Misterio & Discreción

17. El tablero está listo

El aire olía a tierra húmeda y madera vieja, con ese peso de lo que ha permanecido inmutable por demasiado tiempo. La cabaña en la que se encontraban era pequeña y oscura, apenas iluminada por unas lámparas de queroseno esparcidas en las esquinas. No era un lugar que invitara a la calma, pero tampoco tenían la intención de quedarse.

Jade cruzó los brazos, su expresión reflejando la tensión acumulada en las últimas horas.

—Así que todo este tiempo la tuvieron ahí —su tono no era una pregunta, sino un juicio afilado—. Y nunca nos dijeron nada.

Luke, apoyado contra el marco de la puerta, se pasó una mano por el cabello con aparente despreocupación.

—No era información que necesitaran saber.

—¿Perdón? —Jade arqueó una ceja, incrédula—. Tienen a esa maldita perra, la misma que casi acaba con nosotros por capricho, encadenada en algún sótano, y esperas que simplemente aceptemos que ‘no era necesario’ que lo supiéramos.

Catch, que hasta ahora había permanecido en silencio, exhaló con un cansancio contenido.

—¿Desde cuándo la tenían?

—Desde que la liberaron, cuando le entregaron el anillo solar —Luke levantó la mirada hacia ellos, su expresión difícil de leer—. Desde ese momento, nos encargamos de mantenerla controlada y devolverle el anillo solar, ahora como un collar, a Katja.

Jade lo miró con la mandíbula tensa, pero Catch fue quien habló esta vez.

—¿Y qué planean hacer con ella?

—Depende de ella. —Luke dejó caer las palabras con una calma calculada—. Si venía con intenciones hostiles, la habríamos eliminado. Pero no lo hizo.

Jade soltó una risa incrédula.

—Oh, qué generoso de su parte.

—No estamos jugando a ser los buenos en esto, Jade. —Luke finalmente se separó del marco de la puerta y caminó hacia el centro de la habitación—. Lo que importa es que, ahora mismo, ella está de nuestro lado.

—Por ahora —puntualizó Catch, mirándolo con intensidad—. No sabemos qué hará después.

Luke sostuvo su mirada, y por un instante, hubo algo en su expresión que hizo que el aire se volviera más pesado.

—Mila no es el problema ahora.

Su voz tenía un matiz distinto, más grave, más firme. No era solo una afirmación; era una advertencia.

Catch entrecerró los ojos, evaluándolo.

—Entonces, ¿qué lo es?

Luke tardó un momento en responder, como si estuviera sopesando sus palabras. Luego, habló con una frialdad quirúrgica:

—Los vampiros que la quieren muerta.

Jade y Catch intercambiaron una mirada.

—¿Quieres decir los lamebotas del veteris que la busca? —preguntó Jade.

—Esos mismos —Luke asintió—. No les importa si nos interponemos en su camino. Harán lo que sea necesario para entregársela.

Catch apretó los labios, pensativo.

—¿Y cómo estamos seguros de que Mila no se entregará por su cuenta?

—No lo hará. —La seguridad en la voz de Luke fue absoluta—. No si eso significa sacrificar a alguien más.

Jade frunció el ceño.

—¿Katja?

—Exacto —Luke hizo una pausa apenas perceptible, y luego añadió—. La tienen de rehén, Mila no tendrá opción.

Las palabras flotaron en la habitación, pesadas con implicaciones.

Jade tragó en seco.

—¿Realmente vendrá?

Luke no respondió de inmediato, pero en su mirada había algo que no necesitaba explicación.

El ambiente en la cabaña quedó en un silencio tenso. La discusión había terminado, pero las preguntas sin respuesta seguían flotando en el aire.

Luke exhaló con calma y se apartó de la pared. Sin decir una palabra, se dirigió hacia una mesa donde descansaba un cuaderno de hojas amarillentas y gastadas. Lo tomó con la misma naturalidad con la que alguien cargaría un arma.

Jade y Catch lo observaron con atención.

—¿Qué haces? —preguntó Jade, con cautela.

Luke no respondió de inmediato. Se sentó en una de las sillas desvencijadas, pasó las páginas hasta encontrar una en blanco y tomó un bolígrafo. Sus dedos se tensaron alrededor del objeto, y sus ojos, habitualmente fríos pero afilados, adquirieron un matiz distante.

—Buscando —murmuró.

Catch frunció el ceño.

—¿Buscando qué?

Pero Jade entendió primero.

—Va a verla.

La piel de Catch se erizó ligeramente. Ya había visto a Luke hacer esto antes, pero no dejaba de ser perturbador. Su poder no funcionaba como una visión inmediata o un mensaje claro; era un rompecabezas que solo él podía descifrar, piezas que caían en su mente en fragmentos de imágenes, sonidos, sensaciones.

Luke cerró los ojos y su respiración se ralentizó.

El bolígrafo en su mano se movió.




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