“Familia. ¿Qué es? Es donde puedes ser tú mismo, donde puedes reír a carcajadas o llorar sin miedo, sabiendo que siempre habrá alguien para ayudarte a levantarte y seguir adelante”
Oficialmente comprometidos. La Anne de hace seis meses no lo habría creído posible. Al despertar, siento el cálido roce del anillo contra mi piel, un recordatorio constante de lo mucho que ha cambiado mi vida.
Hay tantos asuntos por resolver, pero he decidido dar un paso a la vez. Amo a Evans. Amo a Rachel. Necesito recordarme eso, sin importar los desafíos que surjan en el camino.
El peso de la revelación de que podría haber sido la madre biológica de Rachel sigue ocupando mi mente. Es un enigma que aún no puedo desentrañar, pero estoy decidida: tarde o temprano encontraré la verdad.
Hoy es un día especial. Es la presentación de Rachel en la escuela, y quiero que todo salga perfecto. Me dirijo al clóset para elegir algo que se sienta significativo, algo que diga: Estoy aquí. Estoy lista para esta nueva etapa de mi vida.
Rebusco entre las perchas hasta que encuentro un vestido azul cielo. La tela ligera y elegante cae con suavidad, y al combinarlo con unas plataformas blancas, sé que será perfecto. Me visto rápidamente y doy una vuelta frente al espejo, sonriendo al ver cómo el vestido realza mi figura.
Justo cuando me estoy revisando por detrás, escucho un golpe en la puerta. Al abrirla, ahí está Evans, impecable en un esmoquin negro. Por un segundo, se me olvida respirar.
Él sonríe al verme, una de esas sonrisas que parecen derretir todo a su alrededor. Con pasos seguros, se acerca hasta quedar detrás de mí, rodeándome con sus brazos. Siento su cálida respiración en mi cuello, y me inclino hacia él casi instintivamente, buscando más de su contacto.
—Míranos —murmura, señalando al espejo frente a nosotros.
Al alzar la vista, me encuentro con nuestro reflejo: él, alto y elegante; yo, radiante y nerviosa. La imagen es tan perfecta que parece irreal.
Evans deja un suave rastro de besos por mi cuello, su toque es firme pero lleno de ternura. Su aliento tibio envuelve mi piel, y un suspiro tembloroso escapa de mis labios. Mis piernas comienzan a sentir la ligereza de la debilidad, y si no fuera por su brazo firme en mi cintura, probablemente me habría desplomado.
—Vas a hacer que pierda la cabeza —logro decir, con la voz entrecortada—. Y la necesito para después.
Él se ríe bajo, su pecho vibrando contra mi espalda.
—No te preocupes —susurra, con un tono que mezcla diversión y deseo—. Tu cabeza seguirá en su sitio... pero puede que tus pensamientos estén en otra parte.
Antes de que pueda responder, me gira con un movimiento seguro, y sin previo aviso, sus labios caen sobre los míos. El beso es intenso, como si quisiera decirme todo lo que siente en ese momento. Sus labios son fríos al principio, pero se calientan con cada segundo que pasa.
Una mano descansa en mi cintura, afianzándome contra él, mientras la otra acaricia suavemente mi mejilla. Su lengua encuentra la mía con una precisión que me hace olvidar por completo dónde estamos. Mis manos, casi por instinto, suben hasta su pecho, sintiendo los latidos rápidos de su corazón.
—No puedo cansarme de ti —susurra contra mis labios al separarse solo un instante—. De tus besos... —deja un beso corto en mi boca—. De tu piel... —su boca desciende al hueco de mi cuello, enviando escalofríos por mi espalda—. Todo de ti me vuelve loco.
Lo beso una vez más, breve pero profundo, antes de reunir la fuerza de voluntad para separarme.
—Tenemos que irnos —digo, mi voz todavía temblorosa.
Él suelta sus manos de mi cintura con una mezcla de resignación y diversión.
—Sabes que esto es injusto, ¿verdad? —comenta mientras se ajusta el esmoquin, sacudiendo la cabeza como si intentara despejar sus turbios pensamientos.
Yo sonrío, sabiendo exactamente a qué se refiere.
—Tranquilo —respondo con un guiño—. Tenemos toda una vida para esto.
Sus ojos brillan con promesas no dichas, y, aunque la urgencia de salir nos llama, ambos sabemos que ese momento compartido es solo el comienzo de algo mucho más grande.
—Está bien. Vamos antes de que me emocione demasiado. —Sonrío y tomo la mano de Evans. Su expresión, que hace un momento parecía algo decaída, cambia por completo.
—Rachel está muy emocionada por hoy.
—Sí. No puedo esperar para ver a mi princesa —su voz suena cálida, llena de orgullo.
Mi corazón se encoge de ternura. Hay algo especial en la forma en que Evans habla de Rachel, como si cada palabra llevara un toque de amor y admiración. Aunque es un hombre fuerte y reservado, con Rachel es puro cariño.
Cuando salimos al pasillo, tomados de la mano, una elegante Rachel corre desde su cuarto, con Reese justo detrás de ella.
El vestido de Rachel es de un tono rosa pastel, con una falda amplia hecha de capas de tul que caen suavemente, creando un efecto voluminoso y ligero. En el borde de la falda, tiene un delicado bordado floral.
El corpiño es sencillo y elegante, con un diseño de manga corta abullonada y un escote redondo clásico. En la cintura, un cinturón de satén con un lazo suave realza la figura y aporta un detalle extra de sofi. Su cabello está perfectamente recogido en un moño. Reese, por su parte, lleva esmoquin negro, un pequeño caballero en miniatura.