"A veces, las personas no se van, solo toman un descanso antes de volver a cruzar tu camino”
Quedarse... dice.
Mis ojos se clavan en su rostro impasible, como si fuera lo más normal del mundo reaparecer después de tanto tiempo. ¿Y Evans? No puedo leer su expresión, su mirada vacía como si nada hubiera cambiado, como si su regreso no significara nada. Mi corazón late con fuerza, y no sé si por rabia o por miedo, pero algo dentro de mí comienza a agitarse. ¿Qué está pasando por su cabeza?
—Diana es la madre de Rachel —dice Evans, rompiendo el silencio como si estuviera hablando del clima.
¿En serio? Mi mente da vueltas, tratando de procesar la información, pero lo único que logro es sentir cómo mi estómago se retuerce. ¿A quién diablos le importa cómo se llama? ¿De verdad tenía que darme esa explicación? ¿Por qué no me lo dijo antes?
—Anne —dije, tratando de ocultar mi desprecio.
—Lo sé. Evans me habló de ti.
El aire se vuelve espeso. Algo en su tono, frío y calculador, hace que mi piel se erice. Vale, ya estábamos subiendo de temperatura, pero no de la manera que yo quería.
Mi cuerpo reacciona sin pensarlo, y en un movimiento rápido me giro hacia Evans, el pecho ardiendo de furia contenida.
¿Ya se habían visto antes? Las preguntas se atropellan en mi mente, y el nudo en mi garganta se aprieta más. ¿En qué momento? ¿Ayer? ¿Antes de ayer? Esto es una broma de mal gusto. Este encuentro tiene que ser una broma cruel, algo sacado de una pesadilla.
—Te lo iba a contar, cariño, pero no tuve oportunidad. —Evans trata de explicar, como si sus palabras pudieran calmar la tormenta dentro de mí.
¿Cariño? No me llames cariño, porque estoy a un paso de partirte la cara ahora mismo.
Mi respiración se vuelve irregular, y mis puños se aprietan con fuerza, el dolor de las uñas clavándose en la palma me hace sentir algo de control. Pero la mirada de Diana, fija en mí, como un depredador evaluando su presa, me hace detenerme. No voy a perder los estribos delante de ella. Si hago una escena ahora, lo perderé todo.
Evans me observa, y por un instante, no sé si estoy viendo a mi pareja o a un completo extraño. ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Por qué no me preparó para esto?
Diana da un paso hacia mí, su presencia llena la habitación. Es como si nada de lo que dijera importara. Cada palabra que dice me quema, pero no lo muestra.
—¿Podemos hablar a solas, Anne?
—Yo iré a ver a Rachel.
Evans se levanta, como si la situación no fuera lo suficientemente tensa. ¿Qué espera? ¿Qué me quede aquí y aguante su mirada impasible? ¿De verdad?
Antes de que pueda reaccionar, Diana se levanta también. Pero me interpongo en su camino. Mi instinto de defensa me lleva a quedarme firme, desafiando su presencia como si fuera lo único que podía hacer.
—¿Sucede algo? —pregunta, viendo cómo me interpongo en su camino.
Diana me observa por un momento, como si estuviera evaluando la situación. Lo está haciendo a propósito. Su control sobre lo que sucede es palpable, y eso me irrita aún más.
—Mira, respeto que seas la madre biológica de Rachel, pero no puedes aparecer así como así en frente de ella, solo tiene cuatro años. —Mi voz sube, pero intento que mi tono se mantenga firme, para que sienta el peso de mis palabras.
Se cruza de brazos, la expresión en su rostro inmutable. Es tan calculadora, tan controladora. Está esperando a que pierda los nervios, pero no voy a dar el gusto.
¿Qué pasa con ella? No puedo evitar preguntarme. ¿Qué pretende?
Diana se queda en silencio, como si me estuviera midiendo, y el tiempo se detiene entre nosotros. La tensión se palpa en el aire. ¿Qué vendrá después?
—No sabía que debía pedirte permiso.
Lo que me faltaba, una perra loca.
—Déjala ir —dijo Evans, su voz fría como un hielo que me cala hasta los huesos.
Joder. ¡Que vuelva el frío! ¿¡Por qué diablos estaba comportándose así con ella!? ¡Con ella!
La rabia me quemaba por dentro, como si fuera un incendio que no podía apagar. Mi cabeza daba vueltas, y cada pensamiento era más caótico que el anterior. ¿Estoy perdiendo el control?
¡ESTOY A PUNTO DE REVENTARME UNA VENA!
Con todo mi cuerpo temblando de furia, me aparté de mala gana. La puerta se cerró detrás de Diana, pero la presión seguía a la vuelta de la esquina, acechando. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Por qué me sentía como si me estuvieran quitando el suelo bajo los pies?
Cuando el sonido de la puerta se apagó, me giré hacia Evans, mis manos temblorosas clavadas en mis caderas. No podía más.
—¿Se puede saber qué demonios te sucede? —Mi voz salió rasposa, la furia acumulada saliendo de mis pulmones con la fuerza de un grito reprimido.
—¿De qué estás hablando? —Su respuesta, calmada y distante, me hizo explotar aún más.
¿De qué estoy hablando? ¿De qué estoy hablando? Mi incredulidad me hizo repetir sus palabras, como si no pudiera creer que fuera capaz de decir algo tan insensato.