Mitos de Atrazia

Prólogo

¿Pues qué les cuento, amiguitos? Yo, estaba en una peda bien a gusto, bebiendo aquí con varios desviados elementales, cuando de repente, como siempre, ya bien ebrias y devastadas, me piden que les cuente mitos antiguos de nuestra raza.

Chingue y chingue con lo mismo, siempre quieren que una, como si no se cansara de contar lo mismo, y como sí hechiza, les cuente sobre estas maravillosas historias. Y no es que me moleste del todo, en realidad amo los mitos, pero ni siquiera un sábado por la noche o domingo por la madrugada pueden dejar de joder, de esclavizarme para sus sucios propósitos.

Así es, sigo estando aquí sentada alrededor de todos aquellos amanerados, mientras trato de escribir esto al escuchar sus ridículas sugerencias y malos consejos, con ganas de regresar al calabozo a unas o ignorar a otras. Ya, amiguitos, en serio que ni siquiera sé por qué estoy continuando en lugar de parar, salir a fumar y acabar con esta tortura.

Supongo que porque esta señora en llamas de dos metros me convenció al decirme: «¡Querida! Deberías escribir sobre los mitos que sabes para que nuevas generaciones los conozcan. Siempre es bueno dejar algo más allá que tu mero recuerdo, mijita».

¿Qué se cree esta desviada cachonda? ¿Se le olvidó que también puedo vivir por siempre si me lo propongo? Yo también soy un elemental, de los duros y estoy bien bonita. Total, le di su merecido golpe en uno de sus ardientes senos y decidí que era buena idea.

Y aquí me ven, en plena escritura, con paso seguro y diciendo en voz alta todo lo que estoy plasmando, para que esta bola de torcidas pueda seguirme el hilo y, quien sabe, tal vez logren agregar algo de contenido de calidad a esta obra. Porque sí, yo no hago nada de okis, aquí se le entrega a usted, ahora el lector, puro producto de calidad. Para que puedan contar estos maravillosos mitos que a su vecina, que a la comadre, que a la suegra, que a su amiga perdida entre tanto desmadre que ha habido en los siete reinos últimamente. Chisme de primera y milenario.

Pues ya sabe, usted agarre su refresco oscuro de preferencia, sus frituras de queso favoritas y acompáñeme a mí, Chel, en el transcurso de estos emocionantes, alucinantes, embriagantes e interesantes mitos de conocimiento elemental, que han pasado de generación en generación hasta su querida servilleta de metal puro.

Antes de que me oxide, les agradezco que estén leyendo esta remeda de texto. Yo sé que no soy la más letrada, por eso soy travesti y desempleada, reunida con esta bola de elementos más básicos que los de la tabla periódica, disfrutando de la vida y sus malas vibras. Mas aquí seguimos, alcoholizadas, repartimos putazos y puro brinco viejo a donde vayamos.

Sin mas antelación, les presento tres mitos de Atrazia, el reino de los elementales. ¡Claro que sí!




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