Misterio en la mansión Santana

Leonel

Los agentes recorrían los enormes pasillos de la mansión esa mañana, golpeaban las paredes para ver si había algo hueco del otro lado, pero por desgracia no encontraron nada. Era evidente que había alguien más al interior de aquella casa y la pregunta que todos allí nos hacíamos era ¿Cuál era su objetivo? ¿Matarnos uno a uno?

No niego que tuve miedo sobremanera y sentí ganas de huir, pero no podía dejar al grupo allí, menos a la señorita Marlene quien estaba encinta. En cuanto se marcharon los agentes, José Eduardo, Omar y yo dimos un recorrido por la casa revisando minuciosamente cada rincón. Junior se quedó con las mujeres en caso de alguna emergencia, no sabíamos a quién nos podíamos encontrar o qué clase de loco asesino se escondía entre las paredes de los Santana.

—¡Vaya mierda! —dije —¿Cuándo regresarán los Santana de su viaje? —Quise saber, pues aquella situación me inquietaba demasiado.

—Ojalá regresen pronto, no pienso quedarme aquí sabiendo que hay alguien que se escabulle entre las paredes de esta tenebrosa casa. —comentó Omar.

Allí intervino José Eduardo diciendo —por cierto, lamento mucho haber insinuado que tú o tu compañero Junior tenía que ver en esto. La sugestión me hace decir estupideces.

Acepté la disculpa, de todos modos es normal que se sienta así después de todo esto. En realidad, todos sospechamos del resto en cierto modo, así que no lo juzgo a decir verdad.

—Sin rencores —le dije acompañando aquellas palabras con mi típico gesto de pulgar arriba. —Ahora lo que importa es cuidarnos el trasero de quien sea que está aquí.

En medio de nuestra ineficaz búsqueda, hubo un apagón que dejó la casa completamente oscura pese a que estábamos a plena luz del día. Con mucha presteza, salimos hasta la enorme terraza buscando algo de luz y al resto del grupo.

—¿Qué pasó? —preguntó Marlene —¿Algún corto circuito?

—No sabemos —respondió José Eduardo.

Allí intervino Martina con un comentario bastante supersticioso. Se acercó lentamente a nosotros y casi susurrando, dijo —¿Y si estamos en presencia de un fantasma o un demonio?

Aunque mi expresión fue bastante seria, por dentro quise morir de la risa ante esa estupidez. ¿Demonios? ¿Fantasmas? ¿Quién cree en esas cosas? Son solo fantasías e historias inventadas por nuestros padres para que nos portáramos bien en nuestra niñez.

—¡Piénsenlo! —quiso convencernos —todo esto es muy extraño, además de que los Santana no tienen hijos y si así fuera, ¿qué padre en su sano juicio dejaría a su hijo solo en una enorme casa mientras se van de viaje?

—¿Qué? ¿Nunca viste aquella película navideña del niño rubio masacrando a los ladrones en su casa y luego en Nueva York? —comentó Junior entre risas como si se burlara de lo que dijo Martina segundos atrás.

Debo admitir que tuve mucho miedo por momentos a pesar de no creer en esas mentiras de fantasmas y no sé qué más. De algo sí estaba seguro, y es que entre las paredes de aquella tenebrosa mansión se escondía un oscuro secreto que la familia Santana no quería que saliera a la luz pública. Sabrán ellos la razón del por qué lo ocultaron, pero la forma en que lo descubrimos fue aterradora y uno de nosotros terminó sufriendo las consecuencias. No entraré en detalles por ahora, porque mis compañeros tienen más que contar.




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