Fui lo más rápido a mi habitación, todo había sido una distracción después de todo y había caído en ella.
Abrí la puerta de un tirón y miré a mi alrededor, no los veía por ningún lado. Saqué mi teléfono y marqué al número de Jade; en la bocina de mi celular comenzó a sonar pero casi al instante me mandó al buzón de voz.
En el lugar podía sentir tres esencias diferentes, y cada una ya la conocía a la perfección. Por supuesto que una de éstas pertenecía de la vampiresa.
Giré mi mirada y vi la mesa con el mapa todavía intacto, me acerqué para poder observar si el hechizo de localización aún se mantenía.
Efectivamente sí, la sangre había cambiado de ubicación. No obstante, la contra era que el lugar ya lo había señalado antes.
Estaba en El Cuento Oscuro y de lo más seguro los tenía a los dos. Como habíamos pensado con Catch; esto era parte de su juego, dónde las reglas sólo las conoce ella.
No lo pensé dos veces y salí de ahí rezando para que volviésemos vivos.
No sabía si era la desesperación o qué pero en poco tiempo ya estaba frente al bar, todo parecía muy normal; quizá demasiado para mi gusto.
No había personas alrededor, bueno con el frío de la noche era obvio que nadie quisiese estar afuera.
Me acerqué a la puerta del edificio y giré la perilla, esta se abrió casi sola. Entré con cuidado de no hacer ruido para que mi presencia no fuera notada.
Una vez dentro del bar vi a los comensales, todos estaban tan calmados que me temía lo peor.
—¡Amor! Pensé que no ibas a llegar nunca —exclamó la vampiresa acercándose a mí de forma precipitada. Sonreía con malicia, eso empeoraba mi enojo.
Iba a abrazarme pero la tomé del cuello, ella expandió su sonrisa burlona aún más:
—¿Por qué tanta violencia, Kitty?
Fingió tristeza con descaro y yo apliqué más presión a mi agarre.
—Deja a mis amigos en paz... quiero que te vayas y no regreses —me sentía confiada, el hechizo estaba funcionando.
Mila rió, no entendía qué era lo que le hacía gracia.
La risa paró y su cara cambió con una mirada hostil; la esclerótica se le tornó en un carmesí y bajo los ojos le comenzaron a brotar venas. De su boca empezaban a sobresalir sus colmillos.
Tomó mi mano que la sujetaba y con una mayor fuerza que la mía zafó de mi agarre casi rompiendo mi muñeca. No tardó en darme su primer golpe tirándome contra la pared.
—Amor, soy la única que puede exigir cosas aquí —expresó acercándose peligrosamente hacía mí. Su rostro fue recuperando normalidad en cada paso que daba— Necesito a tus amigos; bueno sólo al chico... tu amiguita es lo que llamo el "factor motivacional".
Ella me tiró del brazo levantándome de forma brusca.
Quedé casi a su altura, estaba tratando de que la mirara a los ojos. Sabía que iba a hacer y no iba a dejarle.
La empujé con rabia hacia una de las vidrieras del bar dejándola afuera del mismo.
Con desesperación comencé a buscar a Jade y Cathal. El olor a sangre me alteró al intensificarse cerca de la cocina.
Me acerqué y pude apreciar que la puerta tenía candado. Romperlo fue fácil no obstante los nervios me estaban matando por lo que sin esperar más abrí la puerta casi tirándola.
Entré con firmeza mirando a cada rincón y buscando la sangre, que temía, fuera de mis amigos.
Una molestia comenzó a afectarme en la pierna como si nada, bajé mi vista y me encontré con una navaja clavada en esta. Miré al un costado encontrándome con la rubita.
Sus ojos estaban bien abiertos mientras sus manos tapaban su boca en gesto de sorpresa.
—¿En serio, Jade? ¿Una navaja en la pierna? —pronuncié un tanto decepcionada entre que tomaba el arma y lo quitaba de mi.
Un susurro me llamó.
—¿Kat? —era la voz del joven brujo, no lo veía pero sonaba bastante mal. Vi a mi amiga, tenía los ojos cristalizados, fui hacia dónde Catch estaba.
Lo había dejado amarrado con una cadena de hierro. Sentí la sangre y bajé mi vista hacia su torso, lo había herido y la herida había traspasado su ropa.
—La magia no funciona aquí —dijo mientras trataba de soportar el dolor. Tomé la cadena entre mis manos y comencé a estirar hasta que lograron soltarse los eslabones.
Lo ayudé a levantarse, el corte se veía grave aunque sabía qué podría curarlo.
Mordí mi muñeca y se la introduje en la boca. Cathal puso un poco de resistencia sin embargo sólo al inicio.
—¡Eso es! Hasta la última gota —retiré mi muñeca de él y lo vi, estaba enojado—. No me mires de esa manera... estabas herido y sólo te di un aventón.
—Un aventón a que si me matan volveré como vampiro... Gracias, Katja —alzó su camiseta para ver cómo la cortadura se curaba, fue hacia Jade y ella le entregó un objeto que no alcanzaba a distinguir.
—Ven, rápido y pásame el frasco con la poción.