Míster obsesivo✓

1. Vacante para esposa

«Es aquí», me digo con mucha emoción cuando encuentro el lugar en el que debo presentarme para una entrevista de trabajo. El edificio de nombre Talbot es bastante alto y de una arquitectura llamativa. No sabía para que exactamente me iban a contratar, aunque no importaba. Lo importante es que el aviso clasificado decía: “Vacante bien remunerada”, sin embargo, al ser un edificio de negocios, es obvio que los puestos deben ser para el área de oficina.

Es lo que imagino, además que se ajusta a lo que necesito y estoy preparada para desempeñar cualquier papel en una empresa. Para eso me he preparado pese a las objeciones de mis padres, que no les importa si no trabajo. Me consienten tanto como si fuera una linda y delicada muñequita de porcelana que ya me siento asfixiada, además que eso hasta el momento no me ha ayudado para nada. Sobre todo, cuando en verdad necesito ocuparme y dejar de pensar en él.

Hacerlo solo me frustra estrellándome una y otra vez con una cruel realidad. La tristeza quiere atraparme de nuevo, y la sacudo antes de que me deje abatir por ella. Acabo de salir de una relación desastrosa y lo último que quiero es pensar en ello. Siempre pienso que es mi culpa, porque soy yo quien no sabe cómo llevar las cosas y estas terminan muy mal. A veces quisiera encontrar a alguien de quien no tenga que enamorarme.

Suena loco, pero eso haría mejor las cosas si no entrego mi corazón. Me detengo un momento y arreglo mi ropa, después voy hasta la recepción.

―Buenos días, soy Antonella Harrison, tengo una cita a las nueve para el trabajo ―informo a la mujer tras el mostrador y esta me mira de arriba abajo.

Después revisa algo en su monitor y teclea algunas cosas. Me desespera un poco escuchar la agilidad de sus dedos que me pregunto qué tanto escribe. Hasta que se detiene y habla por la diadema que tiene en la cabeza.

―De acuerdo.

―Le recibirán en el piso tres y colóquese esto ―dice la mujer entregándome una ficha a modo de credencial, que se cuelga en el cuello con el número seis.

―Vale, gracias ―digo algo escaqueada.

No tengo mucha experiencia buscando trabajo en empresas formales, por lo que eso del número me causa asombro. Debe ser que es mi turno en la lista de entrevistas. Eso no me anima, pensar que hay cinco personas adelante, me causa un conflicto porque serían menos probabilidades de conseguirlo.

Con ese vago pensamiento en mi cabeza me dirijo hasta el ascensor. Cuando este abre pulso el número tres y subo hasta el piso indicado. Allí hay otra recepción y me acerco a la mujer. Esta se pone en pie apenas me ve y sale a mi encuentro con unos papeles en su mano.

―Por aquí ―indica acercándose a una puerta.

Debería molestarme porque ni siquiera se toma la cortesía de presentarse, he de admitir que aquí no se andan con vueltas y la persona que buscan parece que la necesitan con mucha urgencia. Toca dos veces de forma tan medida que me asombra. Alguien dentro ordena que entre y abre la puerta.

―Ya está aquí la señorita Antonella Harrison ―anuncia y seguido me hace un gesto de cabeza para que ingrese.

Al hacerlo me encuentro con un hombre de pie contemplando el ventanal. Es alto, muy elegante y cuando se vuelve hacia mí, tengo que admitir que muy guapo.

―Vengo por la vacante ―hablo, pero no parece prestarme atención porque mira a la mujer.

―Los documentos ―le dice y ella se acerca con los papeles.

―Antes de saber para que se le ha convocado, debe firmar todos estos documentos ―me informa.

Alzo mis cejas mirándole interrogante.

―¿Puedo saber que voy a firmar? ―pregunto.

―Es una formalidad para que podamos empezar ―acota él con tono tajante.

Es guapo, pero no me gusta su actitud; tampoco creo que sea tan malo, es mejor no confiarse.

―¿Qué clase de formalidad? ―inquiero.

Él dirige su mirada a su secretaria, y es esta quien habla.

―Es una cláusula de confidencialidad sobre todo lo que se hable en esta entrevista.

Ah, vaya. No pensé que esto fuera tan delicado. La mujer insiste mostrándome la pluma y yo largo un suspiro. «Bien, allá vamos», me digo y estampo mi firma y mi huella. Luego que lo hago y ella recoge los papeles, solo espero que no sea alguna especie de trampa.

―Cierra la puerta ―habla cuando esta se retira y su voz ahora es neutra. Me fijo en que ella hizo eso por lo que me resulta antipático y mandón. Sin más remedio hago lo que dice porque parece que quiere que quede bien cerrada―, despacio, no la vayas a tirar.

¡Qué carajos le pasa de repente!

―De… acuerdo ―digo atolondrada y percibiéndole algo maniático.

Una vez que cierro camino hacia una de las sillas frente al escritorio. Necesito reposarme.

―No te he dicho que te sientes.

Me detiene en el acto haciéndome rabiar.

¿Qué? Me vuelvo hacia él tratando de contener mi ofuscación.

―¿No va a entrevistarme? ―refunfuño bajo la pregunta.



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En el texto hay: humor, romance, matrimonioxcontrato

Editado: 14.10.2023

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