Mon petit amour

De roses.

 Sus manos temblaban, y tenía un miedo abrasador en su cuerpo por lo que estaba dispuesto a hacer. Pero todo valdría la pena por ella.

El aspirante a escritor se quería refugiar en sus cálidos brazos, quería aferrarse a su dulzura y a todas aquellas emociones que ella le proporcionaba.

Lou había creado un plan para que él la recuperara, y aunque Antoine se estaba muriendo de las náuseas y temblores, todo estaría bien al final.

O eso pensaba él.

Muchas personas pensaban que no quería escribir más, que, en efecto, estaba harto de ello.

Pero no. Escribir le había mostrado un mundo en el que el chico de gafas negras encontraba un refugio.

Sólo que a veces las náuseas, los temblores y el dolor en el pecho le impedían seguir con su trabajo.

Pero amaba escribir. Era para lo que había nacido, para lo que estaba hecho.

-¿Cómo que no se va a presentar?. -dijo él-

-Así son las cosas. -dijo Lou encogiendose de hombros-

El cantante de piel pálida no iría a tocar ese día y no dió ninguna explicación.

-Entonces, ¿quien tocará la guitarra?

-Cambiamos de plan. No habrán guitarras ni musica.

Antoine se sintió inseguro al principio, pero sabía que los planes de Lou empezaban siendo estrafalarios y terminaban siendo un desastre.

-¿Cómo rayos vas a hacer que acceda a ir? ¡No me dirige ni una palabra!

-Tengo mis métodos. -dijo Lou, acomodandose el cabello- Sólo sé tú mismo, sé que lo lograrás.

Antoine portaba una camisa blanca, que se confundía con el color de su piel, y llevaba el cabello desordenado.

Intentaba aparentar que no le importaba esto, que no estaba listo para el amor.

Pero oh, la verdad, sí lo estaba.

Analizó sus cicatrices, mientras el calor de la tarde descendía por su cuerpo, abriendole paso a una nueva esperanza.

Sentía dolor, muchisímo dolor. Pero a la vez, tenía la esperanza plena de que con Lorraine todo iba a mejorar.

Caminó por las calles parisinas, contemplando las últimas hojas de otoño que besaban el suelo.

Pensó en el invierno, su estación favorita.

Pensó en el frío de la estación, congelando sus brazos y su garganta.

Pensó que sería una bonita estación para pasar junto a Lorraine.

De hecho, cualquier estación sería perfecta a su lado.

El mundo sería perfecto, mientras ella estuviera a su lado...

-Buenas tardes, señor. -dijo con cortesía-

Había una tienda de flores muy cerca de Des Roses, así que se detuvo a escoger una.

¿Cual podría ser la flor favorita de Lorraine?

Era una chica que lucía como aquella a la que le gustaban las margaritas, pero sus ojos y su dulce sonrisa lo guíaban hacía las rosas rojas.

Despúes de todo, las rosas eran el símbolo del amor.

Tomó una rosa roja y entró a Des Roses.

Se escondió detrás de la cortina que había en la tarima de los cantantes.

Pensó en las palabras que le diría, pensó en el tacto de la rosa contra su piel, y pensó en aquellos sentimientos que hoy iban a escapar de su pecho.

Escuchó los pasos de Lorraine, escuchó su inconfundible voz que estaba interactuando con Lou.

Antoine no sabía cómo se habían conocido, pero poco le importaba.

Pasaron pocos minutos, pero Antoine los sintió como una eternidad.

Sintió el tiempo pasar, tan fugaz y ágil frente a sus ojos, mientras las dos chicas conversaban con algarabía detrás de la cortina.

Hasta que finalmente, ésta se abrió, dejando tras sí a un adolescente muy nervioso.

-¿Esto es una broma?. -dijo Lorraine.

-Desde que te conocí, supe que eras la chica que me robaría el corazón, que me lo arrebataría de la forma mas dulce que pudiera imaginar. 

Ella desvió la mirada, pero él siguió hablando.

-Y hoy, aquí y ahora, te ofrezco esta rosa, que contiene todos mis sentimientos por tí. Te juro, Bellerose, te juro con mi vida que jamás volveré a hacerte daño. Te juro que desde hoy, nada en este mundo me importará más que nosotros dos porque...Te amo.

Se fue acercando más hasta reducir la distancia entre sus rostros.

La chica tomó la rosa, con algo de timidez.

-Porque estoy enamorado de tí, pequeña.

Lorraine pensó que no le gustaría ese apodo, pero al escucharlo viniendo de él, sonaba más dulce.

Con estas palabras ,el jóven conectó sus labios con los de ella, entregandole un beso lleno de sinceridad.

-Y si me aceptas, iluminarás mi vida, Bellerose. Mucho más de lo que lo has hecho hasta ahora.

Estaban tan cerca que podía sentir como si el brillo de sus ojos se conectara con los de ella.

Se sentía como el chico más feliz de la tierra.

-Porque veo mi futuro en tus ojos, Lorraine. -dijo, tomando con suavidad su mentón- 




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