Moda de amor

CAPITULO 27

Segunda parte

El aire se me escapó de los pulmones, y por un momento todo se detuvo. La madre de Rachel. La mujer que había desaparecido de la vida de Evans años atrás, dejando atrás un rastro de dolor, confusión y muchas preguntas sin respuesta. Creía que se había ido para siempre.

Pero ahora, todo estaba cambiando. La madre de Rachel volvía, y yo no sabía si era para causar más caos o para hacer miserable a Evans. ¿Por qué ahora?

—¿Cómo lo sabes? —pregunté, mi voz temblorosa. Intenté mantenerme firme, pero las palabras salieron con más dificultad de la que esperaba.

Reese me miró, sus ojos llenos de una tristeza que solo podía significar que sabía algo más.

—La vi hoy, mamá.

Si la madre de Rachel había vuelto para causar problemas, ¿cómo afectaría eso nuestra relación? Lo que habíamos construido hasta ahora, todo lo que había comenzado a estabilizarse, ¿podría venirse abajo por su regreso?

Sentí cómo mi cuerpo se tensaba de nuevo, y esta vez, no era el estrés del trabajo ni el caos del desfile lo que me afectaba. Era el fantasma del pasado, ese que había creído enterrado, que ahora volvía con una fuerza arrolladora.

—¿Está aquí, Reese?

Reese asintió.

Esto no está pasando.

Pero la verdad era que no tenía idea de cómo manejar esta nueva amenaza. ¿Qué quería? ¿Y cómo afectaría eso a Evans, que probablemente no quería enfrentarse con su propio pasado?

La madre de Rachel, esa mujer que había sido una sombra en la vida de Evans, estaba en nuestra casa, y lo peor de todo era que estaba arriba, con Evans, en su oficina. ¿Qué estaban haciendo ahí arriba?

Una oleada de incomodidad me invadió, como si el aire se volviera denso. ¿Por qué la había traído a nuestra casa?

Reese, al ver mi rostro palidecer, se acercó a mí, tomándome de la mano con un gesto tierno pero preocupante.

—Mamá, ¿qué pasa? —me preguntó, su voz llena de ansiedad.

No le respondí de inmediato. Mi mente estaba atrapada entre una mezcla de emociones contradictorias. ¿Cómo había llegado a este punto?

Me pasé una mano por el cabello, respirando hondo para intentar calmar mis nervios. No quería que Reese viera mi pánico, aunque no sabía cómo ocultarlo. El pensamiento de que Evans estuviera en esa oficina con la madre de Rachel me revolvía las entrañas.

Decidí que no podía quedarme allí, inactiva, esperando que las respuestas llegaran solas. Necesitaba hablar con él. Y lo haría ahora.

—Voy a subir a hablar con él, Reese. —Mi voz estaba firme, aunque mi mente estaba llena de dudas.

Antes de que pudiera dar un paso, Reese me detuvo suavemente, su mano pequeña en mi brazo.

—Mamá, no quiero que pelees...

Su comprensión me conmovió, pero sabía que no podía permitir que el miedo me controlara. Si Evans había traído a esa mujer de vuelta a nuestra vida, necesitaba saber por qué. Y tenía que ser yo quien enfrentara la situación, no dejar que fuera algo que me arrollara sin más.

—Lo sé, cariño. No lo haré. —Le sonreí forzadamente antes de subir las escaleras.

¿Qué no lo haré?

Voy a partirle la cara por dejar a mi Evans como un iceberg.

No iba a dejar que lo congelara nuevamente. Sobre mi cadáver.

Cada paso hacia la oficina de Evans era más pesado que el anterior. Cuando llegué a la puerta de su oficina, escuché voces. La de Evans, suave, pero firme, y la de la madre de Rachel, cargada de un tono que no podía identificar. ¿De qué estaban hablando?

Sin pensarlo más, llamé a la puerta y la abrí lentamente.

—¿Puedo interrumpir? —mi voz sonó más fría de lo que esperaba.

Ambos se giraron hacia mí al instante. Evans, con su expresión siempre en control, y ella... la madre de Rachel. Estaba allí, sentada de manera impasible en la silla frente a su escritorio, como si nunca hubiera dejado de formar parte de este mundo.

Evans levantó una ceja, su mirada fija en mí. No podía leer su rostro, pero su tensión era palpable. La madre de Rachel, por otro lado, parecía perfectamente tranquila, como si su presencia no causara ningún tipo de inquietud.

¿Por qué se veía tan tranquila?

—Anne... —dijo Evans, su tono suave, pero con una capa oculta de incomodidad—, esto es... complicado.

La mujer no dijo nada al principio. Simplemente, observaba, y por un momento, me sentí completamente desplazada. Era como si yo no perteneciera a este escenario, como si la conversación entre ellos estuviera más allá de mi comprensión.

Finalmente, la madre de Rachel habló, su voz cálida, pero con una pizca de frialdad que me hizo estremecer.

—He vuelto, Anne. Y esta vez no tengo intenciones de irme.

Esas palabras me golpearon como un balde de agua fría. ¿Qué quería decir con eso? ¿Por qué había vuelto ahora, después de tanto tiempo? ¿Y cómo afectaría todo esto a Evans, a nuestra relación, a mi vida?

El aire se volvió pesado en la habitación. La tensión entre nosotros tres era tan densa que casi podía cortarse con un cuchillo. Evans, en su silencio, me observaba, su rostro impasible, mientras la madre de Rachel seguía allí, tan tranquila, como si el tiempo no hubiera pasado.

—Necesitamos hablar, Anne. —La voz de Evans rompió la tensión, pero no trajo consuelo. Más bien, me dejó con la sensación de que algo mucho más grande estaba por suceder. Algo que podría cambiarlo todo.

¿Qué demonios estaba pasando?



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En el texto hay: destino, niños, romance

Editado: 22.11.2024

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