Bien amiguitos, al fin. Hemos llegado al último mito que les voy a relatar. Uno muy popular y que, seguramente, algunos de ustedes ya han escuchado al menos una vez en sus vidas, porque hace que hasta el mismísimo rey de nuestro reino dude de saber si esto fue verdad o no. Si ellos existen o son puros cuentos.
— ¡Ay, mijita! —Exclamó emocionada la gran travesti de fuego—. ¿Vas a contar mi mito favorito? Ese que tanto te he pedido que relates desde que empezó todo esto, ¿verdad? —Preguntó con una enorme sonrisa, respondida por mi golpe en su pecho.
— ¿Cómo no lo voy a hacer? Si ustedes nada más están pidiéndolo como si fueran a morirse al no escucharlo. Tantas veces que lo he relatado, cientos de ocasiones en la cual me han escuchado hablar de él, día y noche, a todas horas y todavía quieren que lo inmortalice aquí, en estas hojas. No tienen vergüenza, de verdad. Piensan que una no se aburre de las cosas, que nada más es bonita y con decir «bu-bu» ya la hizo. ¡Pues no! Una se tiene que renovar, cambiar, ser nueva todos los días. Pero, ¿cómo? Si siempre le piden las mismas mafufadas —expliqué, lo que hizo reír a todo mundo, y cuando la gran torcida se recuperó, me respondió muy segura ella.
—Pues sí, pero es tan bueno y tan importante para nuestra raza, que nunca debe ser olvidado. Es un mito que ha pasado por tantas generaciones, sobre todo en las filas de los elementales de fuego, que es un honor que sea contado una y otra vez, sobre todo por ti, mijita. Tú, que lo puedes hacer con una gracia especial, deberías sentirte orgullosa —todo eso me hizo torcer la boca hacia abajo, apretando los labios, pero tenía razón.
El mito siguiente es nada más y nada menos sobre los pyrates, o como se les conoce en común: Piroatas.
De todos los mitos aquí relatados, el único que está directamente relacionado con nuestra raza, es éste. Los demás tienen relación con nuestro reino, mas no directamente con la gente que lo habita. En éste vamos a contar cómo fue que se crearon estos mitológicos piratas de fuego, lo que se dice que comenzó hace ya muchísimos años, antes de que se formara el reino, iniciado por un elemental de fuego.
—Mijita, sólo prométeme algo —dijo el gran amanerado cuando ya estaba a punto de iniciar con el mito, bien inspirada—. No vayas a dejar dudas como las anteriores. La del tridente me dejó bien petateada, con harta duda y hueco que nos trajiste con ese final. No vayas hacer lo mismo y cuéntalo todo —al terminar, le di su merecido golpe y continué.
Todo comienza en un amanecer de abril. En una tierra lejana, donde las montañas mostraban el salir del sol en el horizonte, un elemental ígneo observaba el espectáculo, recibidos los primeros rayos de luz del astro con mucha energía, lo que llenaba de placer a este ser.
Nadie sabe el porque exacto de los siguientes eventos. Hay varias teorías, y en lo personal, les voy a dar las más atinadas.
Exashestery, la bestia sagrada del fuego se apareció frente a este elemental. Se dice que era porque siempre, durante siglos, el ser ígneo se colocaba en el mismo lugar y a la misma hora a recibir el amanecer y su primera luz. Otra teoría es que recitó algo que llamó la atención de la bestia, unas palabras que cautivaron su corazón o despertaron su curiosidad. Por último, la que muchos creen, al igual que esta servidora, es que fue una mera coincidencia. Exashestery debió verlo recibiendo el sol y le llamó la atención, pues el elemental era uno muy poderoso y además inteligente. Un ser de fuego así, por supuesto, despertaría la curiosidad de la bestia sagrada del elemento al verlo, pues están directamente conectados.
La bestia se acercó al elemental, quien, al verlo, inmediatamente le hizo una reverencia, cosa que hizo sonreír al ser sagrado.
—No es necesario. Somos de la misma calaña al final del día, aunque aprecio el respeto que me tienes —explicó Exashestery, lo que alegró mucho al elemental.
—Gracias. Es un honor para mí estar en su presencia. ¿Qué lo trae por aquí? ¿Necesita algo de su humilde creación? —Preguntó el ser de fuego, cosa que puso de muy buen humor a la bestia.
—Vine porque estoy aburrido. Tremendamente cansado de lo básico que es este mundo renovado —se sinceró el poderoso ente. Luego se sentó en la tierra para ver directo hacia el sol, cuyos ojos, como los del elemental, tienen la bendición de poder hacer esto sin lastimarse.
— ¿Cómo era el mundo antes? ¿Era más divertido cuando estaba repleto de humanos? —Dicha cosa hizo reír a la bestia, la cual agachó la cabeza y regresó sus ojos al sol.
—No del todo, mas sí que había cosas que me gustaba ver.
— ¿Podría decirme cuáles? —Al decir esto, Exashestery palmeó su lado en la tierra, lo que le indicó al elemental de fuego sentarse para escuchar lo que tenía que decirle.
Eso fue el inicio de algo inusual: una amistad entre un mortal y una bestia sagrada. Dicha relación que se dice era tan fuerte que ambos se veían diario para platicar y se quedaban en el sitio hablando todo el día, desde el amanecer hasta el atardecer, sin falta, sin aburrirse, sin que nada los hiciera repelerse, sólo acercarse más.
Tanto fue así, que Exashestery llevó al elemental a lugares donde sólo la familia D’Arc puede estar. Exploraron mucho juntos, siempre conversando, cambiando ideas, imaginando cosas nuevas y emocionándose de su estrecha relación de dos buenos amigos inusuales como el mundo los pueda conocer.
Un día, de la nada, la bestia no se presentó. Algo que dejó al elemental un tanto extrañado, mas algo sí que sucedió. Por todo el mundo, en cada esquina de éste, se sintieron tremendos terremotos por doquier. Muchos creían que la bestia de la tierra, Geovictorex, estaba furiosa, por lo que continuaba manifestándose en Gaia II sin falta, mas no fue así.
Los temblores duraron una semana exacta, mismo tiempo en el que no aparecía Exashestery con su amigo elemental, quien creyó que simplemente las cosas con él habían acabado. Al final del día, se trataba de una bestia sagrada, un ser cósmico, no era de extrañarse que eso sucedería tarde o temprano, y que ni siquiera se despidiera de él.