—¿Katja? —inquirió con una gran interrogante aquel joven de gran estatura y porte discreto— ¿Qué es ésto... qué sucede?
No recibió respuesta alguna.
La 'chica' estaba siendo sostenida con gran fuerza por otra más baja pero, que él no sabía, que era letal. Giró su mirada hacia una pareja que le parecía familiar, sus vidas corrían riesgo ante el roce de aquellos cuchillos sobre sus cuellos.
Avanzó un par de pasos hasta llamar la atención de pequeña mujer quien volteó a mirarlo con una sonrisa.
—Si fuera tú, no me atrevería a dar el siguiente paso.
Él, testarudo como siempre, hizo caso omiso ante tal advertencia. Katja intentaba mantener la calma y disimular pero no pasó mucho para que la veteris notara el nerviosismo. A Mila le bastó guiarse por las miradas preocupadas que ambos cruzaban.
Tensó la quijada encolerizada con sólo pensar que estos dos eran algo más que conocidos, sus celos enfermizos la nublaron y quiso hacerlos sufrir.
—Qué pena das, amor —dijo con desdén. En su mente la malicia y celos preparaban una venganza—... ambos dan las...
Sus palabras fueron cortadas antes de haber terminado la oración.
—¡Déjalo! ¡No tiene nada que ver en todo esto!
La morena intentó zafar de su agarre pero Mila no lo permitió y en un brusco movimiento le tomó el rostro con fuerza, esta vez no escaparía de su creadora.
El chico, viendo lo que pasaba, intentó acercarse más a ellas. No obstante fue sujetado con fuerza por ambos brazos.
Dos hombres más, hipnotizados, le impedían avanzar al joven de gran estatura. Mila sonrió victoriosa al contemplarlo en ese estado y prosiguió a lo que tenía pensado hacer hace tiempo.
Katja cerró los ojos cómo si eso fuese a evitar que la controlara, no obstante sólo le hacía ganar algo de tiempo. Aunque de nada serviría puesto que la veteris comenzaba a ejercer de nuevo aquel dominio.
—Déjame verte, deja que te ayude.
Ella ladeó la cabeza resistiéndose lo que podía.
—No —Mila la tomó con fuerza de la barbilla, volvió a decirle lo mismo— ¡QUÉ NOOO!
Reprochó con la voz ronca en un grito tajante más su vampiro madre siempre tenía la última palabra.
Su voz sonaba cada vez más fuerte en la mente de Katja, quién estaba a poco de perder su autocontrol. Un grito profundo retumbó en todo el lugar. La joven ya no resistía y en un breve descuido abrió los ojos.
Descuido que Mila no dejó escapar.
—Deja tu mente en blanco —ordenó con la voz más serena que podía usar en ese momento. En ese momento a Katja se le borraron todas las palabras y exclamaciones que tenía aún por decirle.
La pequeña y mortal mujer volteó a ver cómo reaccionaba aquel chico, éste no parecía entender nada de lo que ocurría lo que aumentó la malicia de la vampiro: —Quédate quieta. Ya vuelvo, amor.
Ante lo último que había dicho, depositó un beso en la mejilla de Katja para provocación del chico.
Él tensó su mandíbula intentando contener su ira y confusión. Notó como aquella mujer peligrosa y de baja estatura se acercaba. Forcejeó con mucho esfuerzo pero no lograba mover a esos hombres.
Al ver que la diferencia de altura era muy dispareja, ésta ordenó a los hombres que lo sujetaban a que lo pusieran de rodillas. Sin objeción alguna hicieron caso a dicho pedido.
—A ver, jirafa humana... es hora de divertirme contigo.
Ella se acercó aún más al chico y colocó ambas manos sobre sus hombros sin dejar de mirarlo con aquella sonrisa cínica que le caracterizaba.
Iba a comenzar la hipnosis pero él la sacó de su concentración.
—Escucha bien, hobbit malhumorado: mi nombre es Luke Mendel —pronunció con la voz rasposa mientras la desafiaba con la mirada.
Ella quedó perpleja ante él pero hacía todo para disimular.
—¡¿Oíste?! —recalcó con un tono más fuerte que el anterior— Deja a Katja y demás inocentes libres. O enfréntate a una cadena perpetua.
Al escuchar lo último que mencionó, la vampiresa quebró en una interminable risa que terminó en una mirada hostil acompañada de un semblante serio.
—¡Oh! ¡Qué valiente has salido! —fingió asombro sin escatimar en exageración— Veamos si continúas siéndolo en unos minutos.
Mila lo agarró de la cabeza y lo forzó a mirarla, en cuanto sus miradas se cruzaron ella comenzó con la compulsión.
—Ahora estás a mi servicio —su voz profunda resonaba en el lugar al punto de hacer vibrar las paredes y demás muebles. El chico, con la mirada vacía, movió la cabeza de arriba a abajo en modo de afirmación.
Este gesto divirtió a Mila que no tardó en dar la primera orden.
—Buen chico, ahora acércamela —demandó y señaló a la morena que aún estaba paralizada.
Luke asintió sin más y fue hacia la morena. Tomó su mano para luego guiarla hasta ella.