos vemos luego, Athan.
Corté la llamada con Athan y me puse a preparar algunas cosas que llevaría al internado, no era mucho porque no necesitaría ropa.
Terminé con eso y le fui a informar a Elián que mañana comenzaría en la Academia.
—Elián, vengo a decirte que mañana comenzaré en la Academia del abuelo.
—¿En la Academia?, ¿por qué?
—Sabes que es lo deseaba el tío Jan y quiero, ya sabes hacer las cosas bien, como lo suelen hacer las personas normales y buenas.
Elián soltó una risa.
—Si es lo quieres, sabes que tienes mi apoyo y seguro lo harás bien— sonrió—Siento haber actuado como un imbécil últimamente.
—Sí, estoy acostumbrada— sonreí.
Me quedé hablando con Elián hasta que se hizo las cuatro.
—Son las cuatro, debo irme— avisé.
—¿Dónde iras?, digo si se puede saber.
—No, chismocito, no puedes saber.
—Vamos Rhea, cuéntame, ¿Acaso sales con el ricito?
Si, Athan se había transformado en ricitos para Elián.
—Pero qué vieja chismosa que eres, claro que no.
El timbre de la puerta sonó.
—Oh, ¿quién será?— se hizo el sorprendido.
—Yo abro— dije rápidamente.
—Claro que no, yo abro.
Dicho esto, comenzamos a correr para abrir la puerta. Elián me gano porque llego primero.
—Hola, ricitos— saludó Elián divertido.
—Mm, hola. ¿Se encuentra Rhea?— indagó con nervios.
—Claro, iré a llamarla. Ten cuidado, estoy vigilándote ricitos.
—Lo tendré, no te preocupes.
Elián se dirigió hacia mí.
—Tu galán te busca— avisó.
—Eres un tonto y un metiche Elián.
—No hagas esperar a ricitos— la situación le parecía realmente divertida.
—¡Deja de llamarlo así!
—Ya vete— pidió.
Fui hasta la puerta y saludé a Athan.
—¿Y dónde me llevarás?
—Si te lo dijera, dejaría de ser sorpresa.
—Tienes razón.
—¿Lista?
—Seguro— respondí con una sonrisa.
Subimos al vehículo y Athan comenzó a manejar por la carretera.
Luego de una hora de viaje, llegamos hasta lo que parecía un lago.
—Bien, ahora tienes que cerrar tus ojos.
—Estás loco, no haré eso.
—Es parte de la sorpresa, por favor— pidió haciendo cara de puchero.
Cerré los ojos con inseguridad y esperé a que Athan me diera la orden para abrirlos. Sentí que tomo mi mano y me guio, no sé hasta donde porque no veía. Luego sentí sus labios en los míos, plantando un dulce beso y me pidió que abriera los ojos.
—¡Athan, esto es hermoso!
Había armado un pequeño pícnic frente al lago, todo estaba muy hermoso.
—Sabes, desde que te conocí, sentí algo especial hacia ti, no sé que es, pero se siente bonito y me duele saber que no te veré por un tiempo, pero me alegro porque sé que es lo que quieres.
Formé una sonrisa.
—Gracias Athan, estos momentos que pase contigo, la he pasado muy bien, nunca me habían hecho sentir como tú lo hiciste y espero verte cuando salga de allí.
Así estuvimos toda la tarde, hablando, riendo. Realmente la pasé muy bien, me hacía sentir como nadie.
No, Rhea, no puedes enamórate.
No quería enamorarme, pero creo que lo estaba haciendo.