Mítico

III

Mientras tanto, dentro del castillo, el rey estaba entre preocupado y molesto, había mandado a llamar a su hija por la tarde para seguir discutiendo sobre los preparativos de la celebración de sus dieciocho años y nadie supo decirle donde se encon...

Mientras tanto, dentro del castillo, el rey estaba entre preocupado y molesto, había mandado a llamar a su hija por la tarde para seguir discutiendo sobre los preparativos de la celebración de sus dieciocho años y nadie supo decirle donde se encontraba, la última vez que la vieron fue en su habitación, pero de eso habían pasado varias horas, además, eso había sido por la mañana, cosa que no le tomó importancia, al menos no durante un rato, teniendo otras cosas por hacer y que tratar, como por ejemplo, algunos pobladores que buscaban alguna respuesta a la extraña neblina que rodeaba el reino por la noches de vez en cuando, pues afirmaban haber visto los ojos de una criatura espeluznante dentro de esta espesa neblina.

Decidió darle un poco de espacio mientras atendía sus responsabilidades, tal vez necesitaba un poco de relajación ya que desde que inició la semana no dejaba de mandarla a llamar para ponerse de acuerdo con los preparativos de la celebración, ciertamente la tenía bastante por ello, la noche comenzaba a cernirse sobre el reino, debía encontrarla pronto, no quería que nada le pasara a su princesita, como de cariño y desde niña, solía decirle, así que esperó pacientemente durante un tiempo hasta que, harto de tanta espera, mandó a llamar a todos los guardias y los envió a buscar a su hija, dentro y fuera del castillo, muy probablemente se había escabullido al mercado de nuevo, le encantaba ir ahí y comprar baratijas aún teniendo a su disposición varias joyas preciosas y muy caras, suspiró desganado, desde hacía un par de meses se había vuelto mucho más rebelde y curiosa, eso le preocupaba un poco, más lo último, ya que en ocasiones entraba a su biblioteca privada sin que se diera cuenta antes y no quería que hallara las cosas que ahí guardaba, cosas importantes y que nunca debería conocer su pequeña hija.

Nunca.

~

Llevó sus azules ojos al cielo de colores rojizos y violáceos, ya estaba anocheciendo y su aventura terminaría pronto puesto que debía volver al castillo, ni siquiera se había percatado del tiempo, el forastero era muy callado ¿o quizá ella no le dejaba hablar? Consideró la posibilidad, pero lo ignoró, pensándolo mejor, el hombre le parecía un ser enigmático, algo había de atrayente en él, deseaba conocerlo más a fondo, algo muy extraño, pues no solía tener ese tipo de interés en personas, sino más bien en los objetos, sin embargo, siempre había una primera vez para todo ¿no? Bien podía comenzar a interesarse en otras personas, no como en los habitantes del reino que debía atender y cuidar cuando fuera reina, sino de una forma más personal e íntima.

Mientras pensaba en ello, en un descuido, uno de los guardias logró verla detrás del caballo que usaba para esconderse, el vestido era más estorboso y vistoso de lo que pensaba, o quizá alguien había dado una señal de alarma debido a la extrañeza del asunto, o quizá simplemente había sido descuidada, en fin, el guardia lanzó una exclamación para alertar a los demás que seguían buscando en otros lados, Marie no pudo hacer nada debido a que los guardias ya los habían rodeado, vaya rapidez, se dio un golpe mental en el rostro por ello, los guardias apuntaban al castaño con sus espadas que momentos antes había estado observando tranquilamente un extraño artefacto traído desde Arabia, no se sorprendió demasiado, solo atinó a dejar de ver el objeto y suspirar cansinamente, como si hubiese esperado esto todo el día, haciendo que la peliblanca bufara de fastidio e hiciera un pequeño puchero.

―Supongo que esto me gano por dejar que princesas malcriadas quieran enseñarme el reino sin pedir permiso del rey―aquello lo dijo en tono bajo para que solo la mencionada pudiera escucharlo, empleando un tono burlesco

―Escuché eso―se quejó en el mismo tono, más molesta que nada, pero no con él, sino consigo misma y los guardias, fulminó a todos con la mirada

― ¡Princesa Marie! ―de entre todos los guardias que le apuntaban a su compañero, se abrió paso un hombre alto con bigote binachón, el general Richard

―General Richard―suspiró más relajada, sólo un poco, era propenso a escuchar primero y atacar después, él podría salvarlos de todo este circo―por favor, dígale a sus hombres que dejen de apuntar a mi amigo―señaló al mencionado alzando la barbilla y en tono diplomático

―Lo siento princesa, pero su amigo tendrá que acompañarnos, tal cual se encuentra custodiado―dijo firmemente sin ceder al capricho de la princesa, ya habían pasado por esto antes y no volvería a caer, dio media vuelta, avanzando en dirección del castillo

― ¡Pero Richard! Yo me escapé del palacio, el no tuvo nada que ver...

Comenzó, acercándose al mencionado para hacerlo recapacitar, pero sin darse cuenta por donde andaba, pisó una piedra de mediano tamaño que la hizo torcerse el pie, provocando su posterior caída, antes de que el general pudiese reaccionar, el castaño ya había tomado a Marie en brazos con movimientos rápidos, subiéndola a su caballo para evitar que se lesionara más.




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