Un joven de cabellos rizados y castaños, montado en su caballo, había atado una tipo bolsa grande de color oscuro en su caballo, donde guardaba sus pertenencias, dicha bolsa fácilmente se confundía con el pelaje tan puramente negro del animal que brillaba ante la más sutil caricia del Astro Rey, era un ejemplar sumamente hermoso y pura sangre, deteniéndose cerca de la entrada para apreciar mejor el paisaje. Cuidaba del cuadrúpedo animal de la misma forma que se cuida la vida, razón por la cuál mantenía en perfectas condiciones y le trataba como su igual. Se tomó la molestia de mirar de formar apreciativa el gran pórtico que asemejaba a las ramas de un árbol seco, justamente, estando a lado de un árbol grande y aparentemente viejo por el grosor y la altura del mismo y aun así con una copa frondosa y verde, soltó las riendas observando el pueblo frente a sus ojos de un enigmático verde aguamarina.
―Bien... este es otro nuevo pueblo... espero sea más interesante que el anterior―dijo acariciando las crines negras de su compañera de viaje― ¿no crees Vali? ―el caballo solo relinchó en contestación―sí, tal vez en verdad haya algo interesante...―el viento dio contra su rostro en una suave caricia―los vientos del norte lo afirman...
Bajó del caballo cuidadosamente, dando un salto al final, acomodó sus ropas algo revueltas por las acciones antes realizadas, dio un suspiro mirando a su caballo quien ya le miraba profundamente con ese par de orbes oscuras, como si lo analizara, pegó con una de sus patas delanteras al piso, el castaño solo rió por el acto, entendiendo al parecer el mensaje que trataba de enviar su vieja amiga con ese gesto, miró al frente con la vista fija en la entrada del lugar una vez más, observando extrañado como una joven de vestido azul claro, largo y estorboso (a su parecer) para andar parecía correr en su dirección, nadie parecía haberla notado, como si fuese invisible.
~
Curiosamente, había logrado pasar desapercibida con mucho éxito el séquito de guardias alrededor del castillo, pues sino ya los tendría pisándole los talones para atraparla y llevarla de vuelta al castillo para evitar que se metiera en problemas.
Se percató entonces, que el hombre que antes había visto desde el balcón de su habitación seguía ahí, de pie junto al hermoso corcel negro que se había acercado lo suficiente como para no tener que ir más lejos, ya que tenía estrictamente prohibido abandonar las tierras del reino por más que de solo unos poco metros se tratase, sin saber por qué. Sonrió para sus adentros al observarlo con mayor detalle, al fin tendría una aventura, una verdadera aventura, pensó. Dio un solo paso fuera del portón al encuentro con el desconocido, sin embargo, sintió como una fuerza extraña la empujaba, haciendo que se detuviera y mirara alrededor algo desorientada por lo ocurrido, sin lograr comprender nada, ignoró el extraño suceso, alzando su mano derecha para tratar de llamar la atención del contrario sin lograrlo, optando entonces por usar otro método.
― ¡Hey, amigo! ―gritó para llamar su atención, sonriendo satisfecha al verlo voltear a mirarla con unos cautivadores ojos verdes
― ¿Disculpa? ―el mencionado miró hacia atrás para cerciorarse que la joven en verdad le estaba llamando a él― ¿acaso es a mí? ―el tono de voz empleado era ciertamente ingenuo
― ¿Acaso hay alguien más? ―ironizó llegando frente a él, colocándose firme y soltando su vestido para colocar sus manos sobre sus caderas―eres un forastero―afirmó mirándolo de arriba abajo, tratando de reconocer las vestiduras sin tener éxito
―Parece que no te enseñaron modales―se burló un poco el hombre con una sonrisa ligeramente arrogante, cruzando los brazos ante la mirada que lo escudriñaba sin reparo alguno
―Creo que no sabes quién soy―se defendió, ella no solía ser impertinente ni nada por el estilo, pero quería algo nuevo en su rutina y lo conseguiría a como diera lugar, así fuese rompiendo las reglas de etiqueta que le habían enseñado
―No me interesa saberlo―contestó con desdén, dándole la espalda tomando las riendas de su corcel y regalándole una palmada en uno de sus fuertes pómulos, a forma de caricia al animal
―No deberías ser tan grosero―cruzó los brazos en desacuerdo, casi haciendo un puchero, olvidando que sí era un forastero claramente no podía saber quién era ella
―Eres una niña malcriada―aseguró dándole más palmadas al animal, sin ver a la joven y luego acariciando las crines negras
― ¡Soy casi una mujer! ―espetó frunciendo un poco el ceño―además soy la princesa de este reino, debes ser más respetuoso conmigo.
―Si eres una princesa deberías dejar de ser tan berrinchuda, pareces una niña pequeña―la miró de reojo con desdén, sintiendo una extraña sensación que lo reconfortaba al estar en su presencia, lo ignoraba
― ¡Igualado! ―aseguró en tono molesto, cerró los ojos por unos segundos e intentó calmarse, aquello no solía suceder tan abruptamente, con tanta facilidad, dándose cuenta que realmente estaba siendo una niña malcriada