CAPÍTULO 3
Primeras emociones
Seguí al Sr. Evans hasta su despacho, no me sorprendió ver la perfecta oficina, el tipo probablemente era un adicto a la limpieza.
Su espalda era del tamaño perfecto, debía tener músculos y un abdomen para morirse. Me di una cachetada mentalmente por estar pensando cosas tan inapropiadas de mi jefe.
—Tome asiento —obedecí, el Sr. Evans bebió un vaso de vino y lo llevó a sus labios, si supiera lo que estoy pensando me despediría.
Me moví inquieta como pez fuera del agua, no entendía el motivo por el que querría hablar conmigo.
—¿Me he equivocado en algo?
—Quiero hablar sobre mi hija —al fin pude respirar bien.
—Claro, ¿qué pasa?
—Agradecería que no le preguntara a Rachel sobre su madre, tampoco que se la recordará.
Quede confundida, quiero decir, el hecho de que Rachel sepa que su madre está muerta y que tenga presente que está en el cielo no tiene nada de malo. Ella debe saberlo, así su corazón lo aceptará y el dolor poco a poco va a disminuir, aprenderá a vivir con ese vacío.
—No entiendo por qué Sr. Evans. Rachel es pequeña, pero ella debe saber que su madre está muerta.
—No necesita a su madre, para eso me tiene a mí.
—Eso es un poco egoísta — murmuré, el Sr. Evans no reaccionó ante mis palabras, el tipo era de acero.
—No necesito que me diga cómo debo cuidar a mi hija, sé perfectamente lo que hago. Usted limítese a cuidarla —hice una mueca por la forma de decir tales palabras —. No quiero que lo de hoy suceda nuevamente. No olvide que está aquí por Rachel, si no fuese por ella la habría despedido esta tarde.
Trague en seco. No podía darme el lujo de darle un consejo de moral, considerando que era mi jefe.
—Está bien —me limité a decir. No tenía nada más que argumentar, si le disparan con una pistola, él responde con un rifle.
—La espero mañana a primera hora. No quiero más excepciones ni negligencia por parte de usted, si no se siente preparada para este trabajo puede decirlo.
—¡No! — grité sin pensarlo, el Sr. Evans se sorprendió del cambio, luego, volvió a su habitual cara de pasmo —. Quiero decir, haré muy bien este trabajo, no se preocupe.
—Si tiene algo más que decir, dígalo. Si no puede retirarse.
Asentí y salí en silencio. Probablemente, tendría mí misma edad o unos años más, pero era muy estricto.
¿Quién eres realmente Sr. Evans?
**
A la mañana siguiente el despertador sonó a la hora precisa, me alisté tan rápido como un militar. El Sr. Evans me estaría observando cada paso.
Mamá se encontraba preparando café con canciones románticas de fondo, mi madre era la definición de comida y buena música. Le encantaba el arte y por supuesto, adoraba mis diseños.
—¿Crees que podrías llevar y recoger a Reese en la escuela, madre? Tengo que llegar temprano al trabajo —dije a toda prisa mientras recogía mi cabello en una coleta.
—¿Cómo harás en dos días? Me iré a casa hija.
—Ya pensaré en algo, mientras tanto, te agradezco que lleves a Reese.
—No hay problema, hija, Reese es mi nieto. Tampoco es como si tuviera otra cosa que hacer.
— Te lo encargo, mamá, te veré más tarde—le di un beso en la frente marchándome a toda prisa —. Cuando se despierte dale un beso a Reese de mi parte.
Ella sonrió y asintió, mi madre era un ángel, hasta que un pequeño demonio llamado mi padre cortó sus alas.
Las buenas personas siempre son las más perjudicadas por la maldad del mundo.
Basto con tocar una vez para que el Alfred abriera la puerta. Las personas aquí eran muy eficientes sin dudarlo.
—La señorita y el Sr. Evans se encuentran desayunando en el comedor principal. Por favor, sígame.
Le seguí los pasos, pasamos por dos habitaciones hasta llegar en donde se encontraban. Rachel estaba de brazos cruzados, parecía enojada y el Sr. Evans comía tranquilamente.
El ambiente era muy denso.
—¡Anne! ¡Llegaste! Ven, siéntate —no espero respuesta y me arrastro hasta una silla a su lado, el Sr. Evans quedo en frente de mí. Al encontrarme con su mirada creí por un momento que podía entrar al fondo de mi alma.
—Buenos días, Sr. Evans — saludé incómoda, con su mirada.
Me ponía nerviosa, me sentía fuera de mí misma.
—Buenos días —sorbió su café y agarro el periódico que se encontraba a su lado.
Jamás había sentido un desayuno tan incómodo en mi vida, el Sr. Evans se limitaba a beber café y leer su periódico, Rachel comía con una sonrisa, probablemente pensando en algo. La niña era muy extraña, en general, todo era extraño entre ellos dos.
Todo parecía tan igual en ellos dos, tenían hasta el momento exacto en que ambos bebían y comían, estaba sin palabras.