Míster obsesivo✓

5. Un bonito obseso

No sé qué hay o hubo entre estos dos, aparte de la tensión en el agarre de mi mano, también lo hay en sus miradas. Miro del uno al otro de hito en hito y no sabría aseverar ninguna, aun así, tengo la certeza de que algo sucede.

Ella sin duda es muy bonita, pero siento un leve sentimiento de desprecio en su mirada. No sé si hacia él, o hacia mí.

―Que sorpresa, no esperaba verte por aquí ―la mujer habla.

Gabriel parece sacudirse mentalmente y solo hasta ese momento suelta mi mano como si se percatara de lo que estaba haciendo.

―Tampoco lo esperaba ―dice él con un sorprendente tono sereno, muy recompuesto.

La chica que ya voy reconociendo, parece sentirse mejor luego de ver que ha soltado mi mano y sonríe para corroborarlo. Ahora soy yo quien se siente ávida de chisme, porque de verdad quiero saber cuál es el rollo entre ambos. Sobre todo, si es la razón por la que busque casarse así sea por contrato. Lo cierto es que ella a leguas podría ser su perfecta esposa.

―Bueno, ha sido un gusto verte y ahora tengo que apurarme. Me esperan adentro ―comenta como si necesitara darle alguna explicación por mero orgullo.

Seguido se adentra en el restaurante que yo había señalado. Desde donde estamos vemos a través del vidrio que en efecto alguien le espera, porque viene a su encuentro una vez atraviesa la entrada.

Observo que Gabriel no le pierde ningún movimiento, y le sigue el paso hasta que se saluda de beso en los labios con el hombre que luego la guía al interior.

―Ella es Giselle Martin, ¿verdad? ―pregunto sin dejar de observarle.

Él se aclara la garganta y con eso es como si rompiera su propia burbuja. Me mira.

―Sí ―contesta algo monótono.

―¿También le dejó o algo? ―pregunto cómo quien no quiere la cosa, aunque nunca escuché que se liara con alguien como él.

Es una chica supremamente popular, no solo porque representa un buen partido para cualquier hombre, sino por su posición. De ahí que solo salga con hombres ricos e importantes.

―¿No disque tenía hambre? ―espeta.

―Sí, aun no se me quita ―respondo y él lanza un resoplido.

―Bien, de todos modos, no comeremos aquí.

―¿En dónde, entonces?

―Iremos a otro lugar ―contesta y seguido da la vuelta para que nos movamos de allí.

Ambos caminamos hasta salir del club e ir por su auto a la zona de entrega de vehículos, sin embargo, mientras nos alejábamos me da la impresión de que esa mujer nos estaba mirando

―Entenderé si le dejó, fue lo que me hicieron a mí ―hablo cuando ya nos hemos subido a su auto.

―Si sigue hablando de ello, también entenderé que ese hombre le dejó por alguna buena razón que a mí no debe convenirme ―aduce, cuando voy a replicar me fijo en que saca pañuelos de desinfección y limpia todo el volante haciéndome abrir los ojos.

―Creo que ya superamos el Covid ―digo y él arruga la cara.

―Nunca debería bajar la guardia.

―No cree que exagera.

―Ese hombre que guardó mi auto, ha guardado muchos más.

―Buen punto, pero creo que debemos dejar esa paranoia o terminaremos volviéndonos hipocondriacos todos.

―No hablábamos de eso ―se queja.

―Yo creo que sería un buen tema de conversación porque me resulta alguien que todo le gusta en extremo limpio.

―¿Hay algo de malo con ser pulcro?

―No, ¿qué pasaría si soy todo lo contrario?

―No lo dudo.

―¡Que le pasa!

Su respuesta de verdad me enfada.

―¿Va a decirme que limpia su propio cuarto? ―pregunta haciendo que arrugue el rostro.

―No, y tampoco significa que sea alguien sucia o descuidada ―me defiendo.

―Lo último puedo comprobarlo, y lo cierto es que es lo que me interesa.

―¿A qué se refiere?

Él no mejora mi humor.

―Hablo de que es bonita ―responde y eso no me causa gracia.

―Créame que lejos de sentirme halagada me resulta un comentario bastante superficial ―repongo.

―Vaya, será la primera chica a la que no le gusta que le alaben su belleza.

―Si que conoce a las chicas, supongo que su cerebro es bastante cuadrado y muy parecido al de Aaron ―expongo y él frunce el entrecejo.

―¿Me está comparando con ese imbécil?

―Así es, ¿y sabe por qué? ―expulso molesta y él se retrae―, porque él también cree que soy bonita pero muy poco inteligente, lo que equivale a que soy hueca ―añado airándome un poco.

Cada que recuerdo su pobre excusa para romper conmigo no puedo evitar ofuscarme. Me cruzo de brazos y miro al frente. Sé que está mirándome, no parece poder decir nada. Pone el auto en marcha y salimos de allí.



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En el texto hay: humor, romance, matrimonioxcontrato

Editado: 14.10.2023

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