Moda de amor

CAPITULO 18

"Una mentira, se convierte en otra mentira"

Todos estábamos sentados en el comedor, terminando de cenar. La mesa del comedor estaba decorada con una hermosa mantelería que elegí especialmente para la ocasión. La luz suave de las velas creaba un ambiente cálido y acogedor. Sentados alrededor de la mesa, éramos un grupo encantador: Rachel, con su risa contagiosa y su curiosidad infinita; mi niño, que siempre tiene una anécdota divertida que contar; y Evans, quien me lanzaba miradas llenas de cariño

La cena era una comida sencilla, pero deliciosa: espaguetis con salsa de tomate y albahaca, acompañados de una ensalada fresca. A medida que comíamos, las risas y las conversaciones llenaban el aire. Rachel, con su pequeño tenedor, no podía contener su emoción al contarme sobre su día en la escuela, mientras la escuchábamos con atención. Por otro lado, Reese se preocupaba por comer y untarle mucha salsa de tomate a su espagueti.

La atmósfera se siente cargada de una energía especial. Entre risas y conversaciones, él no puede evitar lanzarme miradas que parecen tener un lenguaje propio. Su mirada brilla con complicidad, y hay un destello de diversión que me hace sonreír. Nuestras rodillas se tocan sutilmente bajo la mesa, y esa conexión física intensifica la tensión en el aire. A cada vez que nuestras miradas se encuentran, una chispa parece encenderse entre nosotros, como si se creara un pequeño universo solo para los dos en medio del bullicio. Es un juego silencioso, lleno de promesas y complicidad, que hace que el tiempo se detenga y todo lo demás desaparezca.

Luego de nuestro encuentro en el auto, no podíamos apartarnos el uno del otro.

—¿Cómo les fue en la escuela, niños?—pregunté, tratando de ignorar el revoloteo en mi estómago al tenerlo tan cerca de mí.

Solo al mirar a Evans mis pantis se empapaban.

—Le presenté mis amigos a Reese y dijeron que les agradaba y nos parecíamos como dos hermanitos, ¿Papá, Reese es mi hermano perdido?

Ambos no pudimos evitar sonreír.

Rachel era muy ingenua.

—Tu madre se llama Elise, cariño.

Una punzada se instaló en mi pecho.

Si recuerdo lo que pasó, Rachel piensa que su madre está muerta, pero Evans dice que murió para él.

¿Entonces no murió exactamente?

Rachel dejó escapar un suspiro, decepcionada.

—Me gustaría que alguien como la señorita Anne fuese mi mami. Ella siempre me cuida.

Estire la mano para tomar la suya, ella me miró cabizbaja, —Cualquier mujer se sentiría orgullosa de tenerte como hija, pequeña.

—No quiero cualquier mujer, te quiero a ti.

Sonreí, Evans tomó un trago de su bebida nervioso.

—¿Papi?—emitió Rachel.

—¿Sí, amor?

—¿Puedes enamorar a la señorita Anne para que sea mi mami?

Evans tosió fuertemente, no pude dejar escapar una risa.

Oh, niña, si supieras lo que tu querido papi quiere hacerme.

—Podría intentarlo.

—¡Sí! Así tengo mami, papi y hermano.

—¿Tienes todo planeado, no es así?—inquirí, sonriendo por su ingenuidad.

—Claro que sí, futura mami.

Me puse seria, no podía dejar que se emocionara mucho con esta situación, podría no resultar.

Puede que seamos una pareja oficial, pero aún falta por conocernos a fondo y ver si podemos hacer un buen equipo. Lo principal es no lastimar a los niños.

—También me gustaría tener un tío.

Todos nos reímos.

Oh, hijo. Te voy a inscribir en una escuela de actuación.

Al terminar de cenar, los niños salieron corriendo su habitación, dejándonos solos.

Evans carraspeó la garganta, llamando mi atención,

—¿Entonces quieres ser la mami de Rachel?—jugueteó, escupí el jugo en el plato. Evans dejó escapar una sonrisa.

—Dios, ¿quién eres y que has hecho con el príncipe insensible?—contrarreste de inmediato.

—¿Eso es un sí?

—Es un, no nos apresuremos y veamos que pasa.

Él asintió.

—Evans —me puse seria.

—¿Sí?

—¿Podrías acompañarme a la reunión de exalumnos?

—¿Por qué?—respondió a la defensiva.

—Recuerdas la última vez que nos encontramos con Susan, una excompañera. Ella hace poco me escribió y me dijo que es mañana. Me gustaría que me acompañaras.

—No me gusta esa clase de reuniones. Es solo una excusa para ver quién está mejor que otro y sentirse superior. Es una tontería.

El ambiente se puso tenso.

—Te estoy pidiendo un favor, Evans —emití.

Lo miro fijamente, dejando que el silencio se asiente entre nosotros. Mis ojos no se apartan de los tuyos, desafiantes, como si una batalla silenciosa se desatara en el aire. En mi mirada hay una mezcla de curiosidad y determinación, un mensaje claro: no voy a ceder. Puede intentar desviar la vista, pero mi intensidad lo mantiene atrapado. El mundo a nuestro alrededor se desvanece, y lo único que importa es este momento, esta conexión a través de una simple mirada. Me pregunto si siente la electricidad que recorre el espacio entre nosotros, si comprende que no estoy aquí para jugar. Mi expresión es un reflejo de mi voluntad, y en este instante, estoy decidida.

—No —dijo seco.

—No seas engreído.

—Te dije que no quiero ir.

—Eres mi novio, Evans. Se supone que debes actuar como tal, ¿o es que solo me ves como una empleada?

—No puedes obligarme a hacer algo que no quiero.

—Tus palabras deberían concordar con lo que haces, Evans.

—No iré. Fin de la discusión —finalizó.

Deje escapar una risa seca.

Se levantó de su lugar, enojado. Desapareció por la puerta sin dejar rastro de él.

La razón por la que quería que me acompañara, es porque siempre se burlan de mí por ir sola y por tener un trabajo mediocre.

¿Por qué actúa así? O ¿solo no lo veo porque me gusta?

Es difícil ver lo que es real y lo que es mentira cuando alguien te gusta.

Nuestro corazón parece cegarse. Es como una capa invisible que lo cubre con un gran manto.



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En el texto hay: destino, niños, romance

Editado: 22.11.2024

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