―¿En serio no vas a contarme como fue todo? ―Tally pregunta, no luce especialmente bien luego de su noche que es obvio que estuvo más movida que la mía.
Luego de inspeccionar su piso y darme algunas indicaciones de cómo será nuestra convivencia, fuimos a cenar al lugar que elegí. Por suerte, aunque es quejumbroso con todo, no me hizo pasar vergüenza.
Admito que es alguien que conoce sus puntos malos, y sabe manejarlos. Sin embargo, no puedo evitar reírme cuando hace de las suyas. Debería preocuparme que me haya casado con un cuasi maniaco.
―No hay nada que contar, fuimos a cenar y lo pasamos bien.
―Y yo que pensé que y sabrías de que tamaño la tiene.
―Cielos, Tally ―exclamo espantada.
―Vamos que se ve bien dotado.
―Puedes no enfocarte solo en eso ―replico, y lo cierto es que para verificarlo tendría que bajarle los pantalones a la fuerza.
¡Qué cuernos!
―Te conozco Anto, y si algo no te van son los hombres aburridos y con falta de iniciativa. Y es por eso que pienso que me estás engañando.
―Ya te dije que no ―reafirmo.
―¿Te amenazó o algo para que te casaras con él?
―No, es solo que esta noche es que se sabrá que lo hicimos y entonces ya será formal.
―Te has casado, ¿Qué más formal que eso?
―No es tan sencillo como crees. De todos modos, no me arrepiento porque saldré de casa de mis padres y comenzaré mi nueva vida ―exclamo muy optimista.
Ella me mira reticente, luego cede y sonríe.
―Si hay algo que voy a festejar es que hagas eso, ya es hora de que tu madre deje de hacerte pasar vergüenzas innecesarias.
―No es tanto así, es que ya no quiero cumplir los estándares de otros.
―¿Y este hombre si te comprende? Porque mira que, a pesar de lo guapo es como salido de la nada. Te puedes estar engañando con su apariencia.
Debería decirle que tiene razón, si le cuento que Gabriel tiene unas raras manías, pensará que me he casado con un loquito.
―Y hablando de ello, ¿Qué hay de su amigo? Parece que te lo pasaste muy bien con él.
―¡Ni lo digas!, es una belleza, pero hasta yo tengo mis límites con los hombres bonitos ―responde algo exasperada.
Ese es un indicio de que, a pesar de eso, no todo fue de maravilla con él.
―¿Me vas a decir que pasó?
―Nada, se supone que pasaríamos el tiempo como una pareja, al llegar a la disco bar, me dediqué a espantar las moscas a su alrededor. ―Tally me hace reír con su explicación―, no te rías que estoy siendo sincera.
―¿Entonces no pasó nada de nada?
―Digamos que estuvo bien para pasar un rato, pero no es mi tipo.
―¿Vas a decirme lo que en realidad si pasó? ―le increpo y ella me mira con cara de aburrida.
―¡Bien!, es un tipo lindo, también un mujeriego al que es obvio que le resbalan los compromisos.
―¿No me digas que se lio con otras mientras estaba contigo?
―Es poco para lo que hizo.
―Vaya.
―Sabes que soy algo alocada, pero cuando se trata de relaciones soy muy fiel.
―Vamos Tally, ni que te fueras a ennoviar con él ―digo y ella hace un mohín―. ¿No me digas?, pensaste en conquistarlo.
―Pensé que podría lograrlo, además, si es amigo de tu marido mi objetivo era sacarle información, no lo logré y me tocó ver cómo iba de chica en chica esperando que se acordara que había llegado allí conmigo. En conclusión, tengo dignidad así que no lo veré nunca más.
―Tranquila, no era mi objetivo que te enredaras con él.
Lo cierto es que estoy muy de acuerdo. Si Tally dice que es una joyita, yo pienso igual.
―¿Solo estaba allí para que se hiciera cargo de mí y no me entrometiera entre ustedes verdad?
―No, para nada. Si algo tenía claro es que ibas a apoyarme así fuera la peor locura que cometiera.
―¿Y no lo es?
―Tal vez sí.
―Mas te vale que sea alguien bueno, porque soy capaz de decirlo a tu madre.
―Por lo menos es mejor que Aaron. Y ahora debo prepararme para esta noche ―repongo optimista.
Me apuro para marcharme, porque este es solo el comienzo de toda la verdadera locura que será el día de hoy y lo que viene para mí. Después de dejar a Tally en su casa para que duerma el resto del día, voy a la mía para recoger mis cosas para cuando él llegue a buscarme.
«Va ser un caos», me digo anticipándome.
Como espero que suceda, mamá no luce muy feliz al verme entrar a las tres de la tarde en casa.
―¿Vas a decirme lo que está sucediendo contigo? No puedo permitir que te comportes de esta manera ―espeta cruzada de brazos.
―Si dejaras de tratarme como a una niña a la que todavía hay que guiarla, me comportaría como lo que soy, una mujer adulta.