Misterio de Tierra Roja

Misterio de Tierra Roja

Esta es una de las historias que nacen dentro de una conversación familiar, en la que los familiares por una razón o por otra recuerdan cosas que pasaron hace muchos años y las quieren compartir a modo de cuento con los más jóvenes. 

Quizás, a veces sean bonitas historias, en las que todos terminan riendo pero a veces hay historias en las cuales no hay un final feliz o quizás no hay un final.

En esta oportunidad es mi turno de contar una historia como la segunda que se mencionó.

 

Era la época de los 70 u 80, en uno de esos lugares que antes era pueblo y ahora se llama distrito, dentro de una ciudad en la selva. Para ese entonces, recordemos que la tecnología tal y como la conocemos estaba a años luz, se usaban las radios con antena y algunos pocos ricos privilegiados tenían la televisión a blanco y negro. 

 

Como todo lugar en la selva, lo que sobresale es el intenso calor durante casi todo el año, el intenso bochorno y la intensa lluvia, la cual a veces es más soportable que el calor.

 

Se acerca la navidad, eso indica que la temporada de lluvia está por llegar, unos centígrados menos de calor que son apreciados por todos. Como en todo lugar, las familias se preparan como pueden para tener un dia 24 fuera de lo común, preparando una deliciosa comida que rara vez se repite en un día normal. Algunos padres, madres o abuelos estarán comprando en el mercado del pueblo lo que falta, como los regalos para los niños (ropa o juguetes para ser específicos), también los fuegos artificiales traídos de la capital por los comerciantes más respetados o quizás algún comerciante nuevo que está en el lugar probando suerte en traer todas las novedades. 

Esto es el alboroto de este mes, esperado también por los niños porque ya no hay clases e inician las vacaciones, eso indica que pueden ir al río a nadar, pueden visitar y quedarse a jugar con el mejor amigo. 

 

A falta de tecnología las personas no se distraían con películas, hablaban con sus vecinos a menudo, los niños jugaban en los patios, con embudos, con tiza, con los restos de revistas y periódicos, muñecas de trapo y todo lo que estaba a disposición de la imaginación.

 

Las madres de familia o mujeres solteras, no tenían un lugar como el centro comercial al que acudir para relajarse, entretenerse. Lo que se acostumbraba en un pueblo era ir a la plaza, ir donde la costurera a que nos ayude con la confección o reparación de una prenda, ir a la fuente de soda del pueblo o visitar a la prima, vecina, amiga o comadre más confiable.

 

Hasta ahora lo que he descrito puede considerarse como una sociedad en pleno desarrollo. También puede considerarse, en el humor distorsionado de la palabra: “Pueblo chico, infierno grande”.

 

Nos vamos acercando a los acontecimientos que sucedieron en una noche de navidad, dentro de un pueblo en la selva de un país Latinoaméricano.

 

Una familia conformada por siete personas, tenían una casa de campo en uno de los extremos del pueblo. La casa hecha de buena madera, era lo suficientemente grande para que cada niño tuviera su propia habitación, había espacio para una cocina amplia donde se podía cocinar para todo el batallón cuando se organizaba una fiesta o una reunión.

 

El esposo y papá era un coronel, como toda persona de su cargo, dirigía un batallón, tomaba decisiones importantes y muchos temas de importante relevancia para la ciudad, pasaban por sus manos.

 

La esposa y mamá del hogar, era una mujer dedicada a sus hijos, gracias al puesto de su esposo podían tener una vida acomodada para el lugar y el tiempo.

Ella vestía hermosos trajes, confeccionados a medida, era una de sus distracciones favoritas, las demás señoras casadas del pueblo la imitaban en lo que podían, como tendencia.

 

Los hijos rondaban edades desde los cinco años hasta los quince, hijos orgullosos de su familia. 

 

Seis de los siete miembros de esta familia, el 24 de Diciembre por la mañana estaban muy felices, emocionados, preparando regalos.

 

El coronel no lo estaba, se encontraba en su oficina, fumando un puro, con la mirada fija en un mapa, recordando y pensando. Quizás ese mismo día, subestimó a sus enemigos.

 

Ese día hubo poca seguridad. Casi todos se encontraban con sus familias, en sus respectivas mesas, teniendo la gran cena navideña. Dió la medianoche en los relojes, colgados en las paredes de cada casa. En el pueblo, por los lugares donde cada casa chocaba con la otra se festejaba, todos salieron a la calle con sus bengalas y fuegos artificiales. Cada vecino se saludaba porque la noche buena, es aquí cuando la función comenzó.

 

Un grupillo de avanzada, de esos comerciantes prohibidos que se escondían y quizás se sigan escondiendo en lo profundo de la selva, dentro de un campamento con mal ambiente, para operar sin restricciones su respectivo negocio, a costa de sobornos, imposición y cosas que como lectores no sabremos a ciencia cierta. Se dirigía a la ciudad poco antes de la medianoche, aparcaron entre los matorrales y esperaron. 

 

Como serpientes cazando a su presa, se dirigieron a una casa grande, una casa hecha de buena madera. Tenían órdenes de un patrón, cargaban con ellos machetes y escopetas, al empezar a sonar los fuegos artificiales, entraron a la casa, respaldados por el fuerte sonido de los cohetones, acuchillaron y dispararon, uno por uno, primero cayeron los hijos. No quedó ni uno vivo. 



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En el texto hay: pueblo misterioso, selva

Editado: 27.04.2020

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