Míster obsesivo✓

7. Una cena poco familiar

Gabriel

Supongo que estoy algo loco para llegar a ese extremo; pero para situaciones desesperadas, las medidas deben ser del mismo tono. Además, no debería ser un gran problema contratar a alguien, solo le pagas y esta debe fingir todo lo que necesitas.

Lo cierto es que no tendría que haber recurrido a este plan, si todo fuese menos complicado para mí. Soy lo que soy a causa de lo que me han inculcado a raja tabla, no obstante, eso a la final se ha convertido en un tedioso problema que me limita y me vuelve en un ser anormal. Es la razón de no intentar conquistar a una mujer como Giselle, aunque ella tenga todas esas cualidades que me gustan en una chica.

Se podría decir que es mi amor frustrado y no correspondido. Grady se burla de mí por no tener el valor de habérmele acercado como debería, puesto que mi familia apostaría todo porque me casara con ella, pero es porque en el fondo no quiero que me rechace. Sé de sobra que no soy del tipo que le gusta. Ella es preciosa, también un espíritu libre que no se amolda a ningún estándar, y es así desde que la conozco.

―Y bien, Gabriel, ¿Cuándo conoceremos a esa misteriosa chica? ―la pregunta la hace mi madre.

Hoy he venido a cenar a casa de mis padres por pedido de ambos, y no es raro que lo pregunte desde que me dijeron que ya era hora de casarme, como si todavía fuese un crío al que hay que decirle que hacer. En parte es la razón por la que he contratado a Antonella.

Tampoco es diferente de la realidad. A los treinta, un Bradford ya debe haberse casado y a los treinta y dos, estar a la espera de su primer hijo. Solo así se es ejemplar.

Vaya maldición.

Me pregunto qué pensará la señorita Harrison de todo esto.

―La llevaré a la gala benéfica, allí la presentaré a toda la familia.

―¿Por qué tanto misterio? Sabes que eso no me gusta.

―Porque sé cómo es mi familia, y no quiero que ella se sienta asustada.

―Es tu excusa, pero sabes que tu padre y yo no aceptaremos a alguien que no cumpla con nuestros estándares.

Creo que esta es la verdadera razón por la que no me acerco a Giselle. Todo el tiempo he sido en extremo cuidadoso, y es gracias a sus preceptos de padres; sin embargo, eso solo me ha convertido en alguien que jamás será como el tipo promedio de hombre convencional que no tiene que preocuparse de nada. Es lo que me hace envidiar a Grady que vive su vida como le place, aunque él no lo note.

Miro sobre la mesa y cada objeto se ve pulcro y brillante, como si nunca se hubiesen utilizado. No hay temor de que alguno no esté limpio y desinfectado. Es la consecuencia de todas las enfermedades alérgicas y respiratorias que tuve desde niño. Mamá toma una cuchara y la levanta, se mira en ella como si fuera un espejo y luego llama a la empleada. Esta viene de inmediato.

―Cámbiala, tiene un mugre ―dice entregándosela a la mujer sin dar lugar a que haga reparos.

Mi madre es mucho más inflexiva que yo. Con toda la escena y observando la cara asombrada de la mujer no puedo evitar recordar a esa chica, tampoco sus insinuaciones sobre el vino. Debería preocuparme que la servidumbre se vengara de mi familia; eso es imposible. Si alguien no cumple las expectativas de limpieza y pulcritud de mi madre, es echado sin contemplaciones, de allí que el personal sea renovado casi que cada mes.

La única que se mantiene firme desde que tengo uso de razón, es su ama de llaves. Una mujer escrupulosa con la limpieza como mi madre, pero con un corazón más sensible y que me dejaba llamarle Nani. Es ella quien aparece renovando la cubertería de la mesa, y mientras remplaza cada utensilio, cuando me ve me sonríe.

Todo es exagerado en esta casa, y no puedo quejarme, porque también lo soy. Mi padre llega a ocupar su lugar.

―Puedes ordenar que sirvan la mesa ―dice la orden a Vera, la ama de llaves. Ella hace un asentimiento y se retira luego de terminar―. ¿Ya te dijo quién es su novia? ―le pregunta a mamá.

―Es lo que le he preguntado, pero se mantiene hermético.

―¿Y ya le dijiste? ―prosigue mi padre.

―¡Por supuesto! ―exclama ella.

―Aquí estoy, por si alguno de los dos se le olvida.

Papá me mira reticente ante mi intervención. Al igual que mi madre, no luce muy contento con mi proceder, y es porque por primera vez estoy actuando fuera de la línea, aunque lo es más porque me adelanté a sus planes.

―Tenemos que conocerla.

Ahora que está mi padre, ella vuelve con su insistencia.

―Ya te lo dije, lo harán pronto.

―No entiendo por qué tanto secretismo. Sabes que para nosotros es primordial conocer a la mujer con la que te piensas casar. Necesitas a alguien dedicado, no a una cazafortunas.

―Te aseguro madre, que no es una cazafortunas.

―¿Y dónde conociste a ese ejemplar de mujer?

―En el club ―respondo.

Es imposible que no lo crean, al igual que yo tampoco van mucho por allí, sin embargo, ambos se miran por un breve momento como si coincidieran en algún pensamiento, y luego de eso, a mí.



#2377 en Novela romántica
#937 en Otros
#282 en Humor

En el texto hay: humor, romance, matrimonioxcontrato

Editado: 14.10.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.