Me encontraba renovada, Mila me había curado pero no había sido gratis.
A cambio de la vida de mis amigos, le entregué mi anillo solar aún siendo consciente de que ésto traería más consecuencias. El simple hecho de que estaba libre ya me ponía la piel de gallina, teniendo libre albedrío las veinticuatros horas del día era suficiente para que no quisiese ni pestañear.
Todavía me encontraba en la que, hace unas horas atrás, era su prisión: "mi casa". Catch y Jade habían vuelto al campus bajo mi orden, se rehusaron a dejarme pero no les di opciones: aún era de día y había clases, así como también yo no debía exponerme al sol otra vez.
Contaba los minutos que faltaban para salir del aquel lugar, ya había cerrado las puertas de la casa y por mi parte me encontraba en el garaje, montada en mi motocicleta y con todo listo para ir a las clases nocturnas.
Aunque probablemente llegaría tarde, las clases comenzaban en cinco minutos y el viaje hasta la universidad duraba quince minutos además de que el sol no terminaba de ocultarse.
Maldecí en voz alta al recordar eso; ya me había acostumbrado a la vida diurna y de nuevo, mi libertad de las sombras había sido robada.
La luz que podía ver por el pequeño espacio inferior que había entre el suelo y la puerta, comenzaba a atenuarse. Era la hora. Ni lerda ni perezosa abrí el portón eléctrico, me coloqué casco y arranqué mi moto. Salí a toda velocidad no sin antes haber programado el cierre automático de la entrada de la cochera.
Pese a la velocidad nada me salvaba de llegar tarde, seguramente el salón ya estaba lleno. Estacioné mi moto al lado del resto de vehículos y, agarrando mis cosas, fui a dónde era la dicha clase.
Al entrar vi que tenía razón, estaba bastante poblada pero transitable. Con facilidad pude divisar a Jade y Cathal, estaban en la segunda hilera del frente y noté que me habían guardado un lugar.
Sonreí aliviada, no tanto por el lugar que me habían dejado -que agradecía, por supuesto-, sonreía por verlos una vez más luego de lo ocurrido horas antes. Estaban a salvo, mientras yo estuviera aún, nada les pasaría.
Me dispuse ir hacia ellos mas una mano tomó la mía, instándome a dar la vuelta. Sabía quién era, él no era el santo de los misterios pero sí era al que se le oraba por la discreción.
Giré encontrándome con aquellos grandes ojos verdes que caracterizaban a Luke. A su lado, su mochila estaba ocupando el asiento; él la quitó y me invitó a sentarme. Asentí con una leve sonrisa.
—¿Cómo estás? —inquirió con una voz suave, algo me decía que sabía bien cómo me encontraba.
Bien, dije en un hilo de voz. Si bien no era la conversación que quería continuar, para hablar de lo que realmente me importaba tendría que esperar.
—¿Y tú? —le pregunté, a lo que Luke respondió "muy bien" casi de inmediato— Gracias.
Me quedó mirando por unos instantes y yo le devolví la mirada, asintió, se había dado cuenta que teníamos que hablar y esta vez había que mostrar nuestras verdaderas intenciones. Bien se dice que la tercera, la vencida.
La clase siguió tranquila, esta vez terminaba a las diez pm y como si fuese apropósito, parecía nunca acabar. Tomé notas pero no podía mantenerme concentrada, para cuando me daba cuenta ya tenía varios rayones y garabatos en mi cuaderno.
De a rato daba un sorbo a mi botella, esta vez no estaba camuflado de "café". Luke miraba de reojo; eso sólo me ponía los pelos de punta... era la primera persona -si es que lo era- con el cual bebía, casi, con libertad, exceptuando a C y J.
Los minutos pasaron, miré la hora en mi celular. Faltaban cinco minutos para terminar con la cátedra, en eso logré ver como mis amigos se levantaban de sus asientos y procedían a salir para evitar la tediosa fila que podría esperarles si se quedaban hasta el final.
Catch fue el primero en sentir mi mirada, por un momento dudó en salir pero con una sonrisa fugaz le di un poco de seguridad. Por su parte, Jade arqueó una ceja mientras me miraba con complicidad y picardía.
Ojalá hubiese sido ese el motivo por el que estaba al lado de Luke.
Esperamos pacientes hasta que los últimos compañeros salieron del salón. Sin decirnos nada procedimos a abandonar el lugar también. Íbamos uno al lado del otro, al mismo ritmo y midiendo cada gesto mientras que ideábamos qué preguntar y quién comenzaría.
Aunque la que estaba en desventaja era yo: pese a que no había mostrado esa cara en su presencia, él había notado los indicios: las personas sangrando, otras bajo la compulsión, yo inmóvil, Mila creyendo que lo había hipnotizado y, por último, el contraataque de Mila, esto último dónde terminé saliendo perjudicada.
Y sabiendo lo que era ella, también se trazaba mi identidad pero... ¿Qué era él? Había llegado preparado y, algo me decía, no era la primera vez que trataba con seres como yo.
Tenía una teoría que, desde hace tiempo, punzaba en mi cabeza.
—¿Te parece sentarnos aquí?
Su pregunta me trajo de vuelta, llegamos a una banca cerca de la cafetería pero lo suficientemente reservada para hablar con tranquilidad.