Mí nombre es Antonella, tengo 25 años y escribo desde que tengo memoria, jajaja. Soy de Argentina y mí usuario es alsl.
Está es una leyenda de mí provincia, una de las más conocidas, la primera vez que me la contaron, era muy chica y estábamos en los cerros, asique, si, me asusto mucho jajaja.
“El Futre: un fantasma sin cabeza que ronda el cruce trasandino”.La leyenda más popular de mi tierra.
La primera vez que escuche su relato, me aterro saber que yo, un pequeño mendocino habitante de una localidad perdida entre la montañas “Uspallata” vivía no muy lejos del lugar de donde se decía que él moraba.
La primera vez que escuche su historia fue en una noche fría y estrellada. Antonio, José, Juan y su hermano Manuel, se habían quedado a dormir en mi casa; todos éramos mejores amigos y de vez en cuando acostumbrabamos juntarnos en una de nuestras grandes casas de campo. Intentábamos desvelarnos lo que más podíamos, ver el amanecer; algo que raras veces lograbamos.
Nos juntabamos en distintas casas aunque, en la de Juan y Manuel, eran muy estrictos y no podíamos estar despiertos corriendo por la casa después de las once, por lo cual, y aunque era la casa mas comoda, casi nunca pasamos nuestras aventuras allí. En tanto, la casa de Antonio, era muy incómoda, él tenía demasiados hermanos, todos más grandes y gruñes.
Solo la pasamos realmente bien en la casa de José o en la mía, mis padres, eran bastante permisivos y atentos. Mi hermano, ademas, se quedaba toda la noche despierto procurando nuestra seguridad incluso jugaba con nosotros, aunque a veces nos asustaba y junto con los hermanos de Antonio nos jugaba bromas pesadas; pero seguía siendo divertido.
Por otro lado, en la casa de Jose, bueno, solo estaba su abuela que era sorda, su madre trabajaba toda la noche y por ende careciamos de cualquier figura de autoridad.
En fin, esa noche en mi casa, seguimos la rutina de siempre, jugar en la calle hasta que el sol se ocultase y un chiflido fuerte y estruendoso nos llamara, seguido de un aullido de mi padre que soltaba la frase “a comer”. Cenabamos generalmente pizza, panchos o milanesas, tomábamos jugo o gaseosa dependiendo del día.
Cuando mis padres se dormían, encendiamos el televisor y veiamos un par de películas de terror, luego y ante el miedo y el sueño salimos a mi gran patio, corríamos y jugábamos a lo que se nos ocurriese, solo iluminados por un pobre foco y una gran luna acompañada de un sin fin de estrellas.
Esa noche, como casi siempre, esperábamos que mi hermano apareciera para jugarnos una de sus bromas o apareciera disfrazado para contarnos una historia. Él ya iba a la secundaria, era un buen alumno y un hermano ejemplar,.pero su mayor don era relatar
historias.
Mientras charlabamos sentados en el frío y húmedo césped, algo exhaustos y ya con los párpados caídos, mi hermano se apersono cual espectro, alto y delgado cubierto por un
gran traje negro de mi padre, en su mano derecha sostenía una pelota de fútbol con peluca y una galera que yo había usado hacía unos meses para un acto escolar y en la mano izquierda un maletín abierto y vacío.
—¡Soy el futre! ¡He venido por mi dinero! —dijo fantasmagóricamente— Devuelvanme lo
robado…
Nosotros casi despertamos a mis padres de los gritos que pegamos
—Shh... ¡soy yo chicos! Hoy estoy inspirado y les contare una gran historia, pero ya no griten.
Nosotros nos silenciamos, asentando con la cabeza
—Debo aclarar que yo no inventé esta leyenda, ya que data del siglo veinte y hay muchas versiones, yo contare la mendocina.
Así fue como nos relató la historia de un hombre Inglés, alto, delgado y pálido, siempre elegante, en su mano izquierda, generalmente, llevaba un maletín y en su cabeza una gran galera, muy típica de la época. Él trabajaba en el ferrocarril que debía unir a Chile y a Argentina, “el ferrocarril trasandino”. Se encargaba de realizar los pagos a los obreros, recorría las precarias vías a caballo o en zorra para llegar a cada trabajador repartiendo los pagos.
Un día, mientras montaba a caballo por una zona muy escarpada, unos hombres le interceptaron, le tiraron del caballo y le golpeó brutalmente, uno de ellos portaba un machete y sin piedad alguna le cortó la cabeza, los hombres dejaron allí al cuerpo decapitado y se llevaron el maletín cargado de dinero.
El cuerpo del hombre inglés, está enterrado en el cementerio de Uspallata, aunque su alma aún vaga por las antiguas vías exigiendo la devolución de lo que era suyo, en su mano derecha porta su cabeza. Se dice que si no le debes nada a nadie entonces este no te hará daño, pero si por el contrario tienes algo que no es tuyo entonces él te hará pagar.
Obviamente en nuestra infantil creencia temblamos de miedo al escuchar el relato, hasta que Antonio afirmó que esa historia debía ser una copia barata de la clásica leyenda del jinete sin cabeza.
—Si, muchos dicen que esta leyenda es una copia de esa, ademas hay muchas versiones, la leyenda chilena, por ejemplo, habla de un hombre que luego de la paga se fue a beber y de lo borracho que estaba, se tumbó en el suelo para dormir, pero posó su cabeza en las vías del tren, así cuando este paso lo decapitó y vaga por la zona pidiendo un combide
—contestó mi hermano con gran elocuencia.
—¿Como sabes de eso Sebas?—le pregunté.
—Bueno a mi me la contaron en la escuela, me hicieron comparar las distintas versiones,
hasta hay una donde en realidad él fue quien quiso robarse la plata de la paga de los trabajadores y por ello lo mataron. En fin, fue la leyenda mendocina que mas me gusto, aun asi creo que esta historia si puede ser real.
—¿Porque lo dices? —¨preguntó tímidamente Manuel
—Porque una de las primas de una de las amigas de mi novia asegura haberlo visto no muy lejos de aquí, a unos kilómetros, ella tiene como veinte e iba en su auto y dice que se le detuvo el auto y él apareció a lo lejos. Dice que ya no maneja sola de noche.
—Tal vez fue alguien disfrazado y por el miedo y la oscuridad le pareció verlo. —afirmó Antonio.
—No lo se, yo no conozco a la chica.