Misterio en la mansión Santana

Vanessa

Ya que la policía no hacía nada para ayudarnos, decidimos defendernos a toda costa de ese tipo. No sabíamos qué quería en ese momento, porque aun saliendo de la casa, nos persiguió hasta el bosque de pinos y robles.

A eso de las seis de la mañana, la lluvia cesó por completo, pero no nos atrevíamos a salir por temor de ser sorprendidos por ese sujeto. El sol aún no brillaba con fuerza debido a la cantidad de nubes grises. Sin embargo, podíamos ver todo desde adentro.

El portón estaba cerrado y no había pisadas ni pistas que pudieran delatar el regreso del sujeto a la mansión. Eso nos dio algo de tranquilidad, pero a pesar de eso no bajamos la guardia.

Los señores Santana, de nombres Heriberto y Liria todavía no daban señales de regresar ni de llamarnos para saber si todo estaba bien. Siempre fui una mujer desconfiada, pero a mi parecer aquello fue una trampa para acabar con nosotros

Teniendo en cuenta nuestro desempeño en la empresa, también sabíamos muchas cosas sobre algunas malas prácticas administrativas al interior de la compañía. Qué casualidad que no fuimos seleccionados al azar.

Aun así, con trampas instaladas por doquier, dudé mucho que el asesino pudiera entrar a la casa para hacernos daño.

Al sentirnos seguros, salimos de la casa para respirar aire fresco. A pesar de todo, fuimos muy precavidos y salimos armados a recorrer la casa por fuera buscando pisadas, pero no encontramos nada.

Suspiré aliviada al ver que estábamos a salvo y que ninguno de nosotros sería la próxima víctima.

—Se ha ido —musité —finalmente se ha ido.

Seguí caminando hasta los rosales cuando escuché el grito de José Eduardo alertando que entráramos a la casa.

Cuando corrí en dirección al grupo, vi al hombre de cara pálida correr detrás de los demás. Por suerte logramos entrar a la casa y asegurar la puerta. Rápidamente subimos por la escalera y nos ocultamos en el cuarto de muebles viejos que estaba al fondo de la planta alta.

—¿Cómo diablos pudo entrar sin caer en ninguna de nuestras trampas? —cuestionó Leo muerto de miedo —¿Acaso no piensa rendirse?

Permanecimos en silencio escuchando como las paredes parecían emitir sonidos estruendosos como si aquel hombre corriera del otro lado desesperado por encontrarnos.

Ninguno habló, nadie se movió. Leo llamó a la policía y alertó que habían dos muertos en casa y el asesino estaba en el lugar. Explicó todo lo ocurrido y le dijeron que dentro de poco los agentes estarían en casa para ayudarnos.

Aquellos minutos fueron de mucho terror. Ninguno quería morir como nuestros desafortunados compañeros la noche anterior. Ya no teníamos fuerzas para seguir y solo queríamos que aquel calvario acabara lo antes posible.

Los Santana aún no daban señales de regresar y eso causó sospechas entre todos, pues, luego de comentarles lo que pensaba, los demás también sintieron lo mismo y dijeron estar de acuerdo conmigo.

De pronto, escuchamos sirenas en el exterior y sin pensarlo corrimos hacia la salida aliviados al ver a los agentes de policía. Al ver que habían dos cadáveres en la cocina, comenzaron a interrogarnos y todos hablamos con la verdad. Fue entonces que, la policía se contactó con los dueños de la casa y les pidieron regresar ya que algo terrible había pasado al interior de su morada.

Los Santana dijeron que regresarían al día siguiente ya que ese día no podían volar. Habiendo escuchado aquello, le pedimos a los policías que nos sacaran de allí o que al menos algunos de los agentes se quedaran con nosotros durante la noche hasta que los Santana regresaran de sus vacaciones.

Nunca me sentí tan cansada, asustada y triste como en ese momento. Dos de mis compañeros ya no estarían con nosotros nunca más y verlos sin vida era algo que me causó daño por mucho tiempo.

Yo solo quería volver a casa, quedarme allí por varios meses y olvidarlo todo.




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