Hola, papá
Al llegar a la mansión, fui a acostar a Rachel, mientras que el Sr. Evans acostaba a Reese.
Cerré la puerta de la habitación de Rachel, antes de que el teléfono sonará. Lo tomé de inmediato al ver quién era.
—¿Tag? — arrugué las cejas, un poco inquieta, preguntándome la razón del porqué me llamaría a estas horas de la noche.
—¡¿Estás saliendo con tu jefe?!—tuve que alejarme de la puerta para que Rachel no escuchara.
—¿Por qué estás gritando?
—Las redes están locas por la noticia. Anne, estoy preocupado, ¿qué está sucediendo por esa cabeza tuya?
Estaba preocupada por las fotos que decía Tag, pero ¿por qué tenía que gritarme? ¿Era tan descabellado si salgo con el Sr. Evans?
—¿No puedo? —inquirí.
—Yo...—guardo silencio unos minutos —¡No se trata de eso!
Colgó.
¿Qué le pasa?
Una notificación de mensaje llegó, apenas Tag colgó, era de Tag con el artículo. El título del artículo estaba en mayúscula con una foto de los cuatro, aunque el único rostro que se veía era el del Sr. Evans.
¿EL PRESIDENTE DE MS ENTERTAINMENT ESTÁ SALIENDO CON SU NIÑERA?
¿LE ENCONTRARÁ EVANS UNA MADRE A SU HIJA?
Que molesto.
Seguro el Sr. Evans se molestaría por este artículo.
¿ENCONTRÓ EL PRESIDENTE A SU AMADA?
Bajé hasta los comentarios y no pude evitar sorprenderme.
Seguro es una perra. Debe estar por su dinero.
Como es posible este suceso, Evans es mío.
Arrugue las cejas.
Este artículo era muy malo, especialmente para el Sr. Evans y su empresa.
La noche había sido caótica y estresante. Solo quería dormir, pero antes de entrar a mi habitación el Sr. Evans apareció en el pasillo. Me llevé una mano al pecho, ¿por qué siempre aparecía sin decir una palabra?
—Mierda, avise antes de aparecer —deje escapar un suspiro, mientras que el Sr. Evans se apoyaba en el marco de la puerta.
—Evans, solo Evans —me miró directamente, un escalofrío me recorrió por la forma en que sus ojos veían los míos.
—Es incómodo —arrugó una ceja ante mi respuesta —, usted es mi jefe. A pesar de tener casi la misma edad, me siento incómoda llamándolo por su nombre.
—Anne.
Ese simple susurro de mi nombre a través de sus labios me dio un escalofrío que me recorrió el cuerpo; tragué en seco. Era la primera vez.
—Está bien, Evans.
A pesar de que era incómodo, trataría de acostumbrarme. Él asintió, mirándome de reojo. De repente me acordé del artículo.
—Señorita Anne.
Lo corté, antes de que terminara de hablar, —¿Ha visto el artículo?
Él asintió relajado: —Lo vi.
—¿Por qué está tan tranquilo?
—No es la primera vez. Ya lo solucionaré. Basta con hacer una llamada.
Me mordí el labio inferior pensando. ¿Era tan fácil?
El hombre tenía poder.
—Debe abstenerse de hacer cosas que podrían malinterpretar a otras personas —inquirió.
Estaba completamente segura de que estaba culpándome por la situación.
Resoplé: —¿Tengo la culpa de que hayan subido esas fotos?
Se quedó callado.
Cuando creía que me acercaba un poco a Evans, él se alejaba.
—¿Por qué siempre tiene que ser un idiota?—las palabras salieron de mí antes de poder reaccionar.
—¿Por qué no se limita a hacer su trabajo?—respondió.
No podía creer lo que mis oídos escuchaban.
Carajo.
Era un completo imbécil.
—Yo... —empecé, pero me interrumpió.
—No se muestre como una mujer fácil, le queda mal.
¡Oh!
El nivel de impresión y asombro que tenía en ese momento no se podía describir con todo lo que rodaba por mi cabeza.
¿Fácil?
¿Yo?
Lo abofeteé.
Evans se quedó quieto pensando en lo que acababa de hacer.
—Fue un error venir aquí, usted no conoce los límites, Sr. Evans. Es difícil que le llame por su nombre cuando dice esa clase de cosas sin pensar en las consecuencias y en cómo me hace sentir.
Quedó desconcertado.
—Señorita Anne, no quise decir eso, yo...
—Idiota.
Cerré la puerta de la habitación antes de que pudiera decir otra cosa.
Solo por acercarnos en la fiesta, ¿era una mujer fácil?
Evans tenía un problema. Un gran problema de idiotez.
Al día siguiente, el dolor de cabeza parecía que me mataría. Me llevé una mano a la cabeza mientras buscaba una pastilla en cuanto estaba en la cocina, afortunadamente el Evans se había ido. No quería ver su rostro, podría golpearlo de nuevo.
Un pensamiento surgió por mi mente. Había abofeteado a mi jefe, el dolor de cabeza se profundizó, seguramente me iba a despedir.
Saqué el teléfono para revisar los mensajes. En cuanto lo prendí había muchas llamadas perdidas de una de mis hermanas.
¿Quizá había pasado algo?
—¿Se ha muerto alguien?
—¡Mocosa! ¡Necesitas venir, es urgente! —tuve que despegar el teléfono de mi oído.
—¿Qué pasa?
—¡SOLO VEN!— gritó una de mis hermanas.
—Mierda, ¿por qué gritas?
—Tu padre colapsó, estamos en el hospital, te necesitamos a ti y a Reese, hija —inquirió mi madre.
¿Papá estaba en el hospital?
Colgué, parecía que el tiempo se había detenido, mi mente solo procesaba el hecho de que estaba en el hospital y si mi hermana me había llamado, era grave.
Desperté a Reese, agarré algunas prendas de vestir estropeando todo en la maleta.