El aire de la tarde estaba cargado de urgencia. Adrien avanzaba rápidamente, con cada paso resonando en el pasillo de la residencia universitaria. La oscuridad comenzaba a deslizarse entre las sombras, anunciando que pronto la noche tomaría el control. Sus pensamientos iban en espiral: Katja, Jade, Catch... ¿Estarían bien? Apretó los puños, ignorando el frío que parecía colarse por cada grieta de su determinación.
Cuando llegó a la puerta del dormitorio de Katja, levantó la mano para tocar, pero se detuvo un instante. Algo no estaba bien.
Dentro del dormitorio, Katja sintió un escalofrío recorrerle la columna.
—¿Estás esperando a alguien? —preguntó Catch, dejando su taza de té en la mesa.
Jade negó con la cabeza, dejando el libro que tenía entre las manos.
—No que yo sepa.
Los tres intercambiaron miradas. Entonces, un golpe resonó en la puerta.
Katja se tensó de inmediato. Sus sentidos, más agudos que los de sus amigos, captaron algo extraño. El olor al otro lado de la puerta era diferente, desconocido. No era Adrien.
—Yo abro. —Jade se levantó, pero Katja la detuvo, colocándole una mano en el brazo.
—No. Déjame hacerlo a mí.
Jade la miró con incertidumbre, pero cedió, retrocediendo mientras Katja avanzaba hacia la puerta. Sus movimientos eran deliberados, cada músculo preparado para reaccionar. Algo iba mal.
Adrien sintió que el tiempo se congelaba cuando finalmente abrió la puerta del dormitorio.
El pomo giró con facilidad, y la puerta se abrió lentamente, revelando un caos en el interior. Libros y muebles estaban esparcidos por el suelo, las luces parpadeaban, y el aire estaba cargado de un olor metálico y ácido que reconoció de inmediato: sangre.
—¿Jade? ¿Catch? —Su voz era baja pero firme, intentando no sucumbir al pánico.
Un movimiento llamó su atención. Cerca de la cama, vio a Jade y Catch, aparentemente despertando de un desmayo. Catch fue el primero en levantar la cabeza, frotándose las sienes con una mueca de dolor.
—¿Qué... qué pasó? —murmuró Jade, todavía desorientada.
Adrien se arrodilló junto a ellos, intentando evaluarlos rápidamente. Ambos parecían ilesos, pero sus rostros reflejaban confusión y miedo.
—¿Dónde está Katja? —preguntó Adrien, directo al grano.
Catch levantó la mirada, todavía aturdido.
—No lo sé... Hubo un golpe en la puerta, y después... después todo se volvió negro.
Adrien apretó la mandíbula, intentando mantener la calma. La ventana rota y el rastro de sangre lo decían todo: Katja había sido secuestrada.
—Escuchen —dijo, intentando mantener la mente fría—, no tenemos mucho tiempo. Luke estará aquí pronto.
Jade parpadeó, todavía luchando por entender la situación.
—¿Luke? ¿Qué tiene que ver con esto?
Adrien exhaló, intentando encontrar las palabras correctas.
—Mi hermano vió lo que iba a suceder… y que también no llegaría a tiempo.
La culpa se sentía en esas últimas palabras que sonaron como un papel rasgándose de su garganta.
Catch frunció el ceño, todavía intentando procesar lo que escuchaba.
—¿Qué quieres decir? ¿Quiénes son esos sujetos, mejor dicho, qué tiene que ver Kat con ellos?
—Aún no lo sabemos con certeza —murmuró Adrien. Miró por la ventana rota, donde la noche comenzaba a extenderse—. Luke está tratando de ver algo en sus visiones… esta vez su premonición fue inconsciente y lo que vió no le gustó.
Jade palideció.
—¿Entonces Kata puede…?
No pudo terminar la pregunta, no quiso aunque en su mente la completó. Adrien apretó los puños. La posibilidad de que esa pregunta tuviera una respuesta afirmativa, lo hacía sentir impotente.
—No, él me acaba de marcar hace menos de cinco minutos y vine lo más rápido que pude… esto apenas es el comienzo.
De repente, un leve cambio en el aire le hizo levantar la vista. La transición estaba comenzando.
—Escuchen, Luke vendrá en mi lugar. Yo no puedo seguir aquí. Pero cuando lo haga... —Se detuvo un momento, asegurándose de que ambos lo miraran—, confíen en él, ambos queremos que Katja vuelva.
Catch parecía querer protestar, pero Jade lo detuvo con un leve movimiento de la mano.
—¿Qué hacemos mientras tanto? —preguntó ella, con una mezcla de determinación y miedo en los ojos.
Adrien se acercó a la puerta y la cerró con firmeza y, antes de que pudiera responder, el timbre de su teléfono rompió la tensión. Todos se quedaron quietos. Era el número de Katja.
Adrien contestó sin dudar.
—¿Katja?
Pero la voz que respondió al otro lado no era la de ella. Era masculina, grave y con un tono burlón que hizo que Adrien apretara la mandíbula.
—Qué rápido atendiste, ¿Adrien, cierto? De seguro ya la extrañas.
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Editado: 24.03.2025