(Svart e Hvit en el recuadro grande, vestimenta de la joven Marlena, Bosque de la Soledad, vestimenta joven Edmond, límites del Bosque)
Apenas el sol salía, sentía los rayos colarse por los grandes ventanales de su habitación, una luz tenue pues se apreciaba un banco de niebla sobre el castillo y suponía sobre todo el reino, su pie aun dolía pero mucho menos que el día anterior, los remedios de Eleonor habían funcionado mejor de lo que creía, suspiró levantándose con pesar de la cama para empezar su aburrido día.
Fue el desayuno más incómodo que tuvo en su vida, teniendo en cuenta aquella vez en que el príncipe Reynald se apareció de improviso para acompañarlos, terminaron con comida en el cabello después de que "mágicamente" la comida del joven fuera lanzada sin querer por una sirvienta que había tropezado accidentalmente con su pie. Suspiró con fastidio, notaba la tensión sobre ambos así que decidió amenizarla hablando sobre lo que había hecho, apenas funcionando. Al cabo de los minutos su padre, una vez hubo terminado sus alimentos, detuvo su perorata para decirle algo importante, sobre su celebración de cumpleaños, cosa que ya tenía mareada a Marie.
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Las Tierras Malditas, así eran conocidos los dominios de Malqueridaen, un amplio territorio de más de trescientos kilómetros de extensión que en algún momento de la historia reciente había pasado a sus manos, el Bosque del Olvido (árboles aparentemente secos con espinas en su totalidad cubriéndolo, su primera defensa) cubriendo todo su alrededor con una extensión de cincuenta kilómetros que nadie ajeno al "reino" ha logrado traspasar pero que sí llegaran a hacerlo se enfrentarían a la segunda defensa, una planicie con un lago de aguas cristalinas que en su interior que contenía serpientes gigantes, quien se vea en el reflejo se verá siendo consumido por las llamas del Fuego Eterno, sentirían el ardor en su piel como si el fuego estuviese consumiendo sus cuerpos y caerán inevitablemente al agua intentando terminar con tan doloroso tormento sólo para terminar muriendo a manos de las serpientes de Vann, hambrientas de carne quienes lucharán por su presa hasta despedazarla, éste lago conocido como el Lago de la Soledad.
¿Muy sanguinario? Seguramente, pero ellos... él en particular, no fue delicada con ella, por el contrario, le arrebató lo que más había amado en su vida y que sólo pudo tener por escasos minutos en sus brazos, jamás le perdonaría haberle arrebatado a su hija, su más grande error fue creer en ese bastardo sin corazón que se hacía llamar príncipe en aquel entonces y ahora rey de SU reino, su venganza sería lenta y tortuosa, de eso no había dudas.
Sé encontraba caminando por los alrededores de aquel viejo y destruido castillo que fungía como su hogar en esos últimos dieciocho años de destierro, a sus alrededores habían prados verdes desde donde podía observarse el Bosque del Olvido apenas como un muro negro, era un lugar bastante llamativo pese a cualquier cosa que pudieran pensar.
Su largo vestido se arrastraba por el campo muerto sin importarle en lo absoluto, veía algunos arbustos semisecos, las flores parecían calcinadas desde hacía mucho tiempo atrás, pero sorprendentemente mantenían su forma, cuando la fémina pasaba cerca de ellas, éstas se movían siguiendo su andar por el negro camino, como una escolta.
Se detuvo sin mirar un punto fijo por un par de segundos, a su lado había una gran roca que le permitiría sentarse y justo eso hizo, dio un largo suspiro y su mirada se posó sobre el hermoso Bosque del Olvido luciendo imponente, incluso mirando más allá, en la lejanía donde un castillo se divisaba tan familiar para ella, recargó sus manos hacia atrás en la roca para poder recargarse hacia atrás, levantó la vista al cielo azul y sucedió.
~Recuerdo~
Una joven de diecisiete años con cabellos plata recogidos en una trenza por ambos lados de la cabeza que formaban una diadema, con un vestido azul marino, iba montada sobre el lomo de un feroz lobo de ojos amarillos y pelaje negro, era grande pero se notaba le faltaba por crecer aún más, la criatura caminaba con lentitud en un sendero dentro del bosque verde rebosante de vida, a lado de ambos, otro lobo de color blanco inmaculado y de ojos rojos, una hembra fuerte.