Mítico

I

Aún faltaban meses para la celebración de su cumpleaños y su padre ya le atosigaba con los preparativos, la verdad es que esa fiesta no le interesaba en lo absoluto, era una fecha vacía, ya sabía de antemano lo que sucedería, no en vano tenía al p...

Aún faltaban meses para la celebración de su cumpleaños y su padre ya le atosigaba con los preparativos, la verdad es que esa fiesta no le interesaba en lo absoluto, era una fecha vacía, ya sabía de antemano lo que sucedería, no en vano tenía al príncipe Reynald detrás de sí todo el tiempo desde hacía dos años, odiaba la insistencia de ese tipo tan molesto, tan solo pensar en él la hacía bufar de disgusto, se encogió de hombros y prefirió pensar en otra cosa, pero le fue imposible y terminó pensando en él, ilógico.

El hombre era un buen tipo pero no era de su agrado total, había cosas que le gustaban pero muchas más que la molestaban, era su pretendiente y el único en realidad, su padre parecía tener casi todo listo, ya lo sabía, después de todo lo había escuchado hablar con el Rey Gerald del reino cercano, padre de Reynald...

~Recuerdo~

Eran las tres de la tarde, estaba aburrida y quería tener una charla alentadora sobre el futuro con su padre, que le contara más cosas sobre su madre y que planearan algún juego para más tarde, cualquiera diría que parecía una niña mimada, tal vez si era una niñita pero no mimada, además, ¿Qué esperaban? Tenía solo 16 años, nunca conoció a su madre puesto que murió al dar a luz, con ella debería hacer ese tipo de cosas, su infancia no fue la mejor, su padre intentó darle todo pero a ella siempre le faltó el cariño de una madre, a cualquier niño le pasa eso si vive sin la mujer que le dio la vida, solo que nadie lo entendía.

Dejando ese punto de lado, llegó al trono donde siempre encontraba a su padre pero esta vez no lo halló, extrañada de no encontrarlo donde siempre se dedicó a preguntar a los sirvientes si alguien lo había visto pero se negaban a darle información, así que harta, recorrió el castillo de arriba a abajo (un castillo bastante grande y extenso, cabe aclarar) hasta que finalmente dio con él, después de haber escuchado la conversación de dos cocineras sin quererlo, estaba en la torre más alejada del castillo, al llegar intentó tocar la puerta pero escuchó algo que la hizo detenerse, entre molesta y sorprendida.

―Vamos Edmond, tenemos que pensar en el futuro―escuchó decir al rey Gerdald

―Si, lo sé, pero creo que sería mejor esperar un poco...―contestó su padre

―Si no lo haces ahora, ¿Cuándo? ―se le escuchaba molesto

―Bien creo que tienes razón... y lo haré desde ahora para que no se sorprenda mucho ese día, si tenemos suerte posiblemente ambos se enamoren―cedió, pareció escuchar lo que era un suspiro derrotado

―Y unificaremos ambos reinos―comentó alegre el otro rey―que así sea entonces―

―Que así sea―apenas pudo escuchar el murmullo de su padre

Indignada por la decisión tan drástica y sin su consentimiento que tomaron ambos reyes, se alejó de la puerta lo más rápido y silenciosamente posible para no ser escuchada, de nada le convenía armar un alboroto si al final no importaría y harían lo que les viniera en gana, dejando atrás la torre, corrió hasta su habitación, cerrando la puerta al entrar de un fuerte azotón, lanzándose a su cama y abrazando una de las grandes almohada, haciéndose un ovillo en la cama.

―Estúpidos reinos y sus alianzas absurdas―se dijo a sí misma en un murmullo molesto

Se quejó durante varios minutos más hasta que el sueño cayó sobre ella, y vencida al correr por todo el castillo de ida y vuelta, se durmió pensando en lo que de ahora en adelante sería su futuro, triste y desolado a su parecer.

~Fin del recuerdo~

Se encontraba recargada en el balcón de piedra negra mirando hacia el horizonte, sus brazos fungían como almohadas para su rostro ya que estos estaban sobre la piedra cruzados, se encontraba medio encorvada recargando todo su peso sobre sus pies, pensativa sobre qué hacer para rechazar sutilmente la segura propuesta de matrimonio que le haría el príncipe entrometido, según palabras de la joven princesa.

―Pero que aburrido―suspiró cerrando los ojos, una ráfaga de viento meció sus platinados cabellos, haciendo cosquillas en su rostro, abrió los ojos al escuchar relinchar a un caballo a lo lejos, seguro era ese príncipe―ese no es su caballo...―dijo para sí prestando más atención al jinete sobre el equino―y ese sin duda tampoco es Reynald...―se irguió en su lugar, recargando sus manos ahora en vez de los brazos, sin apartar sus bellos ojos azules del hombre―que ropas más extrañas... debe ser un forastero―aseguró observándolo fijamente―mmm alguien debería darle la bienvenida―expresó en una risilla divertida―además...―tomando los holanes de su largo vestido azul para alzarlo un poco y poder caminar más rápido―posiblemente esto será muy divertido―




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