Me senté al lado del señor Relish.
—La vida era mejor cuando vivía la vida a mi manera— dije en un susurro.
—¿Todo en orden?— indagó el señor Relish.
—Mejor imposible— respondí con ironía.
El señor Relish se silenció unos segundos antes de volver a hablar.
—¿Puedo preguntar por qué te encuentras aquí?
—Ya lo has hecho— suspiré—Mi abuelo me castigo y me mando a hacer tareas comunitarias aquí.
—Tengo entendido que eres una estudiante de la Academia Bell.
—Si, él es mi abuelo. ¿Puedes creerlo? Me retiene en un internado disfrazado de Academia y encima espera a que me comporte decentemente.
—¿Bell es tu abuelo?— su voz se ensombreció.
—¿Lo conoces?
—¿Eres Rhea Bell?
—¿No es obvio?
—Por casualidad, ¿tienes un hermano?
Lo observé con desconcierto.
—Si, Elián. Ya, en serio, ¿cómo conoce a mi abuelo y porque hace tantas preguntas?
Se quedó atónito al escuchar el nombre de Elián, más cuando le dije que era mi hermano.
—¿Se encuentra bien?— el señor Relish solo me observaba con sorpresa.
Tomo aire al cabo de unos minutos y suspiro.
—Eres tú— sus ojos se cristalizaron.
—¿De qué habla? ¿Puede ser claro?— la paciencia se me estaba agotando.
—Déjame contarte algo, ¿de acuerdo?
—Va a hacerlo de todos modos— respondí con obviedad.
—Ocurrió hace más o menos dieciocho años atrás... Yo tenía una hermosa hija, mi única hija, su nombre era Emma, ella vivía muy feliz junto con su esposo Cam Bell, él era un gran hombre— hizo una pequeña pausa—Un veintitrés de noviembre de mil novecientos noventa y tres, nació un hermoso bebe, le pusieron por nombre Elián y en mi honor como segundo nombre Callen. Elián Callen Bell, mi primer nieto. Pasaba cada segundo de mi vida a su lado. Fue uno de los dos regalos más hermosos que la vida pudo haberme dado, además de mi hija, claro, porque dos años después, en mil novecientos noventa y cinco, para ser más preciso, un catorce de mayo de mil novecientos noventa y cinco, nació el segundo regalo... ¿Sabes que nombre le pusieron?
—Estoy realmente desconcertada en estos momentos, así que por favor, no digas que fue mi nombre.
—Es que así fue, Rhea Emma Bell. Su padre quiso que llevara el nombre de su madre para que nunca la olviden.
Me encontraba totalmente abatida y confusa.
—Pero has dicho que te abandonaron.
Callen asintió.
—Porque es así como se sintió. Tú no sabes lo feliz que era al lado de ellos, vivía por ellos, daba todo por ellos. Pero al cumplir cinco años, Elián y tu tres, ellos decidieron irse, simplemente se marcharon. No los volví a ver... Decidí buscarlos como sea, pero no los encontré. Me enteré de que el padre de Cam, era dueño de la Academia Bell y tal vez él podría saber algo, pero solo dijo que ellos y ustedes se encontraban bien, que eso era lo único que podría decirme... Estaba destruido, me habían partido el alma. Tiempo después comencé a enfermarme y ya no podía manejarme por mis propios medios, así que decidí venir aquí y dejar que otros se encargaran de mí... Me volví todo un gruñón, pero es porque todavía siento mucho dolor. Cuando me dijeron que mi hija había muerto en el accidente, pensé que ustedes también lo habían hecho, bueno, era lo que pensaba hace cinco minutos.
Asentí en un estado total de desconcierto.
—¿Eso quiere decir que eres mi abuelo?— concluí.
—Eso parece— respondió con la cabeza inclinada.
—¿Mi abuelo sabía que tú estabas aquí?
—Le dejé una nota en la que decía que me encontraba aquí, por si tenía noticias de ustedes.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas.
—¡Es un maldito!— respondí con aflicción.
—No digas eso. Rhea, solo lo hizo para protegerlos. Tu abuelo Bell hizo todo lo que estuvo a su alcance para protegerlos.
—¿Y así es como quería que me enterara de que eres mi abuelo?
—Tal vez, no lo sé, pero no lo culpes... Por favor.
—¿Qué no lo culpe?, vivo rodeada de mentirosos y malditos, mientras que yo, ¿intentaba cambiar porque a ellos le molestaba la manera en la que me comportaba?. Me mentían en la cara y como idiota les creía, siempre creí en cada cosa que me decían.
—Aquí nadie tiene la culpa, Rhea, no es fácil y nunca lo fue, entiéndelo.
—¡Pase toda una vida pensando que estabas muerto!— las lágrimas no dejaban de caer.
—Rhea, escúchame— rogó.
—¡No!, me largo.
Salí del patio y fui a buscar a Galen.
—¡Galen!— llamé.
—Rhea, ¿te encuentras bien?— indago con preocupación al observar mi rostro.
—Solo, quiero irme.
—Rhea, sabes que no podemos, debes cumplir con tú...
Irrumpí.
—Me importa un rábano lo que tengo que cumplir aquí. Si no quieres acompañarme, me iré sola.
Tome mi vestimenta y salí de allí.
Malditos, malditos mentirosos, todo el tiempo me mintieron en la cara, pero juro que las pagaran.
Comencé a caminar sin parar hasta que luego de un momento de caminar, sentí que me tomaban de atrás, yo solo alcance a golpearle la nariz, al girar hacia atrás observe a Galen tomando la nariz con una mirada de dolor.
—¡Galen, ¿eres idiota o qué?
—No pensé que fueras a golpearme— se defendió.
—Tu nariz sangra, ponte esto—dije dándole un pañuelo— Pues creí que era algún maldito secuestrador.
—No te preocupes, te devolverían al rato.
—Eres un idiota, adiós— gire nuevamente y seguí camino.
Galen corrió hasta a mí.
—¡Rhea!— me tomo del brazo y me giro hacia él.
—¿Qué quieres?
—Quiero saber por qué estás así, porque llorabas.
—Eso no te importa y con traidores, T-R-A-I-D-O-R-E-S, no hablo.
—Yo no te traicione.
—Confié en ti, cuando tú querías vengarte y ¿sabes una cosa?, no cambiaré jamás, seré una maldita, como siempre.