Mitos Y Leyendas De Mi Abuelo Chucho

EL PROFANADOR DE TUMBAS

Cuentan que en este pueblo, hace muchos años, habitó un hombre de mala conducta con muchas entradas en la policía local. Este delincuente  entrenó a su perro para cavar las tumbas del cementerio en busca de objetos de valor: cadenas, crucifijos, estampitas, anillos, relojes hasta prendas de vestir. Estos objetos luego eran vendos en el mercado un  pueblo cercano.

El perro desarrolló tanto su habilidad de encontrar y desenterrar muertos, que estando su dueño en prisión, fue utilizado por las autoridades de pueblo para encontrar a personas desaparecidas.

Cuentan que el perro encontró motos, carros, bicicletas juntos con sus dueños, muchos de ellos, victimas de pleitos con pandillas de traficantes de sustancias ilícitas; hasta se comento que el perro llego a señalar, desde una lancha, el lugar donde se hallaba  una avioneta, desaparecida por muchos, años con todo y sus tripulantes.

Al pasar el tiempo, el dueño del perro despareció de la cárcel: algunos pensaron que se había fugado, otros que lo habían asesinado en una de las tantas riñas sostenida con los reclusos, y sus restos fueron lanzados por las ventanas a las calles, donde vieron a un perro husmear todas las noches.

Al pasar el tiempo, el perro, ya viejo, perdió su habilidad de rastrear cadáveres y fue regresado a su casa, allí el perro era atendido por los vecinos, quienes le lanzaban comida desde la empalizadas o cuando el perro salía, en las mañanas,  a pasear por el pueblo.

En algunas noches, el pobre sabueso lloraba desesperadamente, lo que interrumpía el sueño de los vecinos por esos escalofriantes ladridos y aullidos; algunos vecinos pensaron que esos lamentos del perro  eran por falta de compañía.

Sucedió que el perro no salía de su casa a dar el paseo matutino, por ello una comisión de vecinos decidió entrar en la casa, encontrándose con la sorpresa de los restos esqueléticos del perro junto a los huesos de su amo esparcidos por todos lados.

Los aullidos se mantuvieron por mucho tiempo; hasta se comentaba que, en las noches de luna llena, un fantasma en forma de perro salía del cementerio portando en su hocico huesos de los cadáveres, cuyas tumbas amanecían profanadas.




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