Preguntas dolorosas
Reese y yo habíamos regresado a la mansión del Sr. Evans. No existían muchas opciones, ahora mismo, era mi salvación. Tenía una buena oportunidad para que el Sr. Evans accediera y me diera el puesto de diseñadora.
¡Lo conseguiría!
En cuanto entramos al cuarto de Reese, me sorprendió muchísimo, esta vez, estaba pintado y decorado con superhéroes que a Reese le gustaban mucho.
Lo miré, mientras él recorría la habitación admirando cada detalle.
—¿Esta es mi habitación, mami?
Asentí, igual de incrédula que Reese.
—Eso creo.
En ese momento el Sr. Evans entró por la puerta, vestido con su elegante traje negro.
Era imposible negarlo, el Sr. Evans tenía un buen cuerpo y la manera en que se vestía era muy elegante. Tenía facciones muy notorias en su rostro, su nariz respingada, sus labios delgados y esos ojos azules inquietante. Era un mar oceánico muy atractivo.
—¿Te gusta, Reese?—le preguntó.
—Mucho, gracias Sr. Evans.
—Si hay algo que quieres cambiar o agregar, solo dile a Alfred.
—¿Podemos hablar en privado, Sr. Evans? —inquirí, el Sr. Evans arrugó una ceja ante mi petición.
—Por supuesto.
Salimos al pasillo vacío.
—¿Cuándo preparó esto?
—Al día siguiente en que Rachel estuvo en su casa. Sabía que regresarían y quería que estuvieran cómodos.
—Esto...—señaló la habitación —. Es muy considerado de su parte, gracias.
El Sr. Evans asintió, —No fue nada. Tengo que trabajar, me retiro.
Observe su espalda antes de que desapareciera por el pasillo.
Tan inquietante.
***
Finalmente, había llegado el sábado, mi día libre, la semana había sido caótica, Rachel y Reese habían discutido y peleado mucho, al Sr. Evans y a mí nos costaba separarlos.
No entendía su descontento.
Mientras el Sr. Evans estaba desayunando, por mi parte, dibujaba algunos bocetos en la mesa.
—¿Cuándo me mostrará los bocetos? —dijo sin rodeos. Su mirada aterrizó en la papelera que tenía sobre la mesa.
Aún no le había mostrado algunos de mis diseños, quería esperar hasta tener uno que había pensado hace mucho tiempo.
—En el momento adecuado.
—¿Cuándo será? —inquirió.
Alce la mirada.
—No está terminado —repetí nuevamente.
—Lleva diciendo eso dos semanas —balbuceó, sonreí por lo bajo.
Rachel y Reese aparecieron corriendo, dirigiéndose al Sr. Evans.
—Queremos ir al Zoológico —emitieron al mismo tiempo, ambos pusieron caras de angelito.
Oh, esa técnica nunca fallaba.
—Estoy ocupado hoy.
—Vamos...—rogó Rachel, jalando su manga.
—La decisión no depende de mí —esta vez me señaló.
Lo fulmino con la mirada, mientras se limita a absorber su café.
Astuto.
Sabe perfectamente que hoy es mi día libre.
Los niños corrieron directamente hacia mí.
De inmediato me centré en el dibujo, si los miras de cerca, pierdes.
Por ningún motivo, mires hacia abajo.
—¿Tía? —dijo Reese con voz dulce.
No mires.
—¿Sí, Reese? —dije sin mirarlo.
—¿Podemos ir al Zoológico?
—Es mi día libre, pensaba quedarnos en casa.
—Aburridooo —Rachel resopló, mientras Reese le daba un codazo —. Por favor, señorita Anne, por favor.
Pensándolo bien, era una buena oportunidad para que se reconciliaran y no siguieran peleando.
—Con una condición.
El Sr. Evans levantó la cabeza, probablemente sorprendido, de que haya accedido tan rápido, de todas formas, los niños sabían que caería tarde o temprano.
—Cualquiera, tía.
—No más peleas. Si los llevo, no quiero que discutan y se peleen. Además, quiero la razón por la que peleaban.
Rachel señaló a Reese, —Invadió mi privacidad, le dije que no entrara y entró.
Reese señaló a Rachel, —Me pegó en el brazo con una Barbie.
—Escuchen — bajé los brazos de ambos —. No está bien señalar al otro. Reese no puedes entrar en una habitación sin tocar, te lo he enseñado muchas veces. Y Rachel, está mal pegarle a alguien, lo puedes lastimar.