Semblanza de la autora: Escribo bajo el pseudónimo de Max skygge, soy colombiana, país rico en historias, mitos y leyendas. Gracias a mi abuelo soy conocedora de muchos de estos fascinantes relatos. En esta oportunidad quiero compartir con todos ustedes un breve relato ficticio inspirado en la leyenda “el agüero del yaacabó” muy popular en mi región, espero sea de su agrado y que nos volvamos a encontrar en otra oportunidad a través de las letras.
—El pájaro está cantando, ¿Qué no le oyes? —decía medio agonizante Carlos.
Hace ya quince días que mi hermano yace enfermo en la cama, hace ya quince largos días que me he visto en la obligación de cuidarle. Mi padre se ha ido a trabajar, el pobre trabaja más de lo normal estos últimos día y yo sin poder ayudarle —Tienes que cuidarle Luis —dice todas las mañanas antes de irse, siempre me lo quedo viendo mientras su silueta desaparece entre los árboles, a veces no llega por las noches. Al día siguiente agotado y con las manos cansadas llenas de cicatrices aparece con una sonrisa en el rostro y con las medicinas para su ¨Carlitos¨ como suele llamarlo, te pondrás bien le decía a mi pobre hermano enfermo.
Hace ya dos noches que mi padre no regresa, las mismas noches que no ha parado de llover, es probable que subir al cerro con estos tiempos sea imposible o quizá aún no haya ganado lo suficiente como para comprarle las medicinas a Carlos.
Carlos lleva tres días hablando del canto de un pájaro, sonido que es inaudible a mis oídos, antes de que mi padre se marchara Carlitos le dijo.
—Papito, el pájaro está cantando —a lo que mi padre frunció el ceño y lo miró preocupado. Antes de marcharse encendió una vela blanca y rezó en silencio, al cruzar la puerta me dijo a modo de secreto — no dejes que ese bendito pájaro se lo lleve- y sin más empezó a andar a pasos lentos.
—¡Luis!, que el pájaro está cantando.
—Aquí no hay ningún pájaro Carlos, vamos, que es el sonido de la lluvia— le respondí mientras tocaba su frente, ¡vaya! Carlitos está ardiendo por la fiebre, me apresuré a ponerle paños húmedos por todo el cuerpo.
—Déjame Luis— me dijo Carlos mientras acercaba mi mano a sus mejillas haciendo un gesto para que la retirara.
—Anímate, hermano, te pondrás bien- estaba realmente preocupado, desde que Carlitos enfermó sentía una leve opresión en el pecho, como si de un mal presentimiento se tratara, lo peor de todo es que no sabíamos qué clase de enfermedad era ya que no teníamos dinero para llevarle a un médico bueno. Carlitos, el pobre Carlitos, había pasado días enteros vomitando y mal del estómago que estaba tan flaco, ya su delgada figura no mostraba ni el rastro del joven esbelto de hace menos de un mes.
—El pájaro está cantando— repetía. Pero yo no oía ningún pájaro- El pájaro está cantando, Luis —¡calla al maldito pájaro! Hablaba mi hermano alterado, traté de tranquilizarlo y al acercarme Carlitos escupió sangre sobre mi rostro, cada vez estaba peor, sujeté sus brazos hasta que dejó de moverse, su respiración era lenta, se había quedado dormido.
—El yaacabó está cantando —Carlitos susurraba —¡el yaacabó está cantando! —los movimientos respiratorios de mi hermano se intensificaron, un leve dolor invadió mi estómago, vi lentamente como los movimientos respiratorios de mi hermanos desaparecían, Carlos ya no respiraba y yo no poía moverme.
A lo lejos escuche el leve canto de un pájaro y entonces lo comprendí, el yaacabó estaba cantando y ahora yo podía oírle.
Max Skygge.