Parece increíble pero los poderosos que aun teniendo mucha riqueza, son los primeros en destruir la naturaleza y por ambición niegan compartir su dicha con la pobreza. Los pobres que intentan copiar la actuación de esos poderosos son detenidos hasta por la fuerza de la naturaleza.
Lo que les voy a contar es la historia de un rico ambicioso, quien descubrió en las pieles y la manteca del caimán una manera de aumentar su riqueza, y de unos pobres pescadores quienes intentaron hacer lo mismo del rico ambicioso pero fueron castigados por un encanto conocido con el nombre del ¡protector del lago!
Ese rico ambicioso llamado Don Ambición convirtió una mentira en una vergonzosa verdad:
«Esos caimanes y babas son una plaga que se tragan a los peces y con su cola destruye las crías que se hallan en los caños. Si exterminamos a esos animales del lago tendremos hermosos bolsos y aliviaremos los dolores de reuma con su manteca, a demás de aumentar la producción de peces (alimento para mi pueblo)»
Así, la gente del pueblo permitió el sacrificio de los caimanes y babas, para convertirlos en bolsos bellos y cremas para el reumatismo, a demás creían que con ese accionar habría más paces para la alimentación de sus hijos.
Tristes se veían aquellos animales amarrados de una estaca en las orillas de los caños y al preguntar por tal maltrato, los pescadores que les custodiaban decían:
«Estas plagas son de Don Ambición, que yo le atrape y debo convertir en cuero y manteca, para hacer bolsos hermosos y cremas para el reuma; a demás, al exterminar estos animales aumentaran los peces (sostén de nuestras familias)»
Aconteció que tres pescadores, decidieron trabajar por su cuenta. Atraparon a tres caimanes, los cuales amarraron en un lugar apartado, donde Don Ambición no los descubriera. La intención de estos pescadores era convertir a esos animales en cuero y manteca para hacer sus propios bolsos y crema para el reumatismo.
Uno a uno, los pescadores sacrificarían a sus animales para que Don Ambición no notara tal hecho y los llevara presos, ya que, ese Don Señor era, también, el prefecto del pueblo y líder indiscutible del partido más importante de la región.
El primer pescador se acercó al lugar donde tenían amarrados a los tres caimanes percatando la ausencia de uno de ellos. Al buscar por la orilla del caño vio hundirse una cola de caimán, instintivamente el pescador agarró al caimán por la cola. Al otro lado del animal surgió la cara de un niño que al voltear pego un enorme chillido quedando el pescador sordo de la impresión.
Regresó el pescador y contó al segundo pescador su percance y el no poder sacrificar a su presa. Los otros pescadores no creyeron lo escuchado calificando al primer pescador como borracho, sordo y descuidado.
Le tocó al segundo pescador y al estar donde tenían a los caimanes amarrados, notó la ausencia del suyo, buscó por la orilla del caño para ver hundirse la cola de un caimán, instintivamente tomó al animal por la cola y al otro extremos de la cola del animal surgió el rostro de una mujer que cantó una hermosa melodía, quedando el pescador sin habla.
Regresó el segundo pescador y con señas intentó contar al tercero sobre su percance; pero el tercer pescador no entendió lo que indicaba y fue por su presa.
Finalmente fue el tercer pescador a sacrificar su caimán. El pescador vio solo las estacas sin los animales amarrados en ellas. Buscó por la orilla y vio una cola hundirse en el caño, instintivamente tomó al caimán por la cola. Al otro extremo de la cola vio los enormes bigotes de un bagre de boca grande. El pescador jaló y jaló hasta amarar a ese animal a la estaca donde lo tenía. Luego de examinar a ese extraño animal el pescador, agotado, se acostó boca arriba. El pescador cerró sus ojos y comenzó a soñar sobre el dinero que podría ganar si conservara vivo al caimán con cabeza de bagre y boca grande.
«¡Quién me viera; podrido de plata y dándole ordenes a Don Ambición!, quizás me nombren prefecto o presidente del partido», pensó el pescador.
Al rato, el pescador escuchó un estruendoso chapotear y al abrir los ojos vio la figura de un hombre como del tamaño del mangle que se encontraba frente a él. Era un encanto, quien abrió sus ojos, de los cuales surgió una luz muy brillante, quedando el pescador ciego.
Salió el tercer pescador despavorido a contarle a los otros dos su desgracia, encontrando que los tres se hallaban en similares circunstancia.
Ahora los pescadores deben andar en pareja, para poder escuchar, oír y ver.
Dicen en el pueblo, que esos caimanes eran apariciones del Protector del lago, quien castigó a los tres pescadores por intentar destruir su legado.
Sin embargo, Don Ambición es ahora más rico; dueño de la mejor tienda de bolsos y de la farmacia que vende crema para el reumatismo; a demás, aspira a que le nombren como el nuevo ministro del ambiente.
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Editado: 06.03.2022