«Es de mentiras, es-de-mentiras», me repito observando, que a pesar de no ser una joya escandalosa es sencilla y bonita. Me pregunto si se tomó algún tiempo para escogerla o solo compró lo primero que vio en la vitrina, conociendo el trasfondo de todo esto, creo que es así.
No ha sido fácil guardar el secreto durante la semana, y mi madre ha estado preguntando una y otra vez cuando le hablaré de mi nuevo enamorado. Desearía poder contárselo, pero el contrato estipula que solo lo haré luego de habernos casado, y ese día es hoy. Para evitarme problemas le he dicho que me quedaré en casa de mi amiga Tally.
Gabriel llevará a su amigo de testigo y yo la llevaré a ella. Pensé que pondría objeciones, y como básicamente vamos a casarnos a escondidas para que nos dejen vivir nuestro ficticio amor, dijo que estaba bien mientras que no se enterara que todo formaba parte de un contrato.
―No lo puedo creer, Anto, ¡En serio no te lo puedo creer!
―Ya basta, Tally ―gruño exaltándome.
No ha dejado de hablar sobre el tema por lo flipante que es, tampoco puedo detenerla así que tengo que aguantármela.
―¡Ningún basta! ¿Sabes lo que despotricará tu madre de mí cuando se entere?
―Sí, y lo siento, pero necesito tu ayuda.
―¿Por qué no me dices la verdad?
Su pregunta me hace resoplar.
―No hay nada que decir, y cuando lo conozcas me vas a dar la razón.
―En ese caso quiero conocerlo ya ―exige.
Pongo los ojos en blanco, antes de ceder a su exigencia y mostrarle la información que encontré de él. Solo datos de internet, nada de redes sociales, porque no tiene ninguna.
―Pero si es un papucho, y creo que ya lo he visto en alguna nota de negocios ―comenta bastante excitada―, ¿Cómo fue que te lo encontraste? Esto no se ve que lo regalen en las boticas. Maldita suertuda.
―Va al club, solo que no lo frecuenta mucho ―respondo tácita.
―Es lo que has dicho, no recuerdo haberlo visto antes. Sabes que tengo memoria fotográfica para los bombones como este ―se ufana.
«Si le conociera, ya no pensaría igual», me rio por dentro con ese pensamiento. Básicamente me voy a casar con un loquito de la limpieza.
―Es por eso, además trabaja demasiado.
―Suena como si te hubiera contratado.
¡Bingo!
―¿Y crees que me dejaría contratar?
―No lo sé, a lo mejor y quieres vengarte del idiota de Aaron.
―Ese idiota ya está en el pasado, nada que comparar, ¿verdad?
―En eso tienes toda la razón, ya imagino como será tu primera noche, se le nota que es un apasionado ―dice con la voz todavía excitada y me encantaría bajarle de la nube, dudo que ese hombre se haya acostado con alguien sin desinfectarla primero.
A lo mejor y es virgen. Este nuevo pensamiento me causa gracia, y mi amiga me ve como si estuviera creando fantasías sexuales con ese hombre en mi cabeza. No puede ser más errónea.
¡Y un cuerno!
Por suerte el mensaje de que han llegado a recogernos llega y le apuro para que bajemos. Al llegar al auto estacionado en la acera, nos encontramos sentado al volante a ese amigo suyo que luce como un dandi. Como es de esperar, Tally se queda embobada cuando sonríe con esa expresión marcada en su cara de: “soy el chico lindo y maloso que te hará suspirar, nena”.
Le doy un puñetazo en la espalda para que salga de su embobamiento y entremos rápido al auto. Después le jalo del moño para que se quede conmigo en la parte de atrás.
―Bienvenidas damas, ahora vamos rumbo a la locura ―anuncia poniéndose en marcha.
―¿Quién es este bombón? ―Tally murmura la pregunta en mi oído.
―Es amigo de Gabriel, pero yo que tú no me le acercara.
―¿Por qué? Si está como quiere.
―Bien, allá tú ―digo.
―Me pica el oído, ¿no estarán hablando de mí? ―pregunta espantándonos a ambas.
―¡Para nada! ―contestamos al unísono.
Al llegar, Gabriel nos espera en la recepción de la notaría. No luce nada distinto a como lo he visto antes, es como una bonita estampa pulcra y muy elegante. Sin embargo, cuando me quito el abrigo y repara en el vestido azul ceñido y corto que me puse, me examina de arriba abajo arrugando la mirada.
―¡Qué! ¿Tiene algo de malo mi vestido?
―¿No le da frío en las piernas? ―pregunta haciendo que resople y le mire con una mueca de aburrimiento―, bien, entremos.
―Madre mía, en persona se ve mucho mejor ―susurra Tally ahora embobada con Gabriel―. ¿Me dejas casarme con él? ―agrega y esta vez le doy un codazo.
Subimos hasta la oficina del juez en la segunda planta y de inmediato su secretaria nos lleva con él. Apenas nos atiende, no hace ninguna pregunta fuera de lugar y procede con todo el protocolo. No es raro que Gabriel ya lo tenga todo arreglado porque sin demora prosigue a dar inicio. Todo es tan extraño y lleno de adrenalina que me empiezo a sentir excitada por lo que esto significa.