Mitos Y Leyendas De Mi Abuelo Chucho

LENGUITA

El pueblito donde me crié, era un infierno por las múltiples peleas entre vecinos: el chisme era el pan nuestro de cada día. Cualquier cosa que sus habitantes comentaran en la privacidad de sus hogares era noticia pública al otro día.

Nadie sabía cómo; pero siempre se trataba de la misma persona, quien daba todas las noticias habidas y por haber. A esa señora la llamaban Lengüita; no podía salir de su casa por dolores reumáticos; pero siempre estaba enterada de todo lo que pasaba en el pueblo.

Nadie sabía cómo Lengüita se enteraba de las cosas, quien de manera jocosa decía:

—¡Si no lo sé, lo invento!

Muchos del pueblo comentaban:

—Si quieren que un chisme se riegue por todos en el pueblo, cuéntenselo a Lengüita; pero… ¡Cuidado!, pueda que la noticia sea publicada con algunos detalles de mas.

Una noche, mi hermana nos comento, a mi madre y a mí, un secreto de su mejor amiga:

—Saben que el novio de mi amiga, le pidió se hiciera un tatuaje en su nalga derecha con sus iníciales.

—¿Y se lo hizo?—, pregunté.

—Fíjate que sí; ahora, la muy sinvergüenza lleva el nombre de su novio en una de sus nalgas.  Y  lo peor fue que al novio no le gusto como quedo el tatuaje y la abandonó— respondió mi hermana.

—Por lo menos le queda la otra nalga para el siguiente novio—, señaló mi madre de manera jocosa.

  • O es una treta de ese hombre para marcarle las nalgas de las muchachas de pueblo con su nombre— dijo mi hermana.
  • ¡Zape! —, exclame mientras fruncía el ceño.

 De repente… ¡¿Cuál fue nuestra sorpresa?!, un enorme pájaro negro entró por la ventana y, posándose sobre la mesa, nos observaba como si entendiera todo lo que estábamos hablando.

Al otro día,  mi hermana llegó indignada a la casa por los reclamos de su amiga; los detalles fueron tan claro, que sólo alguien presente en la conversación podía relatar; por supuesto que ni mi madre ni  yo fuimos las chismosas.

—Madre, si tú dices que no fuiste y mi hermana tampoco… entonces, ¿Quién fue la Chismosa?, si mi amiga dice que solo a mi me lo confió—, señaló mi hermana.

—El  novio, el novio— contestó mamá.

En ese preciso momento recordé al pajarraco que nos visitó aquella noche.

—Pudo haber sido el pajarraco, que nos visito aquella noche—, señalé.

A mi hermana le costaba creerlo, pero al final del día logré convencerla y decidimos atrapar al susodicho pájaro.

Mi hermana y yo preparamos una jaula con comida para pájaro (nuestra intención era atraparlo vivo). En la madrugada siguiente, la susodicha ave ya estaba presa en la jaula; ese pajarraco saltaba de un lado a otro de la jaula, mientras lanzaba un chillido intenso y horripilante.

—Pueda que se lastime, ese animal—, señaló mi madre.

—No… lo soltaremos—, dijo mi hermana— ese será su castigo por chismoso.

Los chillidos del pajarraco eran tan escalofriantes que no nos dejaba dormir; por lo cual, intenté agarrarlo para dejarlo libre, pero en el forcejeo se le quebró el ala derecha. El pobre animal aleteaba de dolor, quedando al rato inmóvil como si se hubiese muerto.   

Como pude le entablillé el ala y cure los raspones que se había hecho, luego lo coloque en una caja, llena de almohada  y comida, la cual coloqué muy lejos de los cuartos. Así, pudimos dormir tranquilos el resto de la noche.

Al otro día, aconteció que Lengüita amaneció sin poder levantarse de la cama y a cada momento se quejaba de dolores en el cuerpo y uno más intenso en el brazo derecho. Al enterarnos de esa trágica noticia supimos que el ave algo tenía que ver con ella, por lo que lleve al pajarraco a la habitación, donde yacía lengüita y lo liberé.

El susodicho animal, como pudo, se metió bajo la cama de la enferma, todos los allí presentes quedamos intrigado; cuando, en un descuido, el pajarraco ya no estaba.

   — ¡mujer!.. Se fue por la ventana—, señaló mi hermana.

   —Debe estar en algún rincón de la casa —señalé discretamente—, porque la ventana está muy alta para un pajarraco enfermo.

»Mejor tomemos nuestro cachivache y nos vamos.

En aquel preciso momento, Lengüita despertó quejándose  de fuertes dolores en uno de sus brazos y raspones en su cuerpo,  como si la hubiesen maltratado y tuviera el hueso del brazo derecho fracturado.

Así que, si notan la presencia de un enorme pajarraco negro rondando por los alrededores de tu casa, cuidado de comentarios imprudentes…. ¡Puede ser Lenguita!,  que revolotea en forma de pájaro por estos lares, en busca de noticias.




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