El rey por su parte, no dejaba de pensar en esa mujer de cabellos platinados en aquel entonces, hermosa como ninguna otra, recordando el pasado con melancolía y tristeza, sacando de un cajón que mantenía con llave y oculto para cualquiera, el retrato de una mujer joven, de no más de 25 años de cabellos color plata y de piel de porcelana, de hermosos ojos azules y facciones sumamente finas, delicadas, con un vestido azul cielo de manga corta dejando ver sus redondos hombros, mantenía en su jovial rostro una sonrisa luminosa y sincera al igual que sus ojos tan llenos de vida, el mayor no pudo evitar sonreír con amargura al recordar cuando había retratado a esa bella mujer, para él era un ángel caído del cielo.
Y entonces, durante ese bello recuerdo, el rostro afligido, con una mirada decepcionada se hizo presente opacando la antes felicidad, eso provocó que el rey sintiera una punzada en el pecho pero eso no fue todo, el rostro ensombrecido y lleno de repudio, con los ojos completamente oscuros y fríos dedicándole esa frase en un tono fiero y decidido le hizo cerrar los ojos dejando escapar una lágrima de dolor, no supo como o por qué, pero el cabello ajeno se había vuelto de color azul, seguramente por su naturaleza mágica... Él tenía la culpa de que esa mujer hubiera cambiado para mal, todo por hacerle caso a su padre, todo por miedo y poder; negó con la cabeza, se limpió las lágrimas y guardó una vez más el cuadro en el cajón, cerrándolo con llave mientras sollozaba en silencio, sin saber que una sombra en el ventanal le observaba, con una sonrisa torcida y la mirada opacada por el resentimiento, en segundos la figura desapareció, dejando ver la hermosa luna en cuarto menguante que parecía dibujar una sonrisa...
~
Adam ya se había hartado de caminar sin una dirección, después dejar a su preciado corcel en las caballerizas, la tal Airin lo encaminó al interior del castillo, pasando por varios pasillos y escaleras, subiendo y bajando cosa que ya lo tenía a solo un paso más de acabar con su infinita paciencia, él no quería eso, pero la princesa había mentido con respecto a su persona y si no aceptaba sería sumamente extraño, no cuadraría con la historia inventada, podría traerle problemas, aunque fácilmente lograría resolverlos, pero no quería llamar mucho la atención, o al menos, no aún.
Sea como sea, al final llegaron a su respectiva habitación, la sirvienta le abrió la puerta y le invitó a pasar para después ella misma prender las velas correspondientes, el cuarto no era la gran cosa, tenía dos burós uno a cada lado de la cama de tamaño matrimonial, un ropero donde podría guardar sus ropas (que no eran muchas), un pequeño diván y todo esto hecho de cedro y pintado de color café claro, el lugar estaba decorado al estilo gótico con los muros de color gris oscuro casi llegando a ser de color negro pero notándose a la perfección la diferencia entre ambos colores, una puerta que daba a la siguiente habitación, se trataba de un baño personal con todo incluido, los muebles en su interior de color crema y las paredes de un color pastel, encendió una vela en el interior también, le especificó la hora en que solían servir el desayuno para que estuviera listo, al parecer su presencia se había solicitado para acompañar a la Familia Real, sin poderse negar solo aceptó la invitación y la sirvienta se marchó haciendo una breve reverencia como despedida, él la miró con una ceja alzada y solo asintió con simpleza.
Una vez solo en su habitación, se aseguró de poner el pestillo para evitar cualquier entrada furtiva a sus aposentos, siempre desconfiado de su entorno, nunca estaba de más ser cuidadoso, se acercó a la cama dejando sus pertenencias en la misma y comenzó a acomodar sus cosas con lentitud en el armario pues suponía pasaría un largo rato ahí, al terminar dejó lo que él consideraba una pijama adecuada y se dirigió al baño para tomar una relajante ducha en la que se llevó más de diez minutos, debía aprovechar al máximo su estancia en este interrsante lugar.
Salió cambiado y completamente seco, se encontraba cansado y ciertamente fastidiado, bufó con molestia y se masajeó las sienes con una elegancia impropia de lo que había dejado ver, murmuró unas palabras por lo bajo y con ello, una ráfaga de aire dio de lleno únicamente en las velas apagándolas al instante, se sonrió ante la oscuridad y se precipitó en el interior de la mullida cama, por fin podría descansar decentemente.