Mon petit amour

La rue Rouge

-¡Les dije que no sé dónde está!.-dijo Antoine, con un hilo de sangre que descendía de su boca-

-¡Mientes!. -dijo el mafioso, mirandolo a los ojos-

Habían cosas que Antoine no sabía de su pasado, de su vida.

-¡No lo sé!.-dijo, sintiendo su cuerpo contra la pared-

-Te damos tres meses. Tres meses para que nos digas dónde está

Y diciendo esto, desaparecieron entre el abrasador sol de la tarde.

El muchacho empezó a ahogarse con su propia respiración. No podía seguir en esta confusión de no saber cosas sobre los secretos sucios de su familia.

Lo habían malherido en frente de su casa.

Dos hombres que nunca había visto en su vida.

No había podido ir a su compromiso con Lorraine.

Su visión estaba borrosa, así que no pudo distinguir la silueta que se acercaba a él.

-¡Antoine!.

Su hermana lo vió, tirado en el suelo.

-¡No, no de nuevo!.

Lo llevó adentró y lo recostó sobre la cama.

-Han vuelto. -dijo él, aun viendo siluetas borrosas-

El rostro de su hermana palideció y tragó saliva, con unas manos un tanto temblorosas.

-Lo sé, lo sé...Esos cretinos, ¡sabía que esto no era una buena idea, Antoine! .-dijo mientras unas cuantas lágrimas de desesperación mancharon las sábanas-

-Me han dado tres meses. ¡Tres meses para encontrar a aquel al que no le dirijo palabra desde hace dos años!

-Ya la perdí a ella.-dijo Lou aferrandose a sus manos- No voy a perderte a tí también.

-No pude ir a ver a Lorraine.-dijo, mientras se quejaba del dolor de las heridas-

-Así que ese es su nombre.

Y una sonrisa iluminó el rostro preocupado de Lou.

-Por ahora, debes descansar. Mañana resolverás todo.

Besó su frente, y cerró la puerta de la habitación.

Esa noche, Antoine pensó en muchas cosas.

¿Cómo le iba a explicar a esa chica maravillosa que la había dejado esperando?

Él pudo ver lo ilusionaba que estaba y él lo estaba también, pero, ¿cómo rayos iba a explicarle algo que ni siquiera él sabía?

Muchas preguntas, muchas ilusiones y una vida llena de secretos.

Algo que Antoine iba a comprender muy pronto.

Al día siguiente, se levantó, esperando que el destino lo ayudara esta vez.

-Dile "perdón por haberte dejado plantada, chica de mis sueños".-decía Lou, mientras Antoine se acomodaba la camisa frente al espejo-

-¡Esto es serio! ¡Cualquier oportunidad que tenía con ella se acaba de esfumar!

-¿O sea que estas admitiendo que te gusta?

-Tal vez.-dijo, con nerviosismo-

-Es la primera vez que te veo sonreir, Antoine. Ella te hace bien.

Y con las palabras de aliento de su hermana, el chico emprendió su camino por las calles en busca de la jóven.

-Sabía que te encontraría aquí. -dijo Antoine, entrando en el Louvre-

-No quiero hablar contigo. -respondió Lorraine apartando los ojos-

-¿Qué tengo que hacer para que me perdones?

-Para tu información, no es bonito jugar con los sentimientos de las personas. ¡Me ilusionaste, y lo peor de todo es que yo te creí!

-¿Te he dicho ya lo hermosa que te ves cuando te enojas?. 

-Y...Lo has hecho otra vez. ¡Me veo ridicula por tu culpa!. -dijo la adolescente, señalando sus mejillas que estaban más rojas que un rubí-

-¡Por favor! ¡Dame otra oportunidad!

De esta manera, Lorraine se volteó para mirarlo. Para detallar la oscuridad de sus gafas o el color de sus labios.

-Lo haré si me prestas eso que siempre llevas contigo. -dijo, señalando el portafolios-

-Sus deseos son ordenes, mi lady.

E hizo una reverencia graciosa, tal cual caballero.

Le tendió una de sus más recientes historias.

-Espero que te gusten.

-Dejame leerlas y...Tal vez dejaré que vuelvas a ilusionarme, ¿vale?.

-Vale. 

Y se alejó de allí, dejando a la muchacha con lo más preciado que tenía en el mundo: la poesía. 

Aquella noche, Lorraine se perdió entre las letras y frases que tanto había deseado contemplar.

Leyó todas esas pequeñas cosas que hacían a Antoine Bonheur un escritor de calidad.

Eran escritos que te transportaban a otro mundo, que te hacían olvidar todos tus problemas.

Pero mientras Lorraine se adentraba a los tantos mundos que el jóven había creado, Antoine estaba entre la espada y la pared.

Tres meses. Tres meses para encontrar al hombre que le había roto el corazón hace tantos años.

-Ella es...Todo lo que tengo ahora. -le decía a Lou, mientras la muchacha intentaba curar el dolor que crecía dentro del pecho del jóven.

Pero no había nada que pudieran hacer para curarlo.

Era algo con lo que Antoine tendría que vivir de ahora en adelante.

Pero aun así, todas las noches el chico de gafas negras miraba la luna mientras decía:

-Ayudame a ganar su corazón.

Le hablaba a aquella esfera de luz, esperando que el frío de la noche le trajera respuestas.

Pasaron un par de meses hasta que el muchacho recibió noticias de Lorraine de nuevo.

Estaba en su cafetería favorita, bebiendo café y croissants cuando la adolescente de cabello largo apareció ante sí.

-Hola, querido escritor. 

Y se sentó en frente de él, donde podía percibir mejor la oscuridad de su cabello o el misterio de sus ojos.

Unos ojos como mares profundos, que escondían sus más íntimos secretos y esperanzas.

-La señorita Bellerose ha venido por mí. ¿A qué debo el honor?

Y Lorraine percibió una leve sonrisa, que iluminaba el rostro del chico.

-Leí tus historias, Antoine. De verdad tienes talento.

-Eso no es lo que piensa Francis, pero lo importante para mí es que tú lo creas.

Luego de una hora debatiendo entre cual de sus poemas era mejor, los dos jóvenes decidieron salir a pasear.

En esos momentos, por la cabeza de Antoine pasaron muchos pensamientos.




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